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conocemos nada de sus raíces, si están fuertes o débiles, si se alimentan de los materiales orgánicos de la tierra o están podridas.

      Cuando el viento fuerte arrecia, aquellos que no tienen sus raíces fuertes no solo se vienen abajo sino también arrastran con lo que encuentran a su paso. Pero los que tienen raíces fuertes, estos se sostienen soportando el vendaval y al final su victoria es permanecer erguidos, cuando muchos ya han caído. Lo que cuenta no es la apariencia externa sino la fortaleza de su interior.

      Así somos los seres humanos. Tenemos una apariencia en nuestro exterior que puede ser muy aceptable a los ojos de los demás, pero nuestra verdadera fortaleza está en el interior y es la que nos permite soportar con firmeza las tormentas que la vida nos depara.

      Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que separados de Él nada podemos hacer.

      Por eso la fuente de nuestra fortaleza está en Él y quien aprende a conocer al Señor envuelve su vida de Su presencia y camina con la convicción de que todas las cosas deben ser colocadas bajo la dirección de Aquel que proclamamos y de quien dependemos para poder vivir con seguridad.

      Antes de salir de tu casa en este día, acude primero ante Aquel que te ciñe de poder y te sustenta. El que renueva tus esfuerzas y te permite estar preparado/a para las batallas que afrontarás durante el día.

      Él es tu fortaleza y tu refugio y mientras avanzas en este día que Él te ha regalado, podrás experimentar Su presencia y estarás siempre firme. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza” (Salmo 46:1-3).

      Oración:

      Señor Jesús, en este día puedo reconocer que mi fortaleza no está en mí, sino que viene directamente de ti. Por eso Pablo me invita a fortalecerme en ti Señor y en el poder de Tu fuerza. (Efesios 6:10). Hoy quiero ser como ese árbol plantado junto a las corrientes de agua, porque si es así, estaré listo/a para dar fruto y todo lo que haga en este día será prosperado. Amén.

      Desatando ligaduras de impiedad

      “¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo?”(Isaías 58:6)

      ¿Te gustaría vivir una vida completamente libre de ataduras? ¿Serías feliz si nunca sintieras cargas de opresión de tal manera que pudieras vivir cada día de tu vida sin ese peso encima de ti? ¿Experimentarías un verdadero gozo si esa oscuridad en la que a veces vives, se convirtiera en luz, la preocupación se convirtiera en tranquilidad y sosiego y la gloria de Dios se manifestara continuamente sobre tu vida? ¿Has meditado en el porqué de tu debilidad espiritual o la sequedad que a veces tienes o el poco deseo de obedecer al Señor?

      En los tiempos de Isaías las tradiciones del pueblo se habían transformado de tal manera que todo estaba impregnado de pecado. Hasta los actos religiosos estaban llenos de orgullo, de vanidad y de apariencia.

      El Señor manda a Isaías: “¡Clama a voz en cuello; no te contengas! Alza tu voz como trompeta, y declara a mi pueblo su transgresión y a la casa de Jacob su pecado”. (Isaías 58:1)

      El Señor le dice a su pueblo: Me están buscando, pero me están buscando mal, están en pecado y están en rebelión.

      De pronto el pueblo se perdió, es decir, ya no respetaban a las autoridades, ni del gobierno, ni las espirituales, eso es rebelión. Tenían un pecado tremendo de orgullo.

      Se creían justos y decían que no habían dejado la ley de Dios. Estaban cumpliendo a su manera de ver, pero no se humillaban a Dios y no le preguntaban: “¿Señor voy bien en la búsqueda?”.

      Él no sólo quiere que cumplamos con ciertos requisitos religiosos; Él desea que toda nuestra vida refleje el amor de Dios.

      ¿Eres justo con los demás? ¿Eres honesto contigo mismo y con los que te rodean? ¿Pueden los demás confiar en ti? ¿Es tu vida tan clara que cualquiera puede saber lo que sea de ti?

      Hay muchas cosas en nuestra vida que son religiosas pero no necesariamente son cosas de Dios.

      No todo lo que se hace en su nombre le agrada a Él, porque en muchas ocasiones se hace solo para satisfacer un deseo personal, pero no para lograr un propósito de adoración.

      Por eso en este día regálate un tiempo para meditar en tu vida espiritual, ora, reflexiona y pídele a Dios que “examine tu corazón y te guíe en el camino eterno” (Salmo 139: 23-25).

      Oración:

      Amado Dios, mi oración en este día es para que me ayudes a descubrir cualquier área de mi vida que no esté conforme a lo que tú pides de mí. Examíname, permíteme entender si hay cosas que estoy haciendo equivocadamente y si es así, guíame de nuevo para que tome el camino adecuado de obediencia y santidad. Soy posesión tuya, enséñame entonces a conocer tu voluntad. Amén.

      El poder del amor

      “el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece”

      (1 Corintios 13:4)

      Joyce Vincent era una mujer inglesa de 40 años. Un día llegó a su apartamento donde vivía en Londres después de hacer algunas compras. Tuvo un derrame cerebral y murió. Su cuerpo fue encontrado dos años más tarde, cuando la empresa de arrendamiento forzó la puerta para cobrarle a la mujer que llevaba dos años de atraso en su pago. El televisor estuvo prendido por dos años y también la calefacción. Murió sola en un edificio de 200 viviendas, en el corazón de una ciudad de 7 millones de habitantes.

      ¿Por qué nadie la buscó? ¿Por qué nadie se interesó por ella? ¿Para quién había comprado los regalos que nunca entregó? Tenía hermanas y nunca preguntaron por ella. Tuvo un marido que nunca se preocupó por su paradero.

      Esta paradoja de Joyce Vincent nos muestra el terrible egoísmo de nuestra sociedad. Las grandes ciudades son multitudes de personas que no se interesan las unas por las otras, un cementerio de vivos que deambulan y donde se han perdido los valores de amistad, de familia, de vecindad. A veces no conocemos ni a los vecinos a pesar de pasar años separados tan solo por una pared.

      ¿Qué estamos haciendo para que estos valores sean promovidos?

      En un mundo cuyo lenguaje es de divorcio, desintegración familiar, padres solteros, hijos abandonados o compartidos, peleas de poder en los hogares, diferencias irreconciliables, incompatibilidad de caracteres, es refrescante y reconfortante encontrar a quienes aún manifiestan la unidad verdadera del amor sellado por la presencia del Señor en medio de ellos.

      Jesús trajo un mensaje de amor a este mundo, pero esta pequeña palabra se ha desvalorizado tanto que ya no sabemos ni siquiera definirla. Se habla de amor a primera vista, de amor por computadora, de amor por interés, de amor libre, de amor a medias, de amor propio, de amor fugaz, etc.

      Pero el verdadero amor es moldeado por Dios y es evidente en el mundo que nos rodea.

      ¿Cómo se aprende a amar?

      No tenemos que ir a un seminario, ni recibir cursos por correspondencia, ni leer libros de 7 pasos para llegar a amar. En realidad amar se aprende amando. Perdonar se aprende perdonando. Dar se aprende dando.

      La fuente del amor es Dios. Por lo tanto el verdadero amor es sagrado y El Señor se complace cuando ve a sus hijos manifestando ese amor que provino del cielo.

      En este día especial expresa un te amo con todo tu corazón y regocíjate en Aquel que murió en la cruz por amor a ti.

      Oración:

      Señor Jesús, al reconocer tu obra de amor por

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