Скачать книгу

hasta donde sea posible.

      La actitud durante la sesión

      Y con esto llegamos ya a la actitud durante la sesión. Y las claves de esa actitud, según mi criterio, se podrían resumir en dos puntos.

      En primer lugar, como no sé con lo que me voy a encontrar, mi actitud debe ser totalmente receptiva, sin ideas preconcebidas, sin planes, sin estrategia. Aunque me hayan derivado la mediación judicialmente y me hayan explicado el caso, aunque las propias personas interesadas me hayan explicado por teléfono cuál es el problema, yo empiezo siempre de cero, sin ningún tipo de planificación. Y a partir de ahí, estoy presente para ellas, escucho y confío: por una parte, confío en que ellas, como dueñas del proceso, son las que mejor saben lo que necesitan y ya me irán dando pistas sobre cómo conducirlo y, por otra parte, confío en que tengo los recursos y los conocimientos suficientes para gestionar lo que vaya surgiendo. Y no pienso si ahora toca una pregunta circular o si es mejor reflejar o sintetizar, simplemente confío en que sé cosas (aunque no lo sepa todo) y en que, cuando sea necesario, saldrán. Y me relajo, y desde esa relajación puedo estar totalmente presente para ellas. Si mientras ellas hablan, yo estoy preocupada en lo siguiente que voy a decir, pierdo la conexión con ellas y conmigo misma. Mediar o trabajar como consteladora significa improvisar continuamente y, para eso, necesito estar muy atenta a ellas y a mí misma. Y, claro, eso implica muchas veces saber esperar, no tener prisa y no ponerme nerviosa si no sucede nada o si suceden tantas cosas que no sé cómo abordarlas. Yo estoy ahí para ellas y sostengo el proceso sin presión ni estrés porque solo así puedo escuchar mi interior, que es el que sabe perfectamente cuándo debo intervenir y cómo.

      Y vaya este ejemplo como una pequeña muestra de lo que acabo de exponer. Hace unos días, en una sesión de mediación, las partes se encontraban totalmente enrocadas en sus posiciones, no había manera de avanzar. Yo estaba escuchándolas discutir, empezando a considerar incluso la posibilidad de cerrar la sesión cuando, de pronto, me escuché a mí misma diciendo en voz alta: “Me gustaría hablar con cada uno de vosotros por separado 10 minutos, ¿os parece bien?” Y digo que me escuché a mí misma porque esta es una práctica que yo no suelo hacer, y menos aún en medio de la sesión, así que estaba como desdoblada entre una parte mía que me andaba diciendo: “pero qué haces, si así no es como trabajas, si no va a servir de nada…” Y la otra que se había adelantado a pedir algo ciertamente inusual. Pero como ya lo había verbalizado, seguí adelante con ello. Pues gracias a ese movimiento, se desbloqueó la sesión y pudimos seguir trabajando. Y explico esto porque, si yo hubiese planificado una estrategia, es muy poco probable que hubiera considerado una interrupción en medio de una sesión, sencillamente porque no es lo que suelo hacer. Sin embargo, para mi propia sorpresa, eso fue lo que salió, desde el vacío, desde la presencia, desde la escucha y desde la confianza. La magia solo se puede dar cuando generamos el espacio y ese espacio solo podemos generarlo cuando nos entregamos y confiamos.

      La segunda cuestión fundamental en la sesión es sentir un profundo respeto por las partes, sean como sean, hagan lo que hagan, digan lo que digan. Y para ello es importante conocer un poquito más a fondo cómo funcionamos las personas, porque así nos damos cuenta de que, en realidad, en la vida hacemos siempre lo que podemos y lo mejor que sabemos. Por ejemplo, un padre que le da una pequeña bofetada a su hijo porque ha salido corriendo con el semáforo en rojo está haciendo en ese momento lo único que sabe y que puede. Y yo no me planteo si está bien o mal lo que hace, en mi “actitud mediadora” yo me planteo simplemente qué le debe de estar pasando, cómo se debe de estar sintiendo: quizás tenga mucha rabia porque se lo hace diez veces al día y probablemente tenga mucho miedo porque sienta que la vida de su hijo corre peligro. Y me quedo con eso y no valoro ni juzgo la acción porque a lo mejor ese padre ha sido educado así o a lo mejor está cansado de decírselo por las buenas y piensa que ese es el único recurso que le queda y, en definitiva, está en juego la vida de su hijo, quién sabe el porqué. Y quizás a mí no me guste porque yo tengo otros criterios, porque me han educado de otro modo o sencillamente porque mis hijos no me lo han hecho nunca y no puedo saber lo que se siente, pero lo que es fundamental es ser muy consciente de que lo que yo piense no importa en absoluto, lo importante es que yo sepa que hay motivos para que él actúe de ese modo, y buscarlos. Posiblemente captar el miedo que ha sentido el padre en ese momento nos ayude a entender la situación, a respetarlo y a no juzgarlo, aunque pensemos que actuaríamos de otro modo, pero si no consigo entender lo que lo mueve porque me falta información o porque no sé verlo, entonces hago un esfuerzo aún mayor y lo respeto de todos modos porque sé con total certeza que las cosas siempre, siempre, siempre, las hacemos por algo.

      Por tanto, ir un poco más allá y saber y entender por qué cada persona actúa de una manera y no de otra, es básico en nuestra profesión, muy especialmente de cara a conseguir la tan codiciada “imparcialidad”. En realidad, si yo respeto profundamente a las partes, la imparcialidad ya no me preocupa en absoluto, aunque me sienta más cercana a la manera de actuar de una de ellas.

      Y, por supuesto, durante la sesión no olvido en ningún momento mi actitud de servicio: me sitúo internamente en ese segundo plano y así no tengo la tentación de pensar que soy importante para el proceso.

      A partir de ahí, si utilizo el humor o no lo utilizo, si soy más o menos cercana, si dejo o no dejo que alcen la voz, etc., eso ya depende de la manera de ser de cada profesional, de nuestras propias limitaciones y de las circunstancias, y seguramente irá cambiando con la experiencia, pero el respeto, la presencia y la actitud de servicio no pueden faltar en ningún caso.

      ¿Cómo?

      Y, claro, ¿cómo se consigue todo esto?

      Pues, para empezar, con mucha calma, poco a poco, es un proceso que hay que disfrutar. No va de hacer un intensivo de tres meses sobre actitud y listos. Quizás también esté bien ir al intensivo, pero, sobre todo, de lo que se trata es de observarse, de disfrutar con los avances y de aprender de los supuestos errores que, en realidad, nunca lo son porque son simplemente fases del proceso de aprendizaje.

      Pero, a efectos prácticos, desgraciadamente no es habitual recibir formación sobre cómo trabajar la actitud y se suele dejar al criterio y a la voluntad de cada cual.

      En mi caso particular puedo decir que utilizo, practico e intento perfeccionar algunas herramientas que hace años que conozco y que me resultan muy útiles para dar fuerza a esa actitud y a esa mirada.

      En primer lugar, por ejemplo, la meditación me ayuda a fortalecer la presencia. En mi caso era una asignatura pendiente porque lo intentaba y lo intentaba y no había manera de conseguirlo hasta que di con una modalidad más adecuada para mí. Hay personas que tienen la capacidad (admirable, desde mi punto de vista) de sentarse en silencio y meditar, sin más. Otras, como es mi caso, necesitamos un poquito más de acción y existen algunos tipos de meditación que prevén una pequeña etapa de movimiento seguida de unos minutos de quietud. Hay muchas técnicas de meditación y cada persona debe escoger la que más le encaje, pero, si no queremos entrar en técnicas, simplemente cocinar, limpiar o pasear con la atención puesta en lo que hacemos, es más que suficiente. Se trata simplemente de conseguir estar pendiente de lo que está pasando, de lo que estoy haciendo: cocino disfrutando con lo que hago, concentrada en los ingredientes, en los olores y sabores, pendiente exclusivamente de eso y sin pensar si debería estar lavando o preparando un informe o haciendo los deberes con mis hijos. Solo cocino. Y cocinar solo es un ejemplo. Esta mañana, sin ir más lejos, estaba en el gimnasio un rato, en una máquina, y me había propuesto trabajar media horita. Y a mí no me gusta escuchar música ni mirar pantallas en el gimnasio, así que simplemente miraba la sala, me fijaba en cómo se sentían mis piernas y, en un momento dado, he recordado una bonita meditación que me enseñaron hace unas semanas en Montserrat y me la he ido repitiendo. Luego he subido a la piscina y me he sentado en el borde a ver el agua y los niños jugando y bañándose, sin hacer nada, solo sintiendo el agua y viendo a los niños jugar. Y me he sentido absolutamente privilegiada de poder disfrutar de esa horita antes de volver al trabajo. Y he vuelto de otra manera, completamente en paz. Hacer cosas así en la vida diaria es un entrenamiento perfecto para aprender a mantenerse presente en las sesiones de trabajo.

      Además, desde hace ya algunos años estudio Astrología, y la Astrología

Скачать книгу