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y perdurará para siempre.

      El pecado nos dejó desnudos, física y espiritualmente. Nos quitó la inocencia y el pudor; nos trajo culpa y vergüenza. La gracia nos concede vestiduras blancas, que representan la justicia de Cristo, que nos es contada como justicia.

      El pecado nos alejó de la presencia de Dios. Adán y Eva se escondieron, y nosotros hacemos lo mismo. Pero ¿a dónde iremos? En cambio, la gracia nos promete que siempre estaremos en su presencia. El Señor nos busca, no para condenarnos, sino para darnos otra oportunidad y asegurarnos que un día recuperaremos el vivir para siempre en su presencia.

      El pecado nos devuelve al polvo. El hombre fue hecho del polvo de la tierra, y allí volverá. La gracia nos coloca en el Trono de Dios para ser reyes conjuntamente con él.

       ¡Gracias, Señor, por tu gracia, que nos concede todo este bien presente y el eterno!”

      Las tres erres

      “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro!” (Romanos 7:25).

      ¿Qué es un miserable? Es un desdichado, alguien de escaso valor, un perverso, un desperdicio y una basura. Sin duda, estas definiciones son fuertes, pero esta es la realidad que nos toca enfrentar. No son aspectos ajenos.

      La basura, por ejemplo, es parte de nuestra historia. Los griegos y los romanos desarrollaron el hábito de enterrar sus residuos. En la Edad Media, la basura acumulada comenzaba a provocar epidemias. La Revolución Industrial multiplicó la producción de materiales y el consumo. El deterioro de la capa de ozono, el calentamiento global, la contaminación del aire y del agua, el aumento desenfrenado del consumo y el uso de materiales no biodegradables, electrónicos y nucleares, causan un caos planetario, a punto tal que el tema se ha transformado en una de las mayores preocupaciones mundiales de nuestros días. Por año, en nuestro planeta se producen treinta mil millones de toneladas de basura. En los países más desarrollados, la producción diaria de basura sobrepasa los tres kilos por persona.

      Hay tres acciones para disminuir los problemas que la basura acarrea: Reducir, Reutilizar y Reciclar. Las 3R puestas en práctica generan muchos beneficios, entre los que se destacan la disminución de la contaminación, el cuidado de la salud y la prolongación de la vida.

      Pensar que el producto recién salido de la mano del Creador era perfecto: todo era bueno, y en gran manera. Desdichadamente, el pecado se infiltró en el producto original. El ser humano elige degradarse a sí mismo y se transforma en una descomposición que genera frustración, dolor y muerte.

      En los días de San Pablo se castigaba al malhechor encadenando a su cuerpo la evidencia de su delito, es decir, un cadáver. Aplicando esto a la vida espiritual, Pablo exclama que es un miserable, ya que nadie lo podría librar de ese cuerpo de muerte. Felizmente, el mismo Espíritu que le permitió reconocer su situación lo llevó al remedio: Jesucristo, su esperanza.

      El plan de Dios también incluye las 3R. Él quiere Reducir, o deshacer, las obras del diablo. Él quiere Reutilizar este residuo que es nuestra vida como un canal que redistribuya el agua de vida. Y él quiere Reciclar la Tierra, para terminar con el caos planetario y la basura del pecado, transformando lo mortal en inmortal y lo corrupto en incorruptible. Será un reciclado total y definitivo.

      Somos miserables, pero alcanzados por Dios, transformados y utilizados por él, para terminar con el residuo del pecado y disfrutar la eternidad.

       ¡Gracias, Señor, por redimirnos, y reutilízanos como mensajeros de esperanza, para que pronto seamos reciclados para tu Reino!

      Sin condena

      “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).

      ¿Qué significa andar conforme a la carne? La palabra “carne” designa al cuerpo humano e ilustra lo exterior. También puede representar a los parientes y la comunidad. En un sentido moral, significa lo que está opuesto o enemistado con Dios, centrado en lo material y en lo temporal.

      Carnal es el hombre que se considera autosuficiente y cree que puede salvarse por sí mismo. Para Pablo, “carne” es un poder actuante en el ser humano, contrario al Espíritu de Dios. Andar en la carne es opuesto totalmente a andar en el Espíritu. Lo carnal no tendrá parte en la eternidad con Dios; sí el cuerpo, que será transformado en incorruptible e inmortal.

      ¿Qué implica andar en el Espíritu? Es caminar con Dios, así como lo hizo Enoc. Es ser guiados por el Espíritu, quien nos lleva a toda verdad, nos enseña todas las cosas, glorifica y revela a Cristo y nos conduce en todo el proceso de la salvación.

      El Espíritu nos convence de pecado (habilitándonos para creer en Jesús), nos convence de justicia (capacitándonos para vivir la vida cristiana) y nos convence de juicio (dándonos la certeza de la salvación y una oportunidad de producir una vida nueva: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza).

      Además, graba la Ley de Dios en nuestro corazón y nos da la seguridad de ser llamados hijos de Dios, dependientes, obedientes, fieles y misioneros.

       La carne y el Espíritu son dos naturalezas que luchan entre sí por dominar y dirigir nuestra vida, como una embarcación con dos motores que empujan en sentidos opuestos. El motor que alimentamos más es el que dará el rumbo.

      Nacemos con la enfermedad hereditaria del pecado, con inclinación hacia lo malo. La lucha y la victoria son permanentes. Tenemos que dar el alimento y el combustible diarios para hacer morir lo carnal y mantener siempre vivo lo espiritual. Alimenta tu espíritu, en lugar de tu carne.

      ¿Cómo hacerlo? El pastor Mark Finley destaca tres consejos prácticos para hacer más profunda y relevante la vida devocional:

       1-Leer con oración, conversando interactivamente con Dios.

      2-Leer y meditar en las últimas escenas de la vida de Cristo, tanto en la Biblia como en el Espíritu de Profecía.

      3-Tener un momento para compartir la devoción personal con otra persona, con una aplicación a la vida diaria.

       El evangelio nos ofrece la seguridad de que Cristo no vino a condenar a los pecadores sino al pecado.

      Muchas gracias, papá

       “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Romanos 8:15).

      “Abba” es una expresión aramea usada para indicar una estrecha relación entre el padre terrenal y sus hijos, que implica cariño e intimidad. Literalmente, significa “papá” o “papito”

      Luego, por extensión, “Abba” comenzó a usarse entre los cristianos para dirigirse a nuestro Padre que está en los cielos. El primero en aplicarla a Dios fue Jesús mismo, cuando dijo: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Mar. 14:36). Pablo la empleó en las cartas a los Romanos y a los Gálatas, para demostrar que somos hechos hijos de Dios gracias al sacrificio de Cristo.

      Lo que posibilita ese grado de intimidad es la obra del Espíritu, que nos guía, y nos adopta como hijos. Así, Pablo contrasta la servidumbre o la esclavitud con la libertad del hijo de Dios. Es decir, el Espíritu que nos guía nos asegura que somos aceptados

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