Скачать книгу

en mi corazón y estaba agradecida por ello. Estos meses de sufrimiento fueron los meses más felices de mi vida, debido al compañerismo de mi Salvador. Él era la esperanza y corona de mi regocijo. Estoy muy agradecida de que tuve esta experiencia porque conozco mejor a mi precioso Señor y Salvador” (Mensajera del Señor, p. 65).

      Elena de White sufrió mucho en su vida. Sin embargo, fue una mujer notablemente productiva y activa, y de su sufrimiento provino una filosofía del sufrimiento que ha sido una roca sólida para millones. Su libro El ministerio de curación, además de centenares de cartas, jamás podría haber sido escrito sin que su propia experiencia proveyera el marco humano para principios divinos básicos sobre este tema.

      Muchos cobraban ánimo al ver su alegría y su firme resolución bajo intensa adversidad. Los años vividos en Australia fueron los más productivos: ayudó a establecer un sólido programa educativo y evangelizador, y escribió El Deseado de todas las gentes, más miles de cartas oportunas. Sus 87 años, sus escritos y su ministerio demuestran que con el Señor podemos vencer. Su último escrito también rebosaba de esperanza y gozo cristiano.

       Para Pablo, para Elena y para cada uno de nosotros, la promesa sigue vigente: “A los que a Dios aman, todas las cosas ayudan a bien”.

      El seguro más completo

      “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39).

      Seguridad significa certeza, certidumbre, convicción, convencimiento, persuasión y evidencia. Las personas quieren y necesitan sentirse seguras en su vida, sobre su salud, sobre sus bienes y sobre sus movimientos. Existen decenas de seguros (personales, patrimoniales y de servicios), que intentan, en parte, brindar seguridad frente a eventuales imprevistos.

      Romanos 8 presenta el mejor y más completo seguro. Comienza diciendo que ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús y termina diciendo que nada puede separarnos del amor de Dios. Es decir, nada de nada, ni de esta vida, ni del Universo, ni del tiempo, ni nada que exista. ¿Qué más podría haber dicho Pablo para hacernos sentir seguros?

      Dios nos ofrece su justicia; por eso, no podemos ser condenados. Nos ofrece su Espíritu; por eso, podemos vencer la carne y vivir según Dios. Nos ofrece su gloria; por eso, superamos las tribulaciones.

      Es el amor del Padre, que envió a su Hijo y nos reveló su amor; es el amor del Hijo, que ofreció su vida e intercede por nosotros; y es el amor del Espíritu Santo, que nos convence de pecado, nos guía a la justicia, a la verdad y la obediencia, y al testimonio.

      Con esta explicación de ilimitada confianza en el amor de Dios que salva, Pablo enfatiza el plan divino de restaurar en el hombre la imagen perdida. Esa restauración y salvación provienen de aquel cuyo propósito de salvar es tan poderoso que nada puede hacer perdernos esa salvación, a menos que la rechacemos. Por eso, el apóstol consideraba un imperativo (para él y para nosotros) la proclamación de nuestra confianza, gratitud y obediencia.

      Nuestra seguridad no está basada en el amor frágil e inconstante que nosotros podamos tener hacia Dios, sino en el amor invariable e ilimitado que él tiene por nosotros. Pablo tenía todas las respuestas, todas las provisiones y todas las seguridades para declarar, totalmente convencido, que nada de nada lo separaría de ese amor.

      El mismo Pablo que en Romanos 7 dice que nada bueno hay en él es quien afirma que nada puede separarlo de ese amor, y es el mismo que les dice a los filipenses que todo lo pueden en el Señor (Fil. 4:13).

      Solo Dios puede atender a todos y al mismo tiempo. Él puede atenderte como si fueras lo único en todo su Universo. Sería muy bueno recordar que “lo que somos es el regalo de Dios para nosotros, y en lo que nos convertimos es el regalo de nosotros para Dios (Eleanor Powell).

       Que nada te separe de este amor.

      Un dolor interminable

       “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón, porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos” (Romanos 9:2, 3).

      En el 56º Festival Internacional de Publicidad realizado en Berlín (celebrado en febrero de 2006), fue elegido como el mejor cortometraje uno titulado “Pollo a la carta”. La historia, basada en un hecho real, muestra el caminar nocturno de un hombre que recorre las calles y los negocios buscando restos de comida que han sido dejados como desechos o sobrantes.

      El desperdicio de unos es la supervivencia de otros. Revuelve los cestos de basura y selecciona a la carta aquellas porciones que aún conservan el rótulo de alimentos comestibles. Al terminar el trabajo de búsqueda y selección, él regresa a su casa. Sin embargo, en el camino, va compartiendo en el vecindario parte de los “trofeos obtenidos”. Es consciente de las necesidades propias y de las ajenas. Los otros tienen hambre, y para ellos también hay alimento.

      Produce mucha tristeza y dolor los miles, la mayoría niños, que diariamente desfallecen, viven al límite y mueren porque no pueden alimentarse como corresponde; y un dolor mayor aún por los que viven sin el Pan espiritual.

      Pablo siente tristeza y continuo dolor por su gente, por sus hermanos y por la salvación de los perdidos. ¿Cuánta tristeza y dolor sentimos nosotros por los que sufren sin esperanza?

      Somos hambrientos alimentados y recuperados por el Pan de vida. Somos los privilegiados y responsables de compartirlo con nuestra familia, nuestros vecinos y todos los que están a nuestro alcance. ¿No somos nosotros los urgidos de llegar con el Pan antes de que sea demasiado tarde?

      Nos conmovemos al saber que miles mueren por falta de alimento, y ¿qué hacemos por los miles que mueren o viven sin sentido por falta de Jesús? Elena de White, hablando del Señor, dijo: “Cuán espiritual era el alimento que impartía diariamente al distribuir el Pan de vida a miles de almas hambrientas. Su vida consistía en un viviente ministerio de la Palabra. Era la luz del mundo; señalaba a los hombres el camino, la verdad y la vida. Él mismo era el alimento de ellos” (Cada día con Dios, p. 281).

       Necesitamos comer el Pan de vida todos los días para fortalecer nuestra comunión, y compartirlo con fidelidad para cumplir la misión. El mismo Jesús que dijo: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4) es el mismo que con toda autoridad en el cielo y la Tierra indica: “Dadle vosotros de comer” (Luc. 9:13).

      Jugar con ventaja

       “Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la Ley, el culto y las promesas […] los patriarcas, de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:4, 5).

      Solemos utilizar la expresión “jugar” en muchos sentidos: “Jugar a dos puntas”, cuando no hay una opinión definida; “jugar con fuego”, cuando se encara algo serio de manera frívola, superficial o peligrosa; “jugar al gato y al ratón”, cuando dos personas intentan comunicarse de forma infructuosa; “jugar fuerte”, cuando apostamos todo a una meta; y “jugar con ventaja”, cuando tenemos condiciones, situaciones y ayudas extras (lícitas o ilícitas) que nos garantizan la victoria.

      Saulo de Tarso parecía jugar con ventajas personales. El resumen de su CV decía que fue circuncidado al octavo día, era judío, de linaje especial, miembro exclusivo del partido farisaico, celoso por Dios, organizador de la persecución de los cristianos, devoto defensor de la Ley y de conducta irreprochable (Fil. 3:5, 6). No obstante, estas ventajas humanas no fueron ventajas, y quedaron en la oscuridad cuando la Luz lo rodeó camino a Damasco.

Скачать книгу