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La buena práctica en las constelaciones sistémicas. Peter Bourquin
Читать онлайн.Название La buena práctica en las constelaciones sistémicas
Год выпуска 0
isbn 9788418575198
Автор произведения Peter Bourquin
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Más allá de la comprensión teórica:
interactuando con el modelo
El lector puede ir más allá de la mera comprensión teórica (dice un refrán de Nueva Guinea que “el conocimiento es sólo un rumor hasta que está en el músculo”) ayudándose de pequeñas piedras o figuras que representen los distintos elementos del modelo, con las cuales puede ir haciendo lo que va leyendo. Para ello, es especialmente importante que ponga en cada una de dichas piedras o figuras la intención de lo que representan, igual que lo hace un facilitador cuando saca un representante. De ese modo se podrá, al menos en parte, experimentar interiormente la propia interacción con los elementos del modelo, así como de estos entre sí, a la manera de una auto-constelación. Para una asimilación más profunda y detallada, puede recurrirse al abanico de prácticas incluido en el trabajo de investigación arriba mencionado (Guerrero, 2018) o solicitar el taller diseñado por el autor para tal fin. Se encuentra actualmente en redacción, así mismo, un libro eminentemente práctico sobre el tema.
Distinciones previas a la exposición del modelo:
función de los elementos
El modelo, como ya se adelantó, se compone de un conjunto de elementos de diferente tamaño o nivel de abstracción en relación con los cuales el facilitador se ordena (se alinea, diremos desde ahora) interiormente. No obstante, ese orden sólo tiene sentido cuando se comprende la función que dichos elementos cumplen. Tal función es doble y simultánea:
1 Los elementos del modelo son focos. Un foco, en el presente modelo, es aquello que se incluye en la “mirada” interior del facilitador, proporcionando una dirección a la atención y la intención de éste. Cuando algo se incluye como foco, se convierte en un filtro que ayuda a percibir (en un sentido amplio, que incluye desde el “comprender” hasta el “sentir” y el “intuir”) en qué medida es relevante cada cosa para el trabajo. Por ejemplo, cuando el cliente expresa una demanda clara y el facilitador la incluye en su “mirada” interior, ésta proporciona una dirección precisa al trabajo, y concreta el marco en el que se desarrollará el encuentro entre ambas personas.Dicho sea de paso, y dado que a veces se dice que el facilitador debe actuar “libre de intención”, cuando hablemos de “la Gran Alma”, se verá que dicha intención del facilitador queda incluida y trascendida en algo mucho mayor, pero eso no significa que en el nivel que le corresponde no cumpla una función: ¿cómo podría, si no, llegar siquiera a acordar una fecha para un taller o una sesión?
2 Los elementos del modelo son campos. Dicho con más precisión, son campos espirituales con los que el facilitador sintoniza, del mismo modo que lo hace un representante en una constelación con la persona o la entidad representada. La expresión “campos espirituales” la hemos tomado del propio Hellinger (2008, p. 129):“Quisiera decir algo sobre los campos espirituales. Un campo, en su acepción primera, es un sector circunscrito con límites fijos en el que se siembra y cosecha algo especial. En un sentido figurado, un campo también es un sector circunscrito con límites propios en el que sucede algo especial. En este sentido hablamos, por ejemplo, de campos de trabajo o de campos de energía, como un campo electromagnético. Estos campos tienen en común que tienen un alcance determinado y que dentro de sus límites ocurre algo especial. ¿Existen los campos espirituales? Aquí espiritual adquiere el sentido de que lo especial que ocurre en ellos no es mensurable. Sin embargo, algo ocurre en ellos y también ellos son delimitados. Por lo tanto, espiritual, aquí, no debe ser comprendido en su sentido más amplio, por ejemplo, en el sentido de la fuerza creadora de origen, la que suponemos o a la que nos imaginamos ordenando y guiando en todo momento. Los campos espirituales a los que me refiero se pueden experimentar.”
Cualquier persona familiarizada con las Constelaciones Sistémicas ha podido experimentar alguna vez, como representante, que entidades como “la vida”, “el dinero”, una casa o una enfermedad tienen algún tipo de conciencia con la que podemos sintonizar. Una manera de pensar en lo que sucede en esas ocasiones es que “entramos en su campo”. Por otra parte, lo que acabamos de referir no es algo exclusivo del trabajo de constelaciones: en las distintas tradiciones chamánicas del mundo es una constante la afirmación (y la experiencia) de que todo tiene un “espíritu” o “alma” (Ingerman, 2008, p.8; Kampenhout, 2012) con el que podemos establecer comunicación y hasta “hacernos uno”. A su vez, la hipótesis de los campos mórficos de Rupert Sheldrake (Sheldrake, 1981) ofrece, desde la mirada de la ciencia, un intento de dar explicación al fenómeno.
Cuando en las líneas que siguen se detallen los elementos del modelo, se verá que la capacidad de alinearse adecuadamente en relación con los mismos, incluyéndolos como focos y simultáneamente sintonizando con ellos como campos, constituye un meta-conocimiento que enriquece los recursos de los que dispone el facilitador.
Los elementos: el eje básico
El eje básico sobre el que se sustenta todo el modelo es la relación entre facilitador y cliente. Nótese que se trata de una relación entre sujetos que asumen determinados roles. Los términos que denotan dichos roles (“facilitador” y “cliente”), al ser más específicos que la palabra “persona”, llevan implícita cierta gama de conductas, actitudes y expectativas (por ejemplo, que la ayuda es una relación de igual a igual y entre adultos), y concretan el marco dentro del cual va a desarrollarse el encuentro entre ambos. Por tanto, una vez instalado en su propio rol, el primer foco que el facilitador (“F” en la figura) debe incluir en su “mirada” interior es el que llamaremos “el cliente”, que representaremos como “C” (hay quien, a esta segunda palabra, prefiere otras, como “consultante”, “ayudado” o “paciente”, lo que no altera el funcionamiento del modelo):
Fig. 1
Pero “el cliente” (recuérdese lo arriba explicado sobre la doble función foco-campo de los elementos del modelo) no es sólo un foco al que se dirigen la atención y la intención del facilitador, sino también un campo con el cual éste se pone en sintonía. Alrededor de esa doble conexión con el cliente girará, como veremos, el resto del alineamiento interno del facilitador.
Precisando más la relación con el cliente:
“la demanda”
Una vez establecidos los roles respectivos que enmarcan la relación de ayuda, se hace necesario precisar el objeto de ésta. No se constela el cliente entero, sino algo que él expone y que pasa a ser un segundo foco, más específico, que debe incluirse en la atención del facilitador matizándola. Ese algo es “la demanda” del cliente (representada por “D” en la figura), aquello que para él constituye un problema y acerca de lo cual desea encontrar solución:
Fig. 2
Tanto “C” como “D” son focos-campos que el facilitador debe incluir simultáneamente, pero uno (“D”) es más pequeño y el otro (“C”) más grande. El más pequeño filtra la atención que el facilitador va a poner en el cliente, y afina aún más la sintonía que establece con él. Ese es el motivo por el que algunos facilitadores piden (y Hellinger es realmente riguroso con esto) que la demanda sea breve, clara y precisa. Lo esencial, sin embargo, independientemente de los medios por los que se llegue a ella, es que haya una dirección clara. Sin ella, el foco que concreta la relación se vuelve vago y disperso, lo que puede llevar a que ambos se pierdan en juegos que van desde lo improductivo a la mutua manipulación.