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etc.). De esta forma, el jugador sabe lo que esperamos de él, pudiendo poco a poco ir adquiriendo una serie de compromisos individuales y grupales. Un trato individualizado, aunque sin paternalismos, ayuda a crear un clima de confianza y motivación importante, a saber a quién respetar y obedecer, y a la vez saber esperar críticas y elogios.

      Es de gran ayuda, también, en equipos de iniciación, tener en cuenta de alguna forma un breve programa de asesoramiento a los padres en el que además de informarles sobre los objetivos de la competición infantil, podemos advertirles de cómo pueden contribuir a mejorar el proceso deportivo, aceptando el papel del entrenador, orientando sus comentarios y comportamientos hacia la motivación y mejora, no hacia el resultado y la competición, y que al igual que el entrenador van a ser para sus hijos un modelo por lo que debemos practicar con el ejemplo (por ejemplo, no perder los nervios en los partidos con el árbitro o los adversarios, etc.).

      El carácter competitivo que asociemos a los ejercicios y entrenamientos es importante, utilizando métodos competitivos podremos educar hacia esta dirección, y se podrán desarrollar las cualidades competitivas de los jugadores (coraje, valentía, sacrificio, hábitos de trabajo, agresividad, luchar por los intereses sin bajar la moral, disciplina y autodisciplina, etc.), aspecto que será importante a largo plazo, por lo que debemos darle la orientación justa y correcta en cada etapa, no olvidando que debe reducirse la importancia del resultado como criterio de éxito o fracaso a favor de los objetivos de ejecución.

      Según P. Pinaud, la conciencia visual consiste en un proceso analítico seriado, es decir, las informaciones visuales recibidas por el cerebro se tratan de forma selectiva, una tras otra, y debemos tener el resultado de cada operación para permitir el paso a la siguiente. De aquí se deduce que la calidad de decisión de un jugador dependerá del número de informaciones que sea capaz de tratar en un lapso de tiempo de una situación de juego. En los deportes colectivos, la continua toma de información es importantísima y, por tanto, el tratamiento serial estará condicionado por la recogida selectiva de la información.

      Existen tres modos de recibir la información visual:

      • Visión central: que corresponde al centro de la mirada, y con la que podemos recibir información muy precisa (por ejemplo, es la que utilizamos para leer o ver la hora al mirar el reloj).

      • Visión periférica selectiva: situada alrededor de donde fijamos la vista. Es suficiente para las situaciones tácticas ya que no es necesario identificar jugadores o fijarnos en el balón, sino realizar cálculos paramétricos de espacio y tiempo (por ejemplo, es la que utilizamos durante la conducción de un automóvil por la carretera).

      • Visión periférica difusa: que recoge información que se selecciona y no llega a la conciencia, pero que da información al cerebro.

      Es importante saber diferenciar la mirada que siempre es puntual, de la atención que puede ser más amplia sobre una zona. La visión periférica permite desplazar la atención sin desplazar la mirada, en cambio la visión central que es la que controla la mirada, al desplazarla siempre desplaza consigo la atención, liberándola del punto anterior. El cerebro basándose en sus experiencias, crea estrategias de exploración de la información, seleccionando las que cree más significativas para actuar. En el caso de los deportes colectivos en los que debemos analizar una gran cantidad de información en periodos breves de tiempo, es poco eficaz el uso de una exploración central seriada. Si al entrenar situaciones tácticas (no necesariamente en los aprendizajes técnicos complejos que lo requieran), mediante ejercicios muy analíticos y distorsionados de la situación real de juego, se aumentan artificialmente los lapsos de tiempo para actuar, las estrategias de exploración de la información serán de tipo seriado, y en situaciones competitivas en las que los tiempos de percepción, decisión y ejecución son mucho más cortos, el jugador no será capaz de reaccionar (por el menor número de información tenida en cuenta).

      Es muy importante desde el primer contacto con la actividad el tipo de práctica global utilizado en las actividades, logrando estimular la recogida de información periférica, ya que su fase sensible y, por tanto, la etapa de máxima eficacia para su desarrollo se cifra entre los 5 y 9 años. Es un argumento más a favor de los juegos deportivos en estas primeras edades.

      No vamos a explicar aquí las funciones de cada zona y hemisferio cerebral, sino algunas nociones de su funcionamiento que nos puedan resultar de interés para el proceso de enseñanza-aprendizaje. El cerebro tiene básicamente tres centros de recogida de información: el inconsciente (posterior), el consciente y finalmente la zona voluntaria (frontal) que es la que realmente ordena la ejecución y su funcionamiento podría compararse a un piloto automático, ya que confía un número determinado de tareas a la zona inconsciente, para “filtrar” las situaciones realmente significativas o inéditas para la zona consciente. El objetivo sería, en este caso, dar al cerebro las máximas posibilidades para que funcione con el piloto automático, es decir, que sepa manejar la máxima información con la zona inconsciente para detectar los estímulos realmente significativos para el juego, ya que ello permitirá reaccionar en menor tiempo.

      La decisión motriz depende de la naturaleza de la información y de las condiciones de la atención al percibirla; además, con la experiencia en situaciones variadas y la automatización de gestos, damos al cerebro las máximas posibilidades para dar una respuesta rápidamente. La automatización de los gestos es muy importante para conseguir respuestas y reacciones rápidas, pero no basadas en la mecanización repetida de una acción con poca transferencia al juego real, sino en condiciones cambiantes y donde se exija una menor o mayor percepción y decisión basada en el entorno u oposición incierta.

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      1 Adaptado de investigaciones de J. Cruz y de citas de otros autores (F. L. Smoll y R. E. Smith, 1987; y M. R. Weiss, 1991 principalmente).

      2 Adaptado de Philippe Pinaud (1992).

      C A P Í T U L O 4

       PLANIFICACIÓN DE LA INICIACIÓN DEPORTIVA

      J. Devís (1992, 1996) diferencia básicamente dos modelos de iniciación deportiva en España: el tradicionalmente utilizado, el modelo vertical, está orientado básicamente a una modalidad deportiva específica y con un desarrollo acorde a objetivos de rendimiento; a menudo incluso pretende la especialización precoz en el deporte elegido. El segundo, el modelo vertical, asume en las primeras etapas la utilización de juegos como recurso metodológico siempre que contengan elementos de transferencia con la técnica y/o táctica del deporte, y en cambio no tiene en cuenta la posibilidad de transferencia entre diversos juegos ni entre distintos deportes. Las corrientes modernas, defienden, en cambio, el modelo horizontal más acorde con los fines educativos, donde no se desprecia el componente competitivo, aunque los fines orientados al rendimiento se plantean a largo plazo. Este modelo parte de una iniciación común basada en juegos deportivos organizados según las estructuras y simili-tudes tácticas entre ellos, o sea, de un planteamiento de aprendizaje polivalente de varios deportes; y por tanto, se basa en la transferencia entre modalidades deportivas, además de en la aceptación de la transferencia vertical del anterior modelo.

      En el modelo horizontal o polideportivo la especialización se realiza a una edad más avanzada asegurando que el sujeto ha practicado otras modalidades lo que garantiza una experiencia más generalizada y global. Hay modalidades deportivas en las que la detección de talentos y la especialización temprana son la

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