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Solo el 11 % de la población utilizaba seguros privados. La práctica privada era rara en el campo de la salud mental; solo el 6 % de los pacientes habían sido tratados en hospitales privados en Gran Bretaña.

      La importancia dada a la salud mental se encontraba en el alto nivel de mortalidad, morbilidad y coste asociado con las enfermedades mentales. El costo estimado por enfermedades mentales era de 4,6 a 5,6 billones de libras. Representando el 14 % de los días de trabajo perdidos por enfermedad; el 20 % del total de las prestaciones del Servicio Nacional de salud; el 23 % de los costos por internamientos y el 25 % del gasto farmacéutico57.

      Entre los objetivos señalados por las autoridades del NHS estaba reducir la hospitalización (había 50 000 pacientes ingresados en los hospitales psiquiátricos del Reino Unido) cerrando 45 hospitales de más de 400 camas para el año 2000 y diminuir el número de camas en los hospitales psiquiátricos a un máximo de 400 en el año 1995 y de 250 en el año 2000. Se pretendía la potenciación de los servicios comunitarios, contemplando la transferencia de fondos de los hospitales a estos servicios. Se estableció la informatización de los servicios y la potenciación de los programas de soporte de crónicos en la comunidad.

      Por otra parte, el NHS inrodujo medidas para mejorar la gestión, en el intento de aumentar la competitividad y la eficiencia de los servicios, en especial de los servicios hospitalarios y contener los costes. Fundamentalmente se trata de introducir una «lógica de la competencia» que, en un mercado muy protegido como el sanitario de este país, busca crear una competencia interna, separando la financiación de la compra y provisión de servicios. La financiación, mayoritariamente pública, vía impuestos, sigue dependiendo de las autoridades regionales para su asignación. La gestión de los recursos y, por tanto, la competencia, la realizan los médicos generalistas (hay un equivalente a lo que en España es un gerente de atención primaria) que disponen de un presupuesto asignado para comprar los servicios a proveedores públicos y privados de su área.

      Esta lógica de la competencia está introduciendo medidas discriminatorias en función de la rentabilidad o no de los pacientes. Las muertes de un fumador y de un anciano extranjero y sin dinero exponen cruelmente los recortes a la equidad y de la universalidad, de las que era el máximo paradigma un servicio público de salud, el Servicio Nacional de Salud Británico58.

       El papel de la antipsiquiatría

      No es la radicalidad de la denuncia, sino el ámbito de actuación, lo que sitúa la antipsiquiatría inglesa fuera de las reformas psiquiátricas, más allá de sus indiscutibles contribuciones teóricas y su influencia sobre la opinión pública. Después de experiencias iniciáticas, como Villa 21, un intento de reforma realizado por David Cooper en el interior de un hospital psiquiátrico del nordeste de Londres59, las experiencias antipsiquiátricas asistenciales, las «comunidades terapéuticas» (entre otras, la más paradigmática: Kingley Hall, de Ronald Laing) se definen como marginales al sistema de salud —algo sin duda relativamente fácil cuando la atención está cubierta por el que entonces era uno de los modelos sanitarios más avanzados y socialmente progresistas de occidente— y fuera de todo consenso ciudadano.

      En realidad, la antipsiquiatría se convierte en un término ambiguo que para la opinión pública representa hasta finales de los años setenta a todos los movimientos de contestación y reforma, desde el SPK (colectivo socialista de pacientes de la clínica de Heilderbeg, que predica la insurrección armada60) hasta las máquinas deseantes de Deleuze y Guattari61, de Gentis a Octave o Maud Mannoni, de Jervis a Basaglia, de las experiencias inglesas a las denuncias de la situación asistencial durante la represión franquista, y muy pronto, con el surgimiento de los procesos de reforma psiquiátrica, en un movimiento contracultural, que pone en cuestión la propia enfermedad mental y la psiquiatría. Crítica global e ideológica de la psiquiatría, que ha servido para dinamitar los límites entre razón y locura, en la conciencia de la época. Al igual que para evidenciar la importancia de las contradicciones sociales, de la alienación, en la producción de la enfermedad mental.

      La antipsiquiatría importa, más allá de sus grandes tesis vindicativas, por las aportaciones a la fenomenología existencial que realiza Laing62, fundamentalmente en El Yo dividido, al considerar los estados esquizoides como el resultado de una «inseguridad ontológica» debida a una constitución defectuosa del yo (que no logra conjugar la pluralidad de los papeles que debe desempeñar con la radical continuidad propia de la experiencia personal) y la constatación del carácter social de la subjetividad (en consecuencia: la hipótesis del origen social de la inseguridad ontológica que da lugar a la esquizofrenia); además de los estudios sobre relaciones familiares (Laing, Cooper, Esterson), relaciones institucionales analíticas (Mannoni) y el de las instituciones manicomiales, en especial, con Basaglia y los autores de Psiquiatría Democrática, como veremos a continuación63.

      La psiquiatría anti-institucional: la reforma psiquiátrica italiana

      En el principio fue Gorizia. Mito fundador de la reforma psiquiátrica italiana, experiencia a partir de la cual todo comienza. El Hospital psiquiátrico de Gorizia y una figura carismática, tempranamente muerta, Franco Basaglia. Era finales de 1961 cuando, después de trece años de médico psiquiatra en una clínica universitaria, Basaglia toma posesión del cargo de director del manicomio de la pequeña ciudad de Gorizia, una provincia fronteriza con la antigua Yugoslavia de poco más de 130 000 habitantes. Junto con un grupo de psiquiatras (Jervis, Slavich, Pirella, Casagrande) convierte, en un primer momento, el hospital en una comunidad terapéutica, luego, consciente de los límites, propone devolver a la sociedad al enfermo mental, desmontando la institución, el manicomio.

      Esta es la acción de subversión institucional que algunos médicos, psicólogos, sociólogos, enfermeros y enfermos han propuesto y provocado en un hospital psiquiátrico —escribe Basaglia en 1968, prologando L’Instituzione negata—, al poner en tela de juicio, en el plano práctico, la condición misma de internamiento. Basándose en las experiencias extranjeras (en particular la inglesa de Maxwell Jones), procedieron —mediante críticas sucesivas— a la negación de la realidad de la institución psiquiátrica, poniendo en evidencia la posición ambigua de una comunidad que, en tanto que microsociedad, quiere constituirse sobre bases prácticas y teóricas opuestas a los valores dominantes64.

      La institución psiquiátrica, la institución total, en el sentido que le da Goffman en Internados65, «es una institución de la violencia que tiene por finalidad la invasión sistemática del espacio personal del enfermo». En palabras de Basaglia:

      […] un enorme receptáculo lleno de cuerpos que no pueden vivirse, y que están allí en la espera de que alguien les tome, para hacerles vivir de otra manera, en la esquizofrenia, la psicosis maniacodepresiva o el histerismo: definitivamente cosificados66.

      Quedan pronto atrás las técnicas innovadoras de tipo institucional, reducidas a simple camuflaje de los problemas, ante la lucha contra la exclusión y la violencia institucional, la demolición del manicomio y el traslado de la crisis del enfermo mental a lo social. La psicopatología se pone, de momento, entre paréntesis. La práctica psiquiátrica se convierte en acción política. El psiquiatra, testigo de excepción de la realidad engendrada, «puede ser cómplice o activista para su destrucción», parafraseando Basaglia al Jean-Paul Sartre del prólogo a ese magnífico libro del psiquiatra Frantz Fanon, Los condenados de la tierra67. Ni víctimas ni verdugos. Todos somos cómplices.

      Son tiempos de cambio. En Italia, la tradicional fórmula de gobierno centroderecha deja paso, en 1962, con el gobierno presidido por Aldo Moro, a gobiernos de centroizquierda que ensayan reformas sociales, haciendo frente a grandes temas pendientes: la descentralización administrativa, la escuela, la sanidad. En la escena internacional: Kennedy, Juan XXIII, Kruschov; el Black Panther Party, La Internacional situacionista, la utopía de los filósofos de la escuela de Frankfurt y la guerra de Vietnam.

      En este contexto, las regiones de Nocera Superiore y Perusa, además de Gorizia, inician procesos de denuncia y cambio de la situación manicomial italiana. Un movimiento, en principio de humanización y transformación del hospital

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