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de sanar.” (Hellinger, 1999, p. 90).

      El facilitador y su trabajo se vuelven entonces un medio a través del cual algo mayor actúa. En el Libro de la perfecta vacuidad (Lie zi, 1987, p. 45) se dice:

      “Al actuar la forma, no surge otra forma, sino una sombra; al actuar el sonido, no surge otro sonido, sino un eco; al actuar el vacío, no surge vacío, sino el ser”.

      Una manera de ver una constelación es considerarla un ritual a través del cual, parafraseando la cita anterior, un cliente, con la ayuda de un facilitador, se reconecta con el vacío con la esperanza de que de ello surjan nuevas maneras de ser.

      Cerrando el círculo: “la constelación”

      El último eslabón que falta, que hasta ahora ha estado implícito, y que se coloca en el centro de la relación entre facilitador y cliente dando sentido a todo el modelo, es la constelación en sí misma (se puede poner también “la ayuda”, que es más abstracto, ya que no toda ayuda desemboca en una constelación); la llamaremos “CO”:

      Fig. 13

      El paralelismo entre los rituales chamánicos y las constelaciones es patente en varios elementos comunes, muchos de los cuales han sido puestos de manifiesto por Daan van Kampenhout (2004, cap. 3). A nosotros nos interesa, sobre todo, de dicho parecido, el hecho de que una constelación es una representación (realizada en un espacio ritual que no tiene que ver con distancias físicas, y abstraída del tiempo) de elementos y relaciones que pertenecen a un nivel de realidad diferente (al cual solemos llamar “la realidad”), con la esperanza de influir en este último. En común con el chamanismo, por tanto, tiene el recurrir (o metafóricamente, viajar), con la guía de alguien experto, a un nivel de realidad más profundo para encontrar soluciones a los problemas que tenemos en la realidad ordinaria. Así (Harner, 2016, p. 107):

      “Los chamanes no son solo personas contemplativas, sino también de acción. Cuando se les necesita, sirven a la comunidad trasladándose a la realidad oculta”.

      Según Kampenhout (2004, cap. 3), una de las diferencias entre las constelaciones sistémicas y los rituales chamánicos es que las primeras apenas requieren preparativos, mientras que los segundos exigen muchos, entre ellos la preparación del espacio mediante la colocación de altares y ciertos elementos en diversos lugares. No obstante, al introducir “la constelación” en el centro del alineamiento, tomamos conciencia de que los distintos focos y campos con que Hellinger rodea a ésta son una suerte de equivalente de los preparativos externos del chamán. Los elementos del alineamiento son, para él, los “altares” interiores con los que prepara el ritual. Esos “altares” tienen la misión de precisar la dirección del trabajo, pero también de convocar a los grandes poderes de los que depende, si ésta es posible, la solución: los antepasados, la Vida y la Muerte, el Destino, el Espíritu más allá de todo... Se trata de poderes que sostienen tanto al facilitador como al cliente, y con los cuales el primero ayuda al segundo a conectarse:

C:\Users\Usuario\AppData\Local\Packages\Microsoft.MicrosoftEdge_8wekyb3d8bbwe\TempState\Downloads\fig16 (1).png

      Fig. 14

      Cuando el facilitador está alineado y coloca en el centro de todos los demás focos y campos a “la constelación”, se encuentra mejor situado para ayudar al cliente a renovar (o “purificar”, como dice Hellinger, 2003, p. 23) sus imágenes internas. Entonces la constelación se carga de poder y desde algo infinito sucede lo principal. El facilitador se retira humildemente ante eso, pero en el nivel que le corresponde hace lo que le toca: levantar con esmero sus altares. Como dice un haiku de Buson (2007):

      Canta el ruiseñor

      con su pequeña boca

      inmensamente abierta

      Referencias bibliográficas:

      Buson, Y. (2007). Alada claridad. Valencia: Pre-textos.

      Guerrero, M. (2018). Contribuciones al alineamiento interno del facilitador: modelando a Bert Hellinger. Asociación Española de Constelaciones Familiares y Sistémicas (AECFS).

      Harner, M. (2016). La senda del chamán. Barcelona: Kairós.

      Hellinger, B. (1999). La punta del ovillo, terapias breves. Buenos Aires: Alma-Lepik.

      Hellinger, B. (2003). Imágenes que solucionan. Buenos Aires: Alma Lepik.

      Hellinger, B. (2006). El intercambio, didáctica de constelaciones familiares. Barcelona: Rigden-Institut Gestalt.

      Hellinger, B. (2008). El manantial no tiene que preguntar por el camino. Buenos Aires: Alma Lepik.

      Hellinger, B. (2008). La verdad en movimiento. Buenos Aires: Alma Lepik.

      Hellinger, B. (2012). Los órdenes de la ayuda. Buenos Aires: Alma-Lepik.

      Ingerman, S. (2008). Shamanic journeying, a beginner´s guide. Boulder, Colorado: Sounds True.

      Kampenhout, D. (2004). La sanación viene desde afuera. Chamanismo y Constelaciones Familiares. Buenos Aires: Alma Lepik.

      Kampenhout, D. (2007). Las lágrimas de los ancestros: la memoria de víctimas y perpetradores en el alma tribal. Buenos Aires: Alma Lepik.

      Kampenhout, D. (2012). “Shamanic Rituals”Interview by Renate McNay. (Vídeo). Londres: Conscious TV.

      Lie zi (1987). El libro de la perfecta vacuidad. Barcelona: Kairós.

      O´Connor, J. y McDermott, I. (1998): Introducción al pensamiento sistémico. Barcelona: Urano.

      Schäffer, E. (2017): Constelaciones kármicas: viaje del alma en el mar de la noche. Madrid: Mandala.

      Sheldrake, R. (1981): Una nueva ciencia de la vida. La hipótesis de la causación formativa. Barcelona: Kairós.

      Wesselman, H. y Kuykendall, J. (2004). Spirit medicine: Healing in the sacred realms. Carlsbad, California: Hay House.

      Más allá de la técnica:

      La actitud de los y las profesionales de ayuda

      Maria Carme Hernández

      Hace algún tiempo ya me pidieron que preparara una ponencia para la clausura del Máster de Mediación organizado por el Ilustre Colegio de Abogados de Valladolid y yo decidí hablar sobre la actitud de los y las profesionales de la mediación. En estos momentos me vuelvo a plantear el tema y me doy cuenta de que, aunque a lo largo de estos años he ido incorporando nuevas herramientas a mi profesión, la esencia sigue intacta: lo que marca la diferencia, lo que aporta verdaderamente excelencia no es el qué sino el cómo y, sobre todo, el desde dónde. No es la técnica que aplicamos sino cómo la aplicamos -y muy especialmente desde qué lugar lo hacemos- lo que nos convierte en buenos y buenas profesionales. A eso es a lo que he denominado actitud, y lo que voy a presentar en este escrito es una reflexión sobre el cómo y sobre el desde dónde, es decir, sobre la actitud.

      Debo aclarar antes de empezar que, aunque en muchos momentos, por enfocarme en uno de los colectivos con los que trabajo, hable de mediación, lo que voy a exponer es absolutamente aplicable y extensible a cualquier profesión de ayuda, por supuesto la terapia y, desde luego, el trabajo sistémico y de constelaciones. Así que, en adelante, cada vez que aparezcan las palabras “mediador o mediadora”, “mediación” o “mediar”, invito a los y las profesionales que lo lean a trasladarlo a su propio ámbito de trabajo.

      En primer lugar me parece interesante destacar que, cuando pensamos en aprender a mediar, normalmente en lo que estamos pensando es en la técnica. Y una vez acabada la formación, lo que nos suele preocupar es si sabremos aplicarla: si podremos encontrar las preguntas adecuadas, si seremos capaces de sacarlos de las posiciones para descubrir los intereses y las necesidades, etc. Sin embargo, hay toda otra parte que no se suele enseñar y que se deja ahí apuntada para que cada uno la trabaje como pueda. Me refiero a la actitud de la persona mediadora, desde mi punto de vista, la clave de la mediación.

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