Скачать книгу

el Cielo o si debe purificarse o si definitivamente se pierde, el Infierno. Eso lo dice la palabra de Dios en Hebreos. Está determinado que el hombre muera una sola vez y después de muerto el juicio. Pero dígame usted, por ejemplo, una persona que tiene muchos negocios, que tiene mucho dinero en el banco, que tiene muchas riquezas, la riqueza apega al ser humano; el ser humano se apega a las cosas del mundo: si tiene un negocio se apega al negocio, si tiene familia se apega a la familia; desafortunadamente, somos seres que nos apegamos a muchas cosas, y ese apego es la causa de mucho sufrimiento. Es el apego. Una persona que estaba tan apegada porque tenía sus riquezas, su familia, y lo sorprende una avalancha, esa persona no estaba preparada para salir. Estaba preparada para seguir viviendo apegada a las cosas de aquí, pero no estaba preparada para emprender un viaje así tan inesperado. Al verse abocado en esa situación, entonces su dimensión espiritual, el alma que es un recipiente con memoria, inteligencia y voluntad, entregada por el espíritu de Dios en el bautismo, esa dimensión espiritual que es como la mariposa que sale del capullo y sale, sale volando; el capullo ha quedado ahí, pero esa mariposa no estaba preparada para ese vuelo, entonces quiere regresar al capullo, quiere regresar a estas cosas y a este mundo, a estar con las criaturas, no quiere volar y, al no querer volar, ahí se queda sin poder volar. Y yo estoy seguro, creo no equivocarme, que hay muchas almas que están como esas mariposas que no pueden volar. Algunas otras volaron; por ejemplo, muchos niños y muchas gentes que me imagino: qué va a saber uno quién estaba preparado y quién no, pero podemos presumir que muchos volaron, se fueron, pero otros no pudieron volar y están ahí.

      Otros están ahí dentro del barro, seguramente; otros ahí flotando y ahí dentro de todo eso hay espíritus satánicos, porque los hay, hay espíritus satánicos y nosotros sabemos que en los cementerios donde murieron muchas personas hay mucha presencia de espíritus malignos.

      Es algo misterioso, pero yo lo sé. Y un mismo espíritu. Como yo soy exorcista a mí una vez un espíritu me dijo eso. “Nosotros, cuando tocan las tumbas, bajamos”. Los diabólicos. Hay espíritus malignos, porque los hay. Dice Pablo que no luchamos contra hombres de carne y hueso, sino contra espíritus malignos que están en los aires. En los aires hay espíritus malos, y esos espíritus, cuando cogen la tabla ouija, cuando los invocan, cuando tocan las tumbas, ellos se acercan, y en los cementerios hay como un imán para ellos. Y, sobre todo, cuando a los cementerios van lo drogadictos a hacer ritos, ahí ellos están actuando de una manera tremenda. Entonces, hay toda una mezcla de espíritus demoniacos, de almas en pena, de almas perdidas, todo un revuelto ahí, es un revoltijo tremendo.

      Hace poco, unos jóvenes me trajeron una foto que estuvieron por allá donde la niña Omayra y tomaron una foto al aire y me mostraron. Una cara de un demonio, como una calavera, una cosa horrible y vinieron aquí asustados,

      —¡Padre, mire lo que salió en esta foto!

      —¡Eso es un demonio! ¡Esa es la cara de un demonio!

      —Fue una tardecita, una nochecita le tomamos la foto así a las nubes, así, y mire lo que salió.

      Y muchos dicen que sienten, como por allá por el lado de San Jorge hay una escuelita, hay junto a la escuela una fosa común; ahí junto a un mango metieron muchos cadáveres, y yo he ido a celebrar allá con los niños y los niños me dicen que ellos ven.

      —Padre, aquí estamos en clase y hablan, y hablan en el salón, y vemos unas sombras blancas que pasan, y aquí, en esta parte, padre, aquí vemos muchas sombras blancas, y escuchamos voces, ellas hablan; padre, aquí esto está lleno —me dicen los niños.

      Me dicen que juegan con niños blanquitos que salen de debajo de un mango y salen a jugar con ellos, que no los pueden tocar, pero que los niños son corriendo y vuelven, y cuando terminan se meten allá debajo del mango. Sí, los niños me han contado. Yo voy a celebrarles misa, y cuando les celebro misa, los niños se calman. Dicho por los niños, yo les creo a ellos. Yo les dije: “No puede ser”, y ellos: “Sí padre, allá salen unos niños a jugar con nosotros; son blanquitos muy bonitos, jugamos, cuando suena la campana vuelven y se meten allá.

      Todos los niños son buenos. Por eso Jesús dijo: “Si no se hacen como niños no entrarán en el Reino de los Cielos”; los niños son puros. Y los niños que murieron en Armero, pues todos fueron para el Cielo. La única duda sería un niño por ahí sin bautismo; así haya muerto de esa manera, un niño sin bautismo es distinta la situación. Jesús dijo que el que no esté bautizado no entrará en el Reino de los Cielos. Es una situación distinta, pero de todas maneras los niños de por sí están destinados es a la salvación porque no tienen pecado. El pecado original es en los que están sin bautizar. Lo que hay es una mezcla muy grande. Lo que tenemos que hacer es orar, ¿qué más podemos hacer? Entender que cuando uno entra en Armero es un lugar sagrado, y cuando uno entra en Armero —por lo menos yo lo hago—, siempre que llego allá doy la bendición: “dale señor el descanso eterno”, tres veces; un padrenuestro, una avemaría, el gloria; “dale señor el descanso eterno, dale señor el descanso eterno, dale señor el descanso eterno, a los fieles difuntos de Armero por la misericordia infinita de Dios, descansen en paz”. Deberíamos decirlo todos porque ese es un sitio de oración. ¡Pero nooo, pasamos por ahí y haciendo de todo! Pero realmente para que sea un sitio de oración, que es lo que necesitan todas esas almas, porque lo que necesitan es que nosotros oremos y que celebremos misas en Armero por todas las almas para que descansen. Porque ahí, por ejemplo, en la escuela, dicho por la profesora y por todos los niños cuando celebramos la misa ahí, se calman, no van por un tiempo. Pero dejamos de ir a la santa misa y vuelven. Yo celebro normalmente cada mes allá, con los adultos el segundo lunes de mes y en la mañana también los segundos lunes de mes con los niños ahí en la escuela.

      Yo respondo por lo que le he dicho. Todo lo que yo he dicho lo respondo aquí y en cualquier lado. Es lo que yo creo y lo que puedo sostener. Y yo soy exorcista y sé lo que estoy diciendo.

      Para uno ser exorcista, se necesitan fundamentalmente tres cosas: uno, que tenga el don. Es decir, que haya recibido de Dios la capacidad para contrarrestar los ataques de Satanás. Sin ese don, no hay nada que hacer. Es un poder que Dios da para que uno pueda en nombre de Dios hacer frente a Satanás y reprenderlo. “En nombre de Dios te reprendo y ordeno que salga de esa persona o salga de ese lugar”. El exorcista no es el que expulsa, sino que es Dios a través de él. ¡Que eso quede claro!

      Uno llega a darse cuenta por la vida. A uno se lo descubren. Yo no recibí ninguna revelación de lo alto, ni Dios me llamó y me dijo: “Le voy a entregar este don”; no fue en una misa, no no. Simplemente, lo mío fue una vez que empecé a sentir que el Diablo me atacaba mucho: soñaba con el Diablo, peleaba con el Diablo, le daba golpes al Diablo, él me golpeaba. Era una pesadilla dura contra Satanás, y muy frecuente. Entonces, yo acudí, porque me recomendaron, a un sacerdote en Ibagué porque tenía fama de ser muy santo, había sido rector del Seminario y me dijeron: “Él es muy santo, vaya con él y dígale lo que le pasa y que él le diga el porqué de esa pesadilla, si tiene que ir al psiquiatra, a ver qué le recomienda él”. Entonces yo fui, lo busqué y, efectivamente, era un hombre que estaba en oración, lo encontré orando, él ya por edad estaba retiradito, entonces yo le dije, “Monseñor, yo quiero comentarle algo”, y le comenté eso que yo sueño. A él le dio risa, él me miraba y se reía, me miraba y le daba risa y me dijo:

      —Eso es un buen signo. Se tiene que preparar porque el Diablo no lo quiere. El Diablo a usted ya lo odia y usted está muy joven. —Yo estaba en el seminario—. El Diablo no lo quiere, ya él se dio cuenta de usted pa dónde va, ya se dio cuenta para qué lo tiene Dios y ya él empezó a atacarlo. Entonces usted va a tener que prepararse, usted va a tener un don muy fuerte contra Satanás, le va a quitar mucha alma y prepárese porque la lucha va a ser muy tenaz. Y me dijo:

      —A mí me atacan, a mí me tumba de la cama, a mí me hace la guerra, me golpea, a mí me hace sufrir porque a mí también me ha odiado siempre. —Me regaló una banda morada y me dio un libro de san Juan María Vianney—. Conserve esto como herramienta que usted va a necesitar.

      Él era monseñor González. Él no era obispo, era un título honorífico que le dieron, era un sacerdote que fue rector del Seminario de Ibagué; famoso por su santidad, por su sabiduría.

      Bueno,

Скачать книгу