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los sectores procedentes de los quintiles más bajos. Siendo este nivel, además, el centro de los problemas educativos por su baja calidad, elevada deserción, poca diferenciación y reducida articulación. Así, aun cuando hay países como Argentina, Uruguay y Chile que tienen niveles de cobertura del nivel medio superiores al 70 por ciento, en tanto otros países, como Nicaragua y Guatemala, tienen coberturas de educación media apenas en torno al 40-50 por ciento. En todos los casos se verifica que existen fuertes espacios para continuar creciendo, ello asociado a mayor cobertura y retención, por lo que este nivel continuará ejerciendo presión de acceso sobre la educación superior en términos de calidad, infraestructura, currículo y financiamiento (23).

      Cuadro n.o 1 Matrícula de la educación superior en América Latina

      

       Cuadro n.o 2 Acceso a la educación superior

País1970
Costa Rica15.473
Cobertura (respecto a la población de 20-24)15,77 %
Incremento quinquenal de la tasa de cobertura
Cobertura respecto a la población total0,59 %
Índice matrícula absoluta100

      Fuentes: sistemas de estadísticas nacionales, IESALC, CEPAL, IUS.

      La expansión de la matrícula de la educación superior permitió que en apenas 35 años la región aumentara desde una cobertura de apenas el 7,03 por ciento en 1970 a 41 por ciento en 2010, medido este indicador como porcentaje de los estudiantes sobre la población de 20 a 24 años, al pasar de 1,6 millones de estudiantes a 21,5 millones. Se podría decir que es un cambio de una dimensión societaria de tal importancia como el que produjo la urbanización entre los años 40 y los 70, o la feminización de los mercados laborales desde los 70.

       Cuadro n.o 3

       Tasa de cobertura de la educación superior

19707,03 %
197512,27 %
198014,22 %
198515,77 %
199016,45 %
199518,43 %
200023,4 %
200520102015201731,7 %41,0 %48,6 %50,6 %

      La demanda por acceso a la educación ha promovido el pasaje de una educación de elites a una educación de masas en la región y, como derivación de ello, ha incentivado múltiples transformaciones en los sistemas universitarios que han desarrollado diversos mecanismos para ajustarse a esas demandas de las familias y para aprovecharse mercantilmente de su sacrificio para cubrir sus expectativas. Esta ampliación de la cobertura de la educación superior ha sido el motor fundamental de los cambios en los sistemas terciarios en las décadas pasadas a través de la diferenciación, la mercantilización, la expansión y la complejización institucional, así como a través de la conformación de circuitos diferenciados de calidad. Han sido evoluciones que fueron acompañadas por diversas respuestas a dichas demandas, pero sobre la base de modelos presenciales, relativamente rígidos, con una diferenciación de mercado en función de ajustes de calidad, precios y flexibilización de horarios. Más aun, la respuesta contribuyó a la deformación institucional y de calidad tanto a través de las macrouniversidades y de las microuniversidades, como de ámbitos de diferenciación de las ofertas disciplinarias y de circuitos de calidad, mostrando que la expansión institucional en este sentido fue una característica conjunta a la propia diferenciación sistémica.

      La expansión de la cobertura de la educación terciaria debería continuar en los próximos años a través del pasaje desde el actual sistema universal (más del 50% de cobertura del año 2017) hacia sistemas mayores, lo cual implicará nuevos cambios y transformaciones institucionales, financieras y educativas para facilitar el ingreso de los nuevos estudiantes cada vez de sectores de menos ingresos económicos, con mercados más competitivos y con demandas más diversificadas.

      La expansión institucional, en general, deriva del ajuste de las instituciones a las demandas del mercado. Sin embargo, muchas de las demandas propias de los sectores estudiantiles, tanto en términos de las disciplinas, de la cantidad de profesionales como de los niveles de calidad, no están ajustadas a las demandas reales de los mercados laborales, sino a demandas potenciales o a expectativas de trabajo. Las instituciones de educación superior, públicas y privadas, se ajustaron a esas nuevas demandas casi automáticamente. En condiciones de mercado como en dinámicas educativas públicas bajo modelos autonómicos, hay una fuerte incapacidad de ajustar la oferta de vacantes universitarias a las reales vacantes del mercado laboral. Este proceso genera en el largo plazo una sobreoferta educativa de profesionales y técnicos universitarios, y un incremento de la competencia en los mercados laborales profesionales. Por su parte, la sobreoferta tenderá al tiempo a aumentar el desempleo profesional, que hoy en la región en general es friccional, y se constituirá en el factor determinante para procesos de selección más competitivos así como en una presión por una sobrecapacitación a través de estudios adicionales con la consiguiente competencia con mejores acreditaciones por los mismos puestos, conformando así un modelo del mercado laboral marcado por una dinámica asociada a mayores certificaciones y competencias. La estrategia de sobrevivencia

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