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Niño y Hernández-García, 2018).

      En la época contemporánea, las relaciones con la vida y las transformaciones de las ciudades14 corresponden a las escalas temporales y a las alternativas de encuentro con la información. Esto tiene para los habitantes una serie de implicaciones relacionadas con la habitabilidad y sus afectaciones en la calidad de vida15; sin embargo, este proceso, en términos de lo común, conlleva al cambio y a la adaptación de parte y parte, de forma biunívoca, tanto de la gente como de las dinámicas que se movilizan para generar estas transformaciones.

      Los procesos de adaptación exploran, entre otras cosas, las relaciones de la convivencia, el tema de lo colectivo y la cooperación entre los miembros de una comunidad y la relación de ellos con otras comunidades y con otros habitantes de las ciudades. Estos vínculos ahora se producen también a distancia, a través del uso de internet y de las redes sociales. Es decir, que no solamente se dan entre la gente que comparte un mismo espacio físico, un barrio, una zona geográfica, sino además se dan con personas separadas espacialmente. La observación de los impactos de estas tecnologías y en especial de las condiciones de la información han sido objetos de particular interés, específicamente por su relación con las crisis estructurales del capitalismo16, en tanto ambos tienen repercusiones en las condiciones sociales de los ciudadanos y sus entornos.

      Es necesario destacar la situación de lo tecnológico, que llamaremos de ahora en adelante lo artificial, en la configuración de los entornos urbanos17, pues es importante describir cuáles son los rasgos de las relaciones en red, qué es lo que se puede medir y cómo identificar los patrones estructurales de difusión de la información. Además, es interesante observar cómo el trabajo en redes, a través del uso de dispositivos tecnológicos, apoya los procesos de innovación social, dado que este trata de un proceso cambiante en los ecosistemas (sociales, urbanos, artificiales y naturales) y en la manera como se exploran los nodos de redes inmateriales y de sus interconexiones18.

      La ciudad es entendida como un macroorganismo vivo, en el sentido de comprender sus formas de interacción a la manera del comportamiento de lo viviente. Esta alusión cimienta las bases del concepto de paisajes artificiales e informales y posibilita pensar de otras maneras el espacio público. Ahora bien, para lo anterior es importante considerar la inserción de los campos electrónicos, tecnológicos y computacionales19, los flujos y los códigos, las perspectivas info-tecnológicas, entre las cuales se encuentra la cuántica20. Estos campos, que van de la mano con las tecnologías de la información y la comunicación, suelen ser incrementales, es decir van creciendo, aumentando su capacidad, velocidad de procesamiento y de distribución de forma no lineal y en red. Así las cosas, a través de ellos podemos analizar los fenómenos sociales urbanos como horizontes de sucesos, así como estudiar los problemas de los entornos urbanos que se han vuelto comunes en todo el planeta.

      A partir de estas consideraciones, las transformaciones culturales comunitarias se han ampliado al contexto planetario, en el que se incluye lo local en redes y en niveles cosmológicos. Dichas transformaciones ya no se circunscriben a los ámbitos geográfico o físico-espacial, sino que habitan en las interconexiones del tiempo. Se trata de ampliar la escala y el horizonte temporal del lugar donde se producen las relaciones entre la gente, yendo más allá de las nociones topológicas tradicionales.

      Por tanto, el concepto de espacio público21 hoy contempla dimensiones planetarias22 y temporales, así como horizontes geográficos y tecnológicos. No menos relevante es la diversidad de retos ambientales, políticos, sociales y económicos a partir de los cuales se interrelacionan hilos conductores con los entornos comunitarios. Una de las maneras es identificar los procesos de emergencia social,23 es decir, de aparición de la sorpresa y de conformación de tejido social de manera autónoma e imposible de anticipar por parte de los habitantes mismos. Por este motivo, son los fundamentos de la termodinámica24, de los sistemas no lineales y de la complejidad de los entornos habitables urbanos25 los que posibilitan dicha identificación. La diversidad social puesta en términos de la enorme multiplicación de acciones y de opciones de vida en lo cotidiano no se puede comprender por medio de las formas habituales de planeación y medición. A lo cual se le debe sumar la diversidad en los ecosistemas ambientales formados por otras especies vivas, por los no humanos y por la vida artificial26. Un abordaje de esta envergadura y de tal amplitud, lo plantea hoy día la ecología artificial, la hibridación de las energías y un conjunto de cambios culturales, cuyo uso distribuido del conocimiento y los aprendizajes compartidos trasciendan la noción local y física del territorio, el espacio construido, las políticas públicas y sociales y la gestión urbana.

      Adaptaciones y transiciones urbanas

      Los entornos comunitarios forman parte de los entornos urbanos y pueden asimilarse como paisajes artificiales e informales, debido a la dimensión tecnológica y del hecho de que las fronteras entre ambas son borrosas, tanto a nivel conceptual como fáctico. En cualquier caso, estos han sido considerados como sistemas abiertos, los cuales se han hecho cada vez más complejos a nivel social y político en las interrelaciones de lo local y lo global. Es interesante explorar qué tipo de adaptaciones sociales, tecnológicas, científicas y cognitivas están emergiendo respecto a estos entornos y a los agentes que se vinculan como transformadores en los procesos interactivos, analógicos y digitales a partir de los cuales se producen redes comunitarias para las prácticas sociales.

      En este sentido, las transiciones urbanas se proponen como lectura de los cambios para comprender el entorno urbano. Es importante reconocer que estamos asumiendo y adaptando campos electromagnéticos27 a través de los cuales se propician intercambios, nomadismos y flujos de conocimientos, saberes y prácticas. Estos flujos circulan a diferentes escalas y constituyen los fundamentos de las ecologías artificiales que, a su vez, configuran paisajes artificiales a través de los cuales se dan formas extraordinarias de ver y hacer el mundo mediante imágenes en permanente hibridación.

      Entender los entornos comunitarios urbanos como sistemas complejos adaptativos implica comprender su naturaleza no lineal, resultado de las combinaciones y emergencias de la vida, de los flujos en tanto consumidores, abastecedores y procesadores de cada uno de sus habitantes y de la amplia diversidad cultural y biológica que configura el entorno habitable28 (Hernández, Niño, Hernández-García, 2018). En tal sentido, el proceso creativo puede ser un recurso plausible que emerja de las organizaciones sociales, pensadores, artistas o proyectos a través de los cuales se construyan alternativas de cambio para el entorno social, paisajístico y en donde exista una búsqueda por ampliar y posibilitar la vida en conjunto.

      Las ecologías artificiales son aquellos entornos que se comportan como conjuntos diversos, conformados por distintos actores y que propenden hacia condiciones de adaptabilidad y preservación de la vida en su medio. En ellos, un agente adaptable tiende a la autorreparación incluso de la vida cotidiana, del saber hacer, del saber consumir y del saber desechar. Por ejemplo, saber consumir implica saber desechar menos. Así se obtendrá una menor cantidad de residuos y, por tanto, una mejora en la calidad del paisaje natural y del entorno que nos rodea, el cual tendrá mejores alternativas para la generación de oxígeno o germoplasma para todos los sistemas vivos que dependemos del carbono. Asimismo, se podrá pensar en la experimentación de metamateriales o materiales artificiales que se puedan emplear en la configuración de estructuras y elementos creativos en el entorno urbano.

      Redes comunitarias y tecnológicas

      Estas redes son significativas para las transformaciones culturales de un entorno comunitario. Su conformación connota la importancia de la diversidad y la complejidad de las características sociales, de la autoorganización de los agentes adaptables y de actores con respecto a la transformación comunitaria29. Lo anterior significa que una red se forma de nodos inteligentes, es decir, es ecológicamente viable en cuanto a sus principios de participación, evolución y consecución de lo común30 (Hernández et al., 2018).

      Un eje de análisis importante para las comunidades es la construcción permanente de metodologías abiertas para el aprendizaje social y las emergencias del nuevo conocimiento. Esto surge como una inquietud en la interpretación de patrones y rasgos del conocimiento

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