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una gente de por allá de una vereda y me dijo —estaba recién ordenadito—:

      —Padre, es que allá en la veredadonde nosotros hay una niña pequeña y está con nosotros y se la llevan, como un viento se la coge y se la lleva por allá, la deja en el monte y hay que salir a buscarla. A la niña se la llevan.

      —¡Cómo así que se la llevan!

      —Sí, es como un viento que se la lleva, y la niña por allá resulta llorando y luego cogen la casa a pedradas. Y vamos a traerla y después todo se calma y pues nos tienen fregados con eso. Vaya usted a ver qué hace.

      Y pues eso no puede ser de Dios. Y yo me acuerdo que nos fuimos y nos tocó bajar a pie un trayecto grande y pasar un río; eso fue por allá en una vereda de Fresno. Les dije: “Pues vamos a ver qué hacemos”. Yo no tenía rituales, ni era exorcista, pero yo voy con el poder de Dios y vamos a bendecir a la niña y bendigamos la casa y agua bendita y rezamos, yo hago lo que pueda. Y yo fui, le hice oración a la niña, bendije la familia, bendije la casa, eché agua bendita, y después me dicen: “Padre, eso se calmó”, ya no más. Ya era un signo del poder de Dios. Eso quedó así.

      Ya después con el tiempo yo estaba de párroco en San Antonio, en el Líbano, y yo venía de una vereda con mi morral, mi maleta, venía cansado de por allá del campo cuando había un alboroto ahí en la parroquia, la gente que “no sé qué” y un poco de bulla y un poco de señoras gritando, entonces yo les dije que qué pasó aquí, que por qué tanto alboroto que qué sucedió. Y me contaron que no, que era que estaban en un grupo de oración en el salón y una señora del grupo se alborotó y le pegó al padre Carranza que estaba dirigiendo el grupo, le pegó un manazo por allá y lo tumbó, “y esa señora está ahí que no la controla nadie, está endemoniada”.

      —¡Quééé endemoniada, hombre! Pero ¡cómo que le pegó al padre, póngale el control a esa señora!

      Entonces, yo descargué la maleta y me le salí al frente, y cuando ella me miró, yo le puse la mano, y “¡en el nombre de Dios se sienta, en el nombre de Dios me obedece, en el nombre de Dios”. Y todo lo que yo le decía lo iba haciendo y se calmó y se estuvo quieta, la llevé y la acostaron y le ordené y me hizo caso. El mismo padre me dijo: “Usted tiene el don de liberación”.

      —Qué don de liberación, ni qué nada. Lo que pasa es que hay que hablarles es con autoridad.

      Y él me dijo:

      —Ese es el don de liberación, padre. Eso que usted tiene es el don de liberación, mire que a usted no le levanta la mano y usted con el poder de Dios le ordenó y le obedeció. Ese es el don de liberación y se lo voy a demostrar: por qué yo le ordené y me pegó y me tumbó y por qué a usted sí le hizo caso y a usted no le da miedo”.

      Y yo no había tenido ningún estudio ni nada. Entonces una señora de Cali, una señora que era como vidente, una señora de mucha oración, vino a dar unas conferencias, y el padre le dijo: “Hágame el favor y le impone las manos a este padrecito a ver qué encuentra”, y la señora me impuso las manos ante el Santísimo y ella me dijo: “Hay una cruz muy pesada, hay agua muy cristalina y hay una cruz grande y usted tiene el don, se llama el don de liberación, le tocó enfrentarse con Satanás a como dé lugar, no tiene más que hacer. Tiene el don de liberación, si usted no lo quiere ejercer, ya es cosa suya, pero tiene el don, que eso no se le da a todo el mundo. Y a usted le toca es contrarrestar todo ataque de Satanás”.

      Entonces, yo me acordé de lo de la niña, me acordé de lo que me había dicho el padre González, pues aquí están es ratificando. Entonces, ella me dijo: “Yo voy a dar unas conferencias aquí en un colegio”, y se dio el caso, ella me dijo que había una muchacha que estaba como endemoniada y me la llevó para que le hiciera oración, entonces yo le oré y la muchacha se alivió. Eso fue allá mismo, en la parroquia de San Antonio, en el Líbano. Entonces, a causa de eso, ya me fui como convenciendo, después yo empezaba a escuchar los problemas de la gente, a escuchar casos de brujas, escuchaba a la gente con respeto y, luego, yo me iba y donde hacía oración se acababa el problema.

      Ya luego, viendo que estaba el don, empecé a prepararme y comencé a conseguir literatura, muchos libros del padre Gabriel Amorth, conseguí libros de José Antonio Fortea, Cándido Amantini, Corrado Balducci, y tengo varios libros de exorcismo.

      Bueno, eso es lo primero, el don. Yo tengo que terminar porque esto va pa largo porque yo tengo 27 años de ejercicio, entonces estas son cositas como para empezar.

      Ya teniendo certeza de que tengo un don, se va para el segundo paso que es la preparación, que es estudiar documentos serios de la Iglesia, entre ellos, la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, libros de Corrado Balducci, Gabriel Amorth, Cándido Amantini, José Antonio Fortea, entre otros. Estos son los autores principales. Hacer cursos, actualización, talleres, con el propósito de ir uno conociendo el tema, sobre todo, para tener el discernimiento a fin de saber cuándo es un ataque del maligno o cuándo es uno de esquizofrenia, un problema de histeria, un problema de vacíos emocionales; para tener un discernimiento y saber distinguir una cosa de la otra porque no todo es maligno.

      Y luego el tercer paso que es la delegación por parte del obispo de la Diócesis a la cual uno pertenece, entonces él dice: “Padre, yo a usted le delego para atender todos los casos que se presenten en mi diócesis”. En la diócesis, nomás. Yo no me puedo ir a Bogotá a hacer exorcismos. El obispo cuando me delega me entrega un ritual que se llama ritual de exorcismos. Los libros de Gabriel Amorth son los que más utilizo. Y hay que permanentemente estar hablando con el obispo, rendirle cuentas de lo que uno está haciendo, porque él tiene que saber cuántos casos está atendiendo.

      Ahora para el viernes tengo un caso. Semanalmente tengo uno; es decir, yo atiendo un promedio de treinta personas con estos problemas, de los cuales, al hacer el discernimiento, algunos requieren oración de liberación, otros requieren exorcismo, otros requieren un tratamiento espiritual, otros requieren una limpieza en los negocios o en las casas. Hay días en los que no se pueden atender porque no me alcanza el tiempo.

      Esto que yo le he dicho yo se lo sostengo, yo no voy diciendo cosas. El que no sabe de este campo, pues no sabe, y habla la gente, se meten en temas que no conocen.

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      El cuerpo

      el tuyo, que es el mío

      y el de ellos.

      La casa que habitaron los muertos cuando vivos estaban.

      Son la tierra.

      Liviana como el viento que mi cuerpo exhala

      es la tierra.

      Los dinteles y las jambas, los vanos,

      los espejos que no están

      son la tierra.

      Una cruz que habla desde el cóncavo de un alma

      en el frontis de una casa,

      lo convexo en la mirada

      que extraña el polvo de los huesos

      de los hombres que partieron,

      son la tierra.

      Las tapias y los troncos que sirven de refugio.

      Las aves, los rastreros, las vacas,

      la libélula verdeazul

      son la tierra.

      Es la tierra una brizna blanca

      que se hizo de alba en alba.

      Todo es solo una, no más que ella: la tierra.

      La piel del mundo.

      Y el mundo es un puntito en el cosmos.

      Mi piel que agua —r— da es la tierra.

      La

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