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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
Se miraron a los ojos una última vez, antes de que él desapareciera por el enrevesado túnel.
Zoey se quedó sola, sintiéndose insegura y preocupada. Nada en ese lugar la hacía sentir cómoda y lo único que podía hacer era regresar hasta el portal y cerrarlo con la falsa idea de que así estaría mejor protegida.
Cuando llegó hasta el arco y las escaleras, se dio cuenta de que el extraño animal había atravesado el portal y estaba hurgando entre sus pertenencias.
—¡Oye! —espetó la chica, envolviéndose en llamas y amedrentándolo—. ¡Sal de ahí!
La criatura se encogió y corrió de regreso a su mundo, donde se dedicó a mirarla con su usual expresión de nada.
—No hay huesos.
—Obvio que no.
—Los soldados me daban huesos —insistió la criatura.
—Pues yo no tengo —replicó Zoey, caminando hacia el portal—. Y ahora, quédate de ese lado. Volveré en unas horas, ¿de acuerdo? Quiero que estés allí. Vas a guiarnos al arca.
La criatura estornudó a modo de respuesta, y Zoey puso los ojos en blanco. Extendió las manos hacia el portal y repitió lo que se acordaba de la profecía.
—Esta es la profecía del reino perdido.
La Ciudad de Césares desapareció y se vio reemplazada por un sólido muro. Realmente cansada, ella se sentó en el suelo y comenzó a sacudir su ropa y a acomodarla, porque sabía que iba a tener un largo tiempo de espera.
Capítulo 8
El paso de las horas fue tortuoso. Zoey se movió, inquieta, por el hall mientras controlaba la antecámara a cada rato. En algún momento, le pareció escuchar voces, ecos lejanos que supuso pertenecerían a algún guía o grupo de excursionistas. Sabía que ninguno se metería allí porque, al parecer, estaba fuera de recorrido y ella solamente tenía que temerle a la gente con magia. O a Peat, pero, por lo que el dije había sentido la noche en la que huyeron, creía que todavía les quedaba algo de tiempo.
Para pasar el tiempo, volvió al gran arco de piedra y sacó los cuadernos de la mochila para ver si podía traducir algo más. Sin embargo, al igual que ocurrió antes, le resultó difícil. Anotó cosas sueltas que no tenían ni pies ni cabeza y se preguntó si lo que decía allí estaba asociado con la profecía del templo.
Además, incluso del templo mismo Jessica había traducido solo una parte; era enorme y se había destruido por completo. Tal vez se habían perdido frases importantes, y en ese arco podía pasar lo mismo. Por eso, decidió empezar por otro extremo, donde tampoco obtuvo un texto lógico. Pudo ordenar apenas una oración que, para ella, no significaba nada importante.
—El árbol… —murmuró, mirando sus hojas escritas—,
¿tiene semillas? ¿Ah?
El estómago le rugió, desesperado, en ese momento. No le encontraba sentido a la frase, por lo que se dejó caer de espaldas al suelo y abandonó las hojas de traducción para acariciarse la barriga. Ya no sabía qué hacer para aguantar hasta que Zack volviera.
Observó el elaborado techo de recinto y buscó formas al azar entre los dibujos. En algún momento, antes de adormilarse, aún en el suelo duro, le pareció que uno de los grabados se veía como un árbol.
—Nah —dijo cuando espabiló unos minutos después—. Debo ser yo que estoy buscándole sentido a la frase.
—¡Zo!
Escuchó que alguien gritaba. Se puso de pie de un golpe y corrió hasta la antecámara. Zack apareció unos segundos después, con el bolso lleno de cosas y otro bolso extra, nuevo.
—Ya estoy aquí —dijo él, quitando el escudo y la ilusión.
Zoey se echó a sus brazos antes de que realmente entrara en el hall y él dejó las cosas en el suelo para corresponderle.
—¡Tardaste un montón! —gimió ella.
—Lo sé, perdón. Tuve que ir y venir, tener cuidado con la gente… robar una tienda.
Ella se separó, con una expresión contrariada, hasta que bajó la vista al bolso extra.
—¡¿Robaste?!
Zack hizo una mueca.
—No tenemos mucho dinero —explicó, mientras ella trataba de recuperar el aire que acababa de soltar—. Intenté ahorrar lo más posible, pero comencé a gastar mucho en comida y…, no me alcanzaba para otras cosas vitales y más caras —añadió, agachándose para sacar un cilindro esponjoso y brilloso—, como la bolsa para dormir.
—¿Tenías que robarla? ¿De verdad? ¡Eso está hipermal!
Él asintió y le puso la bolsa en las manos. También tenía elementos de aseo, una nueva manta y dos botellas de agua de dos litros que, al parecer, no habían entrado en el primer bolso.
—Lo sé, pero pensé, para sentirme mejor, que en nuestras manos está que Peat no destruya a todo el mundo. Así que, haber robado la bolsa de dormir y la manta, no es nada comparado con que explote el mundo entero, ¿no?
Cuando él lo ponía así, era lógico, pero no se sentía cómoda.
—Vamos a devolver el dinero —dijo ella, dando vuelta a la bolsa de dormir en sus manos—, cuando podamos.
Ella revisó la comida que Zack había traído. Encontró paquetes de galletas de agua, saladas y dulces, cajitas con cereales, muchísimas más botellas de agua y dos cajas de leche larga vida. Después, encontró cosas más frescas, como pan, sándwiches de miga empaquetados, comida elaborada bien envasada y medialunas6 en un sobre de papel.
—Deberé comer lo fresco primero.
—Sí —corroboró él, señalando los paquetes de plástico transparente con la comida envasada—. Yo te diría que empieces por esto. Los sándwiches tienen una fecha de vencimiento posterior, aunque sin frío no vayan a durar más que unos días, claro.
Zoey agarró uno de los paquetes y se quedó pensando en lo dicho. Giró el envase y se dio cuenta de que, si podía hacer fuego de la nada, seguramente podría congelar algo. Con esa idea en la cabeza, impulsó su magia en el objeto, esperando no destruirlo en el proceso. Enseguida, el envase se cubrió con una fina capa de escarcha, débil, pero era un comienzo.
—¡Ey! —exclamó Zack, quitándoselo de las manos para verlo—. Excelente idea, lavagirl —dijo, con una sonrisa—. Podemos congelar algunos productos. Estás mejorando mucho, eres increíble.
Ella le sonrió en respuesta, halagada y bastante satisfecha. Desde la pelea con Peat, perecía no tener problemas para usar la magia, incluso la que nunca había practicado antes. Si podía congelar parte de la comida y se alimentaba con lo justo y necesario, tendría para un montón de tiempo. Podrían llegar lejos.
Después de mirar sobre su hombro, Zack señaló la antecámara.
—Hoy sí hay turistas.
—Me pareció oírlos —contestó Zoey mientras cerraba la compuerta secreta de piedra casi sin pensarlo.
Guardaron las cosas y marcharon por el hall. Conversaron sobre lo que Zack había tenido que hacer para salir del fuerte, ir a Las Grutas y volver en medio de las excursiones que se estaban dando.
Acomodaron la ropa revuelta en el nuevo bolso y congelaron la comida que faltaba. Y, luego de un rato, Zoey volvió a abrir el portal. Al otro lado, se encontraron con el extraño animal. Estaba sentado, rascándose; había esperado,