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a la sociedad misma, donde funcionan los mecanismos originarios de marginación del enfermo mental, para dar paso, a finales de los sesenta a un amplio movimiento, sostenido por numerosas organizaciones de base, el movimiento estudiantil —tan importante en los años sesenta— y los sindicatos obreros. Movimiento aglutinado por una consigna radical: un no rotundo al manicomio.

      La reprobación al manicomio se une a la crítica a todas las instituciones de la marginación: los correccionales, las cárceles, los albergues de auxilio social, y aquellas que sustentan la fachada ideológica y moral del sistema social, la familia, la escuela y la fábrica. Pero, sobre todo, confluye en una sociedad civil rica y activa como es la sociedad italiana de los sesenta y setenta, con la apremiante reivindicación de una reforma sanitaria que instaure un sistema nacional de salud universal y equitativo al estilo del británico. El Proccesso al manicomio (título con el que se recogen las actas del histórico Congreso de Psiquiatría Social celebrado en 1964 en Bolonia), una vez ganada la ciudadanía por un movimiento insertado en las luchas sociales, concluye pronto. La sociedad italiana sentencia el manicomio con la Ley 180 de 1977 que decreta su extinción.

      En el sentido más formal del término, comenta S. Piro, una ley del Estado puso fin, en mayo de 1977, a la psiquiatría alternativa italiana, porque el conjunto de los objetivos y de las prácticas que proponía, se habían convertido automáticamente en prescripción jurídica del Estado italiano68. Vacío teórico, pérdida de identidad constatada por Basaglia: la lucha contra el asilo no puede ser la identificación del movimiento69. La cultura de la reforma tiene que ensanchar sus miras. Surge un amplio debate —presente desde finales de los sesenta en el núcleo originario de Gorizia—, con sus desgarros, ortodoxos de la negación, traidores y herejes.

      Consolidada la reforma administrativamente, hay un aspecto, puesto inicialmente entre paréntesis, que vuelve a ser prioritario. No se pueden ignorar los estados de crisis personal, de sufrimiento psíquico, por mucho que se dé una explicación social al sufrimiento. Giovanni Jervis es uno de los primeros que plantea el problema.

      Todo buen revolucionario, sabiendo hasta qué punto puede ser mistificadora la idea misma de psicología o psiquiatría, quisiera tal vez explicar y modificar toda la realidad con el auxilio de instrumentos políticos objetivos, burlándose de la psicología y del sujeto: pero lo cierto es que jamás lo consigue70.

      La idea de Jervis de la necesidad de compartir ciertos instrumentos técnicos (sometiéndolos a una crítica teórica-práctica), parte de la convicción de que no basta con remitirse a la crítica marxista de la economía política, al análisis maoísta de las contradicciones o al compromiso revolucionario, para resolver en el quehacer psiquiátrico determinados problemas teóricos ni siquiera prácticos.

      Algunos mantenían que el único problema residía en destruir los hospitales psiquiátricos y que las cuestiones concernientes al tratamiento no había que tenerlas en absoluto en cuenta, como tampoco las de organización de los servicios, preparación y puesta al día científicas, etc.71

      Rotteli afirma que en la experiencia de Trieste, iniciada por Basaglia en 1971, no se propugnó la suspensión del tratamiento cuando fuera necesario, sino la construcción de nuevas posibilidades, de nuevas formas de entender, de tratar la locura.

      La negación de la institución —escribe Franco Rotelli— no era la negación de la enfermedad mental ni de la psiquiatría, tampoco el simple cierre del hospital psiquiátrico sino una cosa mucho más compleja, que tenía que ver con negar el mandato de la sociedad a los psiquiatras para aislar, exorcizar y anular a los sujetos al margen de la normalidad social72.

      O en palabras de otro protagonista de la reforma italiana, Dell’Acqua, la experiencia de Trieste llevó a la destrucción del manicomio, al fin de la violencia y del aparato de la institución psiquiátrica tradicional, demostrando que es posible la constitución de un «circuito» de atención que, al mismo tiempo que ofrece y produce cuidados, ofrece y produce nuevas formas de sociabilidad y de subjetividad para los que necesitan asistencia psiquiátrica73.

      Ley 180

      En 1973 se constituye el movimiento «Psiquiatría Democrática», plataforma basagliana que pretende extender la reforma a todo el estado italiano. El Partido Radical propone un referéndum para la revocación de la legislación psiquiátrica vigente. Se constituye un Comisión, por iniciativa del Estado, para revisar la normativa de 1904. La Ley 180 (aprobada en mayo de 1978), asume normativamente lo que constituye la condición de posibilidad del proceso desinstitucionalizador: el cierre del manicomio y la creación de servicios alternativos en la comunidad. La ley establece que:

       No se podrán realizar ingresos nuevos en hospitales psiquiátricos a partir de mayo de 1978; y no podrá haber ingresos de ningún tipo a partir de diciembre de 1981.

       Se prohíbe la construcción de nuevos hospitales psiquiátricos.

       Los servicios psiquiátricos comunitarios, los servicios territoriales, deberán establecerse para áreas geográficas determinadas, y trabajar en estrecho contacto con las unidades de pacientes ingresados a fin de garantizar una atención continuada. Podrán disponer de unidades psiquiátricas, nunca con más de 15 camas, en Hospitales Generales, donde se realizarán todos los ingresos, tanto voluntarios como forzosos.

       Se suprime el estatuto de peligrosidad social del enfermo mental. En caso de tratamiento obligatorio, se establece que el juez debe tutelar la salvaguardia de los derechos civiles de los pacientes. El ingreso obligatorio, ante un rechazo al tratamiento, en casos de necesidad terapéutica urgente, puede ser autorizado por dos médicos, o por el alcalde o su representante. Tal internamiento está sujeto a revisión judicial a los dos y a los siete días, contando con una gran variedad de recursos para apelaciones.

      Es evidente que la ley suministra instrumentos valiosísimos para la reforma, en cuanto que introduce medidas concretas y operativas, aunque sin duda suscita muchas dinámicas de conflicto y transformación. Pues como dijo su inspirador, Franco Basaglia (la ley se conoce también por su nombre),

      […] por su lógica interna, por las características en que opera esta ley, abre más contradicciones que resuelve. Pero esto, como vemos no significa que sea una ley mala, al contrario74.

      Da Salvia recoge la disminución de camas manicomiales de 1978 hasta 1981: un 30 % con una reducción de cerca del 44 % de internamientos. Hace frente a dos de las mayores críticas hechas a la reforma italiana (en realidad, se hace en todas las reformas psiquiátricas, como veremos en un próximo capítulo): la presunta criminalización de los pacientes psiquiátricos y el aumento de los suicidios. Da Salvia señala que el número de estancias en los hospitales psiquiátricos judiciales, pasó de 1976 a 1981, de 623 540 a 645 507, crecimiento escasamente significativo y que no ha existido un incremento en el número de suicidios por enfermedad mental. En cuanto al paso a las clínicas privadas, este autor señala que han disminuido sus camas también en este sector desde 197875.

      Tansella y Williams, en 1987, señalan que los rasgos distintivos del modelo italiano de psiquiatría comunitaria son76:

       La desaparición de los hospitales mentales se entiende como un proceso gradual (mediante la no realización de nuevos ingresos más que como la salida de las instituciones de pacientes crónicos).

       Los nuevos servicios se diseñan como alternativos más que como complementarios o adicionales a los hospitales mentales.

       Es la psiquiatría hospitalaria la que ha de ser complementaria al cuidado comunitario más que lo contrario.

       Ha de haber una integración total entre los diferentes servicios dentro de las diferentes áreas geográficas que sirven de marco al tratamiento psiquiátrico. El mismo equipo habrá de suministrar servicios domiciliarios, ambulatorios e ingresos. Este modelo de cuidado facilita la continuidad de la atención y un apoyo a largo plazo.

       Ha de haber un interés especial de apoyar la labor de equipos interdisciplinares, visitas domiciliarias e intervenciones en momentos de crisis, además de un fácil acceso a los centros

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