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ella se fortaleció, adquirió un aspecto más atractivo, menos infantil. El tono es más personal.

      Durante este retiro se ve confrontada, por mediación de otra compañera, con una cuestión fundamental: ¿cómo un Dios bueno pudo crear el infierno? Y la reencarnación, ¿no es mejor solución que el purgatorio para alcanzar la pureza necesaria sin la que el cielo no se nos abre? Aparece también la palabra «espiritismo». Consultan a una catequista, que se desentiende enviando a las dos chiquillas a la ciencia infalible del párroco.

      Este intenta salir airoso y sin molestarse mucho, y les dice que esas no son cosas que deban preguntarse las niñas. Pero ellas insisten. Entonces les expone los grandes principios sobre el hecho de que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que le deja en su libertad, y que Dios, si bien puede prever que el hombre sea condenado, no necesariamente lo desea. Estas palabras parecen aclarar a Madeleine, que quiso recurrir a esto por si algún día su fe fuera tentada. Pide a su «pequeño Jesús» que lleve a otras personas a la comunión eucarística.

      Durante los últimos años de esta época de la infancia, la muerte está muy presente en su entorno más inmediato. En 1913 desaparece su bisabuelo. Después, en 1915, su abuela paterna, Marie Lavergne, como acabamos de ver. En 1916, su abuelo paterno muere en Montluçon, donde los padres de Madeleine probablemente lo habían acogido después de la muerte de su esposa.

      Más tarde, en mayo de 1918, cuando Madeleine tiene ya 14 años y su familia se establece en París, desaparece Daniel Mocquet, su tío, marido de su tía Alice, hermana de su madre, que se queda sola con un niño de 8 años (Jean, primo de Madeleine); se hará cargo más tarde de la cerería de los Junière.

      Madeleine, a la que se le había dado una buena posición social, tiene desde muy joven la experiencia de la muerte de las generaciones precedentes con el añadido de la guerra, que planea constantemente su amenaza sobre los jóvenes. En Montluçon vio pasar a muchos soldados, a veces gravemente heridos, por los que su padre no escatimaba ni tiempo ni fatigas.

      Es también la época en la que escribe sus primeros poemas. En esto sigue el ejemplo de su padre. Su estilo es bastante banal y convencional. ¡Pero qué importa! Ella lo intenta, y su sensibilidad encuentra en la poesía una forma de expresión que nunca abandonará, hasta 1928, fecha en la que se lanzará hacia otra forma de arte, en este caso, el de la caridad.

      Por ahora, en estas primeras tentativas no es necesario ver las primicias de una vocación literaria futura. Muchos niños se han lanzado a escribir pequeños poemas cuya veta rápidamente se agota. Los que compone Madeleine son muy torpes: el primero que conocemos está escrito con ocasión del nuevo año de 1914. Firma como Nénette, su apodo familiar. Las ocasiones de los poemas son las fiestas familiares, la guerra, las despedidas de Marcelle Régnier, su amiga, en septiembre de 1916. Durante la guerra, Madeleine se muestra animada por un espíritu patriótico vehemente que refleja a todas luces su entorno:

      Que los franceses muy vivamente

      destruyan Alemania,

      así como a su jefe, un demente

      el que maldice a Francia, quien gana (agosto de 1914).

      Uno de los poemas está fechado el 22 de septiembre de 1915. Está dirigido a un soldado, probablemente su tío Daniel Mocquet. Se ve incluso cómo Madeleine estaba impregnada del espíritu de su tiempo: quien combate por Francia es un héroe que

      fue elegido para la gloria de servir en medio de nuestros trances,

      nuestra patria, nuestra bandera, Francia.

      No es seguro que esto corresponda completamente al espíritu de los que combatían en las trincheras.

      ¿Oyó Madeleine evocar en su familia, durante su estancia en Montluçon, el movimiento obrero, que agitaba desde hacía treinta años la cuenca de carbón de Commentry, de la que Montluçon, ciudad de más de 35.000 habitantes en 1911, era su caladero, con su industria pesada y, concretamente, la siderurgia? Además, en la estación de Montluçon vio trabajar a muchos del ferrocarril, pues la familia del jefe de estación vivía allí mismo; estos no eran, con toda seguridad, ajenos a lo que sucedía en torno a las minas de carbón.

      En Commentry, ciudad situada a unos quince kilómetros, un socialista salió elegido alcalde por primera vez en el mundo en 1882. El ayuntamiento de Montluçon se convirtió en socialista en 1892. Diez años más tarde, en 1902, el congreso constitutivo del Partido Socialista francés, de Jules Guesde y Édouard Vaillant, se instaló en Commentry. El movimiento obrero, que progresivamente se impregnará de ideología marxista, tenía allí uno de sus centros de operaciones, con mucho movimiento y efervescencia. Se puede suponer que Jules Delbrêl, muy abierto a las evoluciones de la sociedad, estuvo interesado en este movimiento y habló de él. Pero ningún documento nos permite saber si esto marcó a Madeleine.

      En 1916, Jules Delbrêl era nombrado en Denfert-Rochereau jefe de las estaciones parisinas de la línea de Sceaux. La familia llegaba a París, donde Madeleine iba a vivir su adolescencia y su juventud, antes de partir a Ivry-sur-Seine en 1933.

      2

      EL CAMINO DE UNA ARTISTA

      (1916-1928)

      Madeleine estaba acostumbrada a las mudanzas. No nos es difícil imaginar el deseo mezclado de ansiedad que habita en esta niña de 12 años, abierta a todo lo que la vida pueda aportarle, cuando aterriza en la capital el 22 de septiembre de 1916. Esta etapa de su vida será decisiva por los descubrimientos que se van a suceder y las múltiples relaciones que, progresivamente, va a entablar. La estabilidad geográfica que encontrará allí le va a permitir tejer una amplia red de relaciones.

      Este será el escenario de una evolución personal marcada primero por el paso al ateísmo y después por el cambio radical de su conversión, el 29 de marzo de 1924. Esta la llevará a sufrir cambios profundos en su vida, consecuencias visibles de una experiencia interior que mantendrá en secreto, aunque algunos matices de sus poemas dejen presentir este espacio misterioso.

      Pero aún no estamos ahí. De momento, la familia se instala en el número 3 de la plaza Denfert-Rochereau, en el piso oficial de la empresa asignado a Jules Delbrêl. Este tiene 47 años. Al asignarle este puesto, la dirección toma conciencia de la degradación progresiva de su estado de salud. Ya antes de la muerte de su madre, en 1915, había estado de baja médica un mes. En el mes de agosto siguiente tiene que parar de nuevo para tratarse de problemas cardíacos y hacer frente a sus insoportables cefaleas.

      Obviamente, apenas está capacitado para asumir responsabilidades de peso. El puesto que le ha sido confiado se presenta ante él como una honrosa salida; se trata de un trabajo de supervisión que no le exige mucho por las limitaciones horarias. Pero el reposo que le ofrece este nombramiento, debido seguramente al buen estado de los servicios, le durará poco.

      La enfermedad avanza inexorable, tanto en el plano físico como en el mental. El mal que padece le afecta a la vista e irá quedándose ciego. Su carácter también se degrada; la relación entre Jules y Lucile es cada vez más tensa. Madeleine tiene que afrontar, en el umbral de su adolescencia, el desencuentro de sus padres, que terminará, años más tarde, en su separación definitiva.

      ¿Cómo, en estas circunstancias tan difíciles, podría guardar su equilibrio emocional, la solidez interior que le caracteriza a pesar de sus problemas de salud personales recurrentes? ¿Cómo ha podido sostener en lo sucesivo la misma atención y el mismo afecto a sus padres sin jamás tomar partido por uno de ellos? Espontáneamente se piensa en el trabajo de la gracia en ella y la invasión de su humanidad por la caridad.

      Pero también, ya lo hemos apuntado, fue muy querida por sus padres; sufrió su ruptura, pero nunca padeció ningún abandono o descuido de ellos. Con su madre experimentó una ternura y delicadeza de sentimientos que más tarde se expresarán en su relación de adultas de una forma muy bella; en su padre encontró un amor que la empujaba a desarrollar sus talentos artísticos.

      Hay

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