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uno, como de producir ámbitos de confluencia entre ellos. Así, se busca aportar a la producción de una teoría indispensable para guiar el camino de la acción y de contar con conceptos que permitan comprender la práctica comunitaria urbana. Estos desbordan las estructuras y epistemes habituales que definen el urbanismo, en tanto que disciplina para el control del crecimiento y desarrollo de los asentamientos.

      La interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad son caminos indispensables hoy día para la comprensión de la vida urbana. Estas constituyen posibilidades abiertas e incluyentes para la investigación y se ubican en los bordes epistemológicos de los problemas, tal como lo demuestran las revistas científicas y conferencias internacionales alrededor de problemas de estudio provenientes del entrecruzamiento en diversos campos y áreas. Entre ellas se podrían nombrar: las ciencias de la vida, las ciencias de lo artificial, las ciencias urbanas, entre otras, teniendo en cuenta que todas confluyen en horizontes híbridos. Para el caso de este aporte, sería aquel espacio que la complejidad impulsa, promueve y constituye como un nicho vital para agenciar las relaciones de lo posible en la emergencia de la vida social y común. En nuestro objetivo, se trata de aportar nuevas teorías y prácticas para la comprensión de los sistemas sociales, incluidos los comunitarios.

      Nos planteamos el estudio de los sistemas sociales en sus tres composiciones: naturales, artificiales y humanos, lo cual implica una actuación conjunta en el campo de lo urbano. Es decir que, en la vida social en las ciudades, los tres tipos de sistemas sociales confluyen y es necesario y deseable propiciar su asociación. En primer lugar, estas denominaciones apoyan la unión entre ciencias naturales, ciencias sociales y humanas, haciendo énfasis en las congruencias y continuidades entre los distintos tipos de sistemas. En segundo lugar, se centran en su comprensión como sistemas de complejidad creciente, también llamados sistemas complejos adaptativos, los cuales nacieron en el espectro de ciencias como la física, la matemática, la biología y la computación. Sin embargo, muy pronto, las ciencias de la complejidad se abrieron como ciencias, dominios y dimensiones y volcaron su mirada hacia los sistemas sociales en general. Con lo cual el campo de las ciencias ya no es el de la naturaleza determinista o causalista, sino también, y especialmente, el de la sociedad. Así las cosas, se intenta romper la oposición entre naturaleza y sociedad, es decir entre ciencia y sociedad. No se trata de subsumir una en la otra, o sumarlas simplemente, sino encontrar otros puntos de comprensión en esa asociación.

      Debemos preguntarnos cómo los sistemas sociales coinciden con los sistemas urbanos, produciendo una ampliación del concepto de sistema urbano, en el que se incluye definitivamente a la gente en tanto que habitantes y actores centrales de la vida en las ciudades. Algo que parece obvio, pero que, sin embargo, no se encuentra ya en el centro de interés, por haber sido desplazado por los objetivos económicos y de producción del capital. De esta forma se daría una inclusión permanente de lo social, incluyendo las formas de lo común, o comunitario, y, en sentido más amplio, de lo humano y lo no-humano, incluyendo lo artificial (Hernández y Niño, 2010). Nos interesa llegar a un punto en el cual no se hagan distinciones entre los sistemas urbanos y los sistemas sociales, en el ánimo de lograr que los primeros realmente incluyan a los segundos. Así, un análisis sobre la ciudad implica más el estudio de las formas de habitabilidad que el estudio de su infraestructura, transporte, movilidad o unidades de vivienda, si bien están imbricadas unas en las otras. Hablar de “urbanismo” y de “habitabilidad” como dos elementos distintos, por ejemplo, supone una división y jerarquización que resulta insostenible a la luz de las teorías de la filosofía política, de los derechos humanos, o de la ecología. Así mismo, una división entre humanos y no-humanos es imposible si queremos lograr una condición más estable de la vida urbana y de la vida en general en el planeta. Esto se sostiene desde teorías en ecología artificial, producción política del paisaje, ecología política y avances en inteligencia y vida artificial, física, biología, matemática y computación.

      De esta suerte, cabe anticipar un enfoque sugerente, en donde el urbanismo ya no forma parte de las ciencias aplicadas o de las ciencias sociales y humanas de manera exclusiva, sino que entra en relación con las ciencias de la complejidad, en donde no se establece una diferencia cortante entre las ciencias naturales y las ciencias sociales y en donde se incluyen igualmente las ciencias sociales no humanas. De este modo, se retoma la propuesta de la tercera cultura, en la cual se eliminaría la oposición entre las dos culturas precedentes, la de las ciencias exactas y la de las ciencias sociales, para buscar una tercera cultura, la cual se comprende como una nueva alianza entre las dos anteriores. Esto ha sido expuesto en La nueva alianza: metamorfosis de la ciencia de Ilya Prigogine e Isabelle Stengers (1990).

      Complejidad de la ciudad para comprender los sistemas sociales artificiales

      Cuatro aspectos son fundamentales para el entendimiento de este enfoque de la termodinámica y de la complejidad, que serán esenciales para la comprensión de la nueva forma de la ciudad, como ejemplo de la nueva alianza. El primero de ellos es el reconocimiento de la importancia del tiempo, en particular de la flecha del tiempo, es decir, el conocimiento de que el devenir del tiempo se mueve siempre hacia adelante y de la imposibilidad de volver al pasado, de deshacer los hechos. Se trata de un tiempo no entrópico negativo, de un tiempo de producción de vida y de creatividad, no de destrucción. En este sentido, los principales hallazgos de Ilya Prigogine, según los cuales el cuarto principio de la termodinámica no trata de la entropía negativa, son fundamentales para lo descrito con anterioridad. La principal implicación de este descubrimiento muestra que no todo estaría tendiendo hacia la destrucción conforme avanza el tiempo, sino que, al contrario, en los sistemas complejos adaptativos o los sistemas fuera del equilibrio, el tiempo es un factor de creación y de posibilidad. Es en este sentido que intentamos entender la ciudad como sistemas sociales artificiales, humanos y no humanos, naturales y artificiales. Estos producen o pueden producir creación y posibilidades de futuro, no un futuro como promesa o planeación, sino uno múltiple como horizontes amplios de tiempo: en síntesis, se trata de opciones y adaptaciones36 (Niño, 2016).

      El segundo fundamento está relacionado con el trabajo con sistemas, fenómenos y comportamientos complejos directamente. Este segundo fundamento implica necesariamente a aquel mencionado más arriba, en tanto involucra la existencia de tiempos plurales, de densidades temporales diferentes. La ciudad es un sistema complejo autoorganizado, cuyas cualidades principales son la adaptación y la emergencia. Estas se despliegan a través de comportamientos, para resolver problemas sin recurrir a una estructura centralizada o jerarquizada descendente. En cambio, se parte de la base, en este caso socio-urbana, donde puede emerger espontáneamente un comportamiento colectivo plausible. Jane Jacobs (1993), teórica del urbanismo, ha estudiado este tema en la formación de los barrios urbanos, en cuanto la hibridación entre orden y anarquía evidencia su comprensión como sistemas emergentes. Estos, ante la falta de un plan predeterminado, operan como una red interconectada que mantiene la vida cotidiana. Steven Johnson (2001), presentó la aplicación del concepto de sistemas emergentes a la realidad de las ciudades y, a su vez, a otros tipos de sistemas que no siguen leyes determinadas, pero se organizan exhibiendo un comportamiento inteligente. La pregunta por las condiciones de posibilidad de lo anterior encuentra sus respuestas en la teoría evolutiva, la neurociencia, la informática y el urbanismo, que lo plantean como una visión alterna de ciudad para el futuro. Como ejemplos concretos de estos enfoques se encuentran los “parques verticales” de Adrian Geuze en Nueva York, y los “paisajes típicos” de Winy Maas, expuesto en el pabellón de Holanda en la Exposición Universal del año 2000 con sede en Hannover37. Se trata de un sistema o un conjunto de sistemas que puede alcanzar una complejidad creciente dependiendo de su grado de libertad. Este sería el rasgo principal de la complejidad, que lo diferencia del pensamiento sistémico. Ahora bien, un segundo rasgo característico está relacionado con su capacidad para medir y establecer posibilidades plausibles en términos científicos, a partir de sus hallazgos y, especialmente, sobre su avance en términos de aumento de la complejidad. ¿Por qué es deseable que aumente la complejidad en un sistema? Ciertamente porque aumenta su posibilidad de supervivencia. Se puede tomar como ejemplo la existencia de una comunidad: aquellos elementos triviales o poco complejos de las estructuras sociales tienden a no adaptarse y desaparecer. En este sentido, en un sistema social urbano es deseable que se construya un grado de complejidad tal que le impida su obsolescencia temprana (Hernández y Niño,

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