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hemos hecho —dijo él, agarrando los bolsos otra vez para seguir a Cranium, que había empezado a moverse y que ya se encontraba a más de cien metros de distancia.

      Ella se quedó allí un poco más, viendo el prendedor que después regresó al suelo, donde le parecía que debía estar. Alcanzó a Zack y estuvo muy de acuerdo con él. Estar en otra dimensión, en un mundo muerto y con un extraño perro, era extraño.

      —A ver —siguió diciendo el muchacho—, enumeremos las cosas raras que sucedieron este año.

      —A ver —contestó ella.

      —Número uno, estoy muerto —puntualizó.

      —Es lo más raro —replicó ella—, pero a veces me olvido de eso.

      Zack ignoró lo último y siguió enumerando:

      —Dos: en Villa Helena había una logia, mafia o lo que sea. Descubrimos túneles que ellos construyeron. Tres: aprendimos que existen los demonios y los fantasmas —añadió, arqueando las cejas—. Cuatro, puedo convertirme en conejo.

      —Ay, Zack —replicó Zoey, tapándose la boca con las manos para no reír—. Eso ya no es raro. Y, en cualquier caso, la pondría como número dos porque viene justo después del punto de que estás muerto.

      —De forma objetiva, sí es raro.

      —Está bien —contestó ella.

      Alcanzaron finalmente a Cranium, que mordisqueaba algo. Los dos se detuvieron y pensaron que se trataría de un hueso, pero no era más que una vara de metal que parecía ser un viejo bastón.

      —En forma objetiva, lo es. ¿Qué sigue? —preguntó Zoey.

      —Estás viva.

      —¿En serio? ¿Esa es la quinta?

      —Creo que, con el ataque de los demonios, ya deberías estar muerta —confesó él, aunque más de una vez había asegurado que nunca permitiría que ella muriera bajo su cuidado.

      El hecho de que lo estuviese admitiendo hablaba de lo mucho que habían cambiado las cosas. Por eso mismo, Zoey no discutió.

      Siguieron caminando en silencio hasta que la calle comenzó a subir. La ciudad se trasladaba ladera arriba. A lo lejos vieron otro puente, que tenía forma curva y que cruzaba hacia otro sitio que no podían ver. Sin notarlo, se relajaron un poco más al comprender que el camino sería, en verdad, muy largo.

      Se aproximaron y treparon por el puente, subiendo los escalones de piedra mientras Zack seguía enumerando las cosas raras del año. Pasó por la muerte de Jude y por la faceta de diosa asesina de Zoey, mencionó la aparición de Lucas, la existencia de Peat y la muerte de Adam.

      —Y no olvides la explosión, la huida y que estemos aquí dentro —recordó ella, cuando llegaron a la cima del puente. Parecía cruzaba por encima de otro abismo, a otra parte de la misma ciudad.

      —Esto es lo más extraño de todo —corroboró él.

      El tema de conversación se desvió cuando, luego de recorrer otro tramo en subida, Zoey pidió que descansaran porque en verdad no aguantaba más el hambre que había estado controlando por horas. Todavía era de día, así que se sentaron sobre el polvoriento suelo.

      Ella sacó del bolso el único envase con comida elaborada que no había congelado y comió con unos cubiertos que Zack había robado también de un supermercado. Ella pensaba mantener su promesa de devolver el dinero, por lo que no sintió culpa. Si no devolvía la plata, sería porque todos, incluidos los dueños de la tienda, estarían muertos.

      Con la comida en la panza, sintió que la energía volvía a ella y que podría continuar caminando por un buen rato más. Estiró los brazos y las piernas y se puso de pie. Curioso, Cranium se acercó para olfatear y luego se alejó cuando percibió los restos de pollo cocido y de arroz.

      —Fea, fea, carne muy fea —musitó, estornudando sin parar como si tuviera alergia.

      La criatura volvió a alejarse.

      —¿Sabes? —dijo Zack, colgándose los bolsos al hombro—. Creo que hasta es divertido el bicho este.

      6 Medialunas: variación de las croissants francesas. Es muy común en Argentina.

      Capítulo 9

      Allí dentro era difícil saber si era de día o de noche. Por fortuna, el reloj de Zack marcaba las 8 pm, debían detenerse. Parecía que la ciudad se terminaba y que el camino de piedra que habían estado siguiendo se hacía cada vez más pequeño, perdiéndose colina arriba, entre rocas y árboles secos. Habían dejado atrás la última casa y Cranium tenía la cabeza entre las raíces de un tronco.

      —Creo que deberíamos dormir —dijo Zack—. Al menos, tú deberías. ¿Quieres hacerlo aquí afuera o…? —Se giró para ver la última casa—. ¿Ver si adentro hay buen lugar?

      Decidieron regresar hasta la casa más cercana y se metieron por el hueco de la puerta. Dentro, no había nada, salvo por los restos de una mesa de piedra en la primera habitación. La construcción era más pequeña que las del centro de la ciudad, poseía solo un cuarto más, con restos de lo que parecía ser una cama de madera.

      —Está destruida —comentó Zoey, entrando después de él—. Mira, se está haciendo polvo.

      —Debe tener siglos y siglos de antigüedad. ¿Milenos tal vez? Lo que no entiendo es por qué esos árboles secos tampoco se deshacen —contestó Zack, agachándose para agarrar un trozo de la madera. La hizo trizas con los dedos en un segundo.

      Ella no tenía una respuesta para eso, así que solo se limitó a observar por la apertura que era la ventana. Desde allí, se podía apreciar la ciudad que estaban dejando atrás, cruzada por abismos tenebrosos. Se puso en puntas de pie para intentar ver algo más y solo comprobó que, desde donde estaban, ya no se podían ver ni el portal ni el primer puente.

      —Si estás muy cansada mañana —dijo Zack, sacando la bolsa de dormir y estirándola lejos de las maderas—, puedo cargarte.

      —¿Con todos los bolsos? —contestó ella mientras se alejaba de la ventana.

      Se sentó sobre la bolsa de dormir y se comió la mitad del siguiente envase de comida. La milanesa de pollo estaba un poco dura y no le quedó otra que intentar calentarla con el fuego de sus manos. Obviamente, tuvo el cuidado de no poner la llama justo debajo del plástico.

      A Zack se le ocurrió cercar el envase con un escudo, junto con la llama, y dejarlo allí por unos minutos. Se rieron ante el improvisado horno mágico que habían inventado entre ambos.

      Con eso, la milanesa se ablandó y Zoey pudo comerla mucho mejor.

      —Espero que la comida alcance. —Zackary acomodó las cosas dentro del bolso con alimentos mientras ella enfriaba agua y la bebía directamente de la botella—. Tenemos ocho platos envasados, ocho y medio —añadió, señalando lo que Zoey había dejado—. Lo que nos alcanzará para algunos días más. Allí, dependerás solamente de las galletas y de los sándwiches de miga. Siento que compré poco.

      Ella contó con la cabeza. Iba a tener que racionar incluso mejor.

      —Comeré mitad en cada almuerzo o cena. Por suerte, si guardamos las botellas, podría rellenarlas, ¿no?

      Enseguida, él puso mala cara, dividido entre la idea de las botellas —que le parecía genial— y el asunto de dejar de comer —que no le gustaba para nada—.

      —Tampoco es para que te mueras de hambre.

      —Estamos

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