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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
Zoey apagó las llamas al notar lo que había pasado. Luego, alzó la vista y notó que el bicho había estado pendiente de sus gritos y que los observaba. Le restó importancia.
—Somos unos genios adolescentes que han superado a la muerte —bromeó ella, alzando la mano para que él la chocara—. Dame esos cinco.
—Tu mente es brillante, morena —replicó él, chocándosela antes de tomarla por la cintura. Le plantó un beso profundo—. Y me encantas.
—Gracias, gracias —dijo ella, con soltura—. Ahora, es momento de buscar nuestro grial.
Se sonrieron y se giraron al mismo tiempo hacia la criatura, que ladeó la cabeza una vez más al darse cuenta de que iban hacia él.
—No morder Lapis Exilis —avisó, por las dudas.
—No, no vas a morderme. —Zoey se quedó a una prudente distancia de tres metros. Se agachó y chasqueó los dedos para llamar su atención—. ¿Sabes lo que es el santo grial?
La criatura la miró —o, al menos, eso parecía— a través de las cuencas vacías y negras que tenía por ojos. Se quedó en silencio, como si intentase comprender de qué le hablaban. Pasado un momento, se puso a olfatear el aire.
—Ey, Ey —dijo Zack, palmeando el aire—. No te distraigas, cosa…, cosita —añadió cuando obtuvo su atención otra vez—. Nos referimos a una copa. ¿La has visto alguna vez? Es como esas que están allá, de plata, dentro de los baúles. Pero esta tiene que ser especial, podría tener magia, ¿comprendes? Como Lapis Exilis.
El bicho pegó el hocico al suelo.
—No hay nada como Lapis Exilis. Nada, nada.
Zoey suspiró, pero no se rindió.
—¿Parecido? Quizá sea una copa con un poder distinto.
—No, no —insistió la criatura.
Zack giró la cabeza hacia ella y negó, dándole a entender que él consideraba que hablar con el bicho era una pérdida de tiempo.
Probablemente tuvieran que poner otras cosas en juego. Quizá debían preguntar por otras historias sobre ese lugar para obtener pistas. Si los rumores escritos en internet sobre el santo grial apuntaban al Antiguo Fuerte, sin duda era a causa de los templarios y de esa ciudad escondida detrás del portal. Tenían que estar, de algún modo, un poco más cerca.
—Bueno, no importa —aseguró ella—. ¿Qué pasó con la gente de aquí, la que vivía en esta ciudad? ¿Por qué se fueron? ¿Y por qué murieron?
La criatura no dudó en responder.
—¡Guerra! Se olía la guerra, la sangre, los huesos —explicó, acomodándose en el piso—. Muchos huesos.
—Eso nos quedó claro —replicó Zack—. ¿Qué clase de guerra fue? ¿Quién podría atacarlos aquí?
No obtuvieron nada. Lo más seguro era que la criatura no lo supiera.
—De acuerdo. —Zoey se irguió—. ¿Los soldados que vinieron, esos cuyos huesos te comiste, guardaron más cosas en este mundo?
El animalito levantó la cabeza y agitó lo que parecía ser el rabo esquelético. Se puso de pie y caminó alegremente hacia el inicio del puente, más allá del yelmo que había estado olfateando. Zack hizo una mueca y, cuando Zoey se puso de pie, la tomó la mano.
—Allí, allí, allí —señaló el bicho—. Cosas secretas. No se dice nada, no se dice nada.
—¿Dónde?
—En el arca.
Sin comprender, los dos se quedaron en silencio. No pasó mucho más, sin embargo, para que Zack se llevara una mano a la sien e intentara sacar alguna conclusión.
—Un arca… ¿Los templarios guardaron cosas en un arca?
—murmuró. El animal se giró hacia él y movió la cabeza de calavera de arriba abajo—. ¿El arca… de la alianza?
Zoey bufó.
—No entiendo —replicó.
—El arca de la alianza es como una especie de baúl que Dios le mandó construir a Moisés para que guardara cosas allí, como las tablas con los mandamientos y las leyes, si no me equivoco —explicó él—. Lo curioso es que lleva cientos y cientos de años perdida. Nadie sabe dónde está.
—Como el santo grial —apuntó ella.
Él dejó caer la mano y chasqueó los dedos, indicando la certera conexión entre ambas cosas.
—Como el santo grial —añadió Zack—. Todo apunta a que los templarios escondieron la copa aquí. Y pudieron haber escondido el arca también.
—Si es que el bicho no se refiere a otra arca.
—Hay que ver —murmuró él, y se dirigió otra vez a la criatura—. ¿Dónde está el arca?
El extraño animal empezó a caminar por el puente, alejándose unos metros de ellos. Ninguno quiso seguirlo. No sabían qué tanto peso resistía la construcción y, además, no parecía haber más que un vacío aterrador debajo.
—En el reino —explicó el bicho.
—¿No estamos ahí ahora? —consultó Zoey.
—No, reino estar allá, montañas allá. Lejos, lejos —replicó la criatura mientras se sentaba el medio del puente y los observaba.
Los chicos levantaron la mirada. Notaron que se podían apreciar las siluetas de dichas montañas a lo lejos; Zoey era incluso capaz de vislumbrar algún tipo de construcción sobre sus laderas. Pero estaban lejos, lejísimos. Si Zack corría, seguramente tenían posibilidad de llegar ese mismo día. ¿Deberían ir? Era arriesgado, no sabían qué iban a encontrarse y no tenían comida. Cruzar el puente era una cosa, adentrarse en ese mundo sin estar preparados era otra.
—No puedo llevarte hasta allí —murmuró Zack, como si leyera los pensamientos de la chica—. Si queremos hacerlo, tenemos que alistarnos
Zoey lo pensó con cuidado. Repasó los problemas que podía traer regresar hasta Las Grutas, buscar comida, agua y otras cosas para luego volver al Fuerte. Temía que la vieran y que la policía los detuviera.
Se frotó la cara con las manos, tratando de encontrar la mejor solución; luego, se giró y se dirigió hacia las escaleras.
Apresurado, Zack fue tras ella.
—¿Y? —preguntó él.
—Irás tú solo —explicó ella mientras cruzaba el portal—. Podrás moverte mucho más rápido que si te acompaño. Y nadie sospecharía de ti. Puedes comprar un montón de comida, incluso galletitas y lo que encuentres que sea envasado para que dure más tiempo, una bolsa de dormir y cualquier cosa que necesitemos. Yo me quedaré aquí —dijo, ya en el hall—. Te esperaré. Cerraré el portal mientras tanto.
Él tomó aire, pero no dijo nada de primer momento. Trató de evaluar la idea, sabiendo que tenía sus puntos fuertes y sus puntos débiles.
—¿Cómo te avisaré que he vuelto a la cámara? —preguntó Zack.
—La dejaré abierta.
—¿Y si alguien viene?
—¿Puedes poner una ilusión? —consultó ella.
Con esa idea, él pareció ligeramente más cómodo.
—Pero si Peat viene…
—Si Peat viene, no habrá nada que tú puedas hacer tampoco —contestó ella—. En todo caso, lo mejor que puedes hacer ahora mismo es darme un abrazo, un beso y correr —añadió, con un poco de angustia—. Quiero verte de vuelta, ¿sí?
Zack volvió a tomar aire. Le hizo