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elementos oriundos de los dos anteriores y lo realmente importante es desarrollar una relación positiva con el deporte en general, y la competición en particular, así como la transmisión de las actitudes, valores y normas junto al respeto al reglamento, los compañeros y adversarios, el sentido de equipo, el comportamiento noble, etc. integrados en el juego limpio (desgraciadamente a menudo el deporte competición adquiere una imagen contraproducente para estos fines).

      Cada uno de los ámbitos tiene objetivos distintos, sus participantes motivaciones diferentes, formas de actuar divergentes, metodologías propias, y un largo etcétera de aspectos diferenciales que suponen para el técnico un necesario diagnóstico del contexto donde desarrolla su función y una elección de los medios de acuerdo con ello. Como apunta J.L. Hernández (1996), muchos de los problemas de la enseñanza de los juegos deportivos tienen su origen, precisamente, en la transposición de las técnicas y métodos de entrenamiento del deporte institucionalizado (orientado sobre todo a la competición) al ámbito educativo.

      Transcurriendo la iniciación deportiva normalmente durante un proceso formativo de los participantes, está claro que, de los modelos expuestos, el modelo educativo es el que mejor se adapta a nuestras intenciones, siempre y cuando se sepa adecuar al grupo especificado y al contexto donde se desarrolle el proceso. El deporte debe ser, además de un aprendizaje técnico y táctico, un medio para ayudar al individuo a desarrollar su personalidad, que vaya más allá del entrenamiento hasta conseguir una creación de hábitos, un estilo de vida “deportivo”.

      Una reflexión que debemos hacernos ante la realidad contextual donde desarrollaremos nuestro trabajo es para qué servirá en el futuro mi acción sobre un grupo de jugadores que se inician. Sabiendo que sólo un porcentaje menor al uno por ciento consigue llegar al alto rendimiento, ¿debemos sacrificar todo un enfoque metodológico por esa posibilidad?, ¿no es preferible en la iniciación desarrollar el interés por la práctica deportiva, y ya se ocuparán instancias mayores de perfeccionar y orientar hacia el rendimiento? Utilizando una metodología orientada a la competición y al rendimiento, la victoria y la búsqueda de la máxima eficacia adquiere excesivo énfasis. La enseñanza fomenta el aprendizaje repetitivo de unos modelos de ejecución (a menudo entrenados descontextualizados totalmente del juego real), que en lugar de favorecer el proceso de desarrollo de las capacidades cognitivas y motrices, supone poca progresión de los jugadores en las habilidades del juego, en parte también debido a la poca motivación que representa esta metodología a un amplio número de practicantes.

      El juego, práctica vital en la humanidad, forma parte de la propia cultura, y es el precursor de los deportes. Debe ser el punto de partida para dar pluralidad y globalidad a las prácticas iniciales de la iniciación deportiva, adaptado en todo momento a las características evolutivas de los participantes. El juego sociomotor, además, nos permite ir estructurando y racionalizando los elementos estructurales de los deportes colectivos institucionalizados: la percepción del espacio por donde nos desplazamos, los imperativos temporales, la comunicación y colaboración con nuestros compañeros de equipo, la oposición con nuestros rivales, la relación (manipulación, control, lanzamiento, recepción, golpeo, etc.) con el balón condicionado por los distintos reglamentos; todo ello sujeto a una estrategia de conjunto cada vez más compleja. Todos estos aspectos podemos sistematizarlos y aprenderlos progresivamente desde la globalidad hacia la especificidad, tal como pretenderemos desarrollar en esta obra.

      Por todos es conocido que el desarrollo de un individuo se produce por la confluencia de la maduración, proceso fisiológico determinado genéticamente, y el aprendizaje que va realizando el sujeto. Es inconcebible que un niño pueda andar por ejemplo a los tres meses de edad ya que su proceso madurativo no está lo suficientemente desarrollado, y no conse-guiríamos nada positivo estimulándole o forzándole a que andara; y de la misma forma si cuando tiene la suficiente madurez para andar no se permite el aprendizaje, elemento imprescindible para conseguir el resultado final que es la marcha autónoma, en ambos casos deberemos hablar de que no existe desarrollo en este aspecto. Existe un periodo de tiempo en el que normalmente este aprendizaje se puede realizar con mayor eficacia, y a ese periodo se le conoce con el nombre de fase sensible, que normalmente coincide con la etapa de maduración, y que existe para cada tipo de capacidad física y coordinativa en etapas distintas de la trayectoria evolutiva de un sujeto, teniendo en cuenta que, además, pueden existir diferencias interindividuales. Dos autores, Martin en 1982 y Read en 1988 han coincidido en que se puede considerar sobre los 10 años la etapa sensible en la que se produce el conocimiento de las posibilidades corporales y de movimiento que facilitarán el aprendizaje deportivo, lo cual nos indica que hasta esa edad es ineficaz intentar que un niño aprenda gestos técnicos deportivos específicos complejos. Ante esta “edad idónea” de los aprendizajes, apostillaría que además la mejor edad es aquella en la que el jugador se sienta motivado para aprender.

      Con lo cual, si debemos iniciar a un grupo durante la edad evolutiva, deberemos respetar sus características evolutivas, adaptando las actividades a su proceso natural de desarrollo, aspecto que tendrá menor importancia si iniciamos a un grupo que ya ha finalizado su proceso de maduración. Ello no significa que en este último caso debamos dar por superados algunos objetivos y fases del proceso de iniciación, sino que en principio cabe pensar que éstas se asimilarán mucho más rápidamente.

      En el apartado relativo a la planificación de la iniciación deportiva, se observarán una serie de fases que inicialmente pueden parecer pensadas para desarrollarse exclusivamente en niños en edad evolutiva y, aunque es así, la secuenciación de esas fases y el progresivo cumplimiento de los objetivos deben también realizarse con cualquier individuo que se inicie. Siguiendo un modelo horizontal o plurideportivo existe una primera parte común a los deportes y otra más específica. En función de los objetivos pretendidos nos podemos ubicar en una u otra aunque lo deseable sería empezar siempre desde el principio aunque evidentemente el tiempo dedicado a cada una de las secuencias puede ser mucho menor.

      En función del contexto en el que se desarrolle el proceso de iniciación, variarán de forma significativa las condiciones y sobre todo los objetivos de trabajo a largo plazo, aspecto fundamental a tener en cuenta ya que también supondrá un cambio en la elección de la metodología de trabajo.

      En el siguiente cuadro, podemos identificar los tres contextos más importantes bajo los que se puede desarrollar la iniciación deportiva:

      – Contexto escolar-educativo: que incluye las actividades deportivas que se realizan en el horario docente de la escolarización primaria y/o secundaria.

      – Contexto extraescolar: abarca las actividades deportivas realizadas en las escuelas fuera del horario escolar.

      – Contexto club-competitivo: son las prácticas, normalmente ya dirigidas al desarrollo de una sola modalidad deportiva, y que a largo plazo tienen el objetivo de conseguir un perfeccionamiento y una especialización.

      El deporte escolar debe partir de objetivos más genéricos y mucho menos ambiciosos. La obligatoriedad de las actividades provoca una gran heterogeneidad en los grupos, lo cual redunda en grandes diferencias en la motivación de los alumnos. Para muchos individuos va a ser el primero y a veces único contacto con alguna de las modalidades deportivas y es importante en toda primera experiencia que sea grata para el sujeto, ya que de esta forma habrá más posibilidades para que le pueda agradar y posteriormente especializarse. Es obvio que al deporte realizado a nivel docente se le debe dar una orientación educativa, esto significa conseguir la comprensión global de los deportes que se practiquen creando una actitud positiva hacia estas prácticas.

      El deporte extraescolar permite complementar la formación mínima que reciben los estudiantes en su horario lectivo. Está muy mediatizado por el entorno donde se desarrolla, los

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