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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
—¿¡Y eso qué!? —cortó ella, parándose otra vez, con una sensación extraña en el pecho. No sabía si debía estar asustada, aliviada, feliz o enojada—. ¡Yo soy el dije ahora! Da igual lo que digan o no digan las leyendas. ¿Soy una maldita piedra filosofal?
Tratando de calmarse también, ante la atenta mirada de la criatura, Zack alzó las manos. Zoey cerró la boca, pues se dio cuenta de que cada vez subía más el tono de voz. Estaba a punto de gritar y de ponerse como loca.
—Bien, está bien. Solo…, supongamos que eres una roca mágica, ¿no?
—¡No quiero ser una roca! —espetó ella—. Ya era bastante malo ser un dije andante, ¿ahora encima tengo que ser una piedra? ¿Qué pasará conmigo?, ¿eh? ¿Convertiré cosas en oro y haré a la gente inmortal?
La criatura, mirándolos con tranquilidad, estornudó.
—No, oye, eso no tendría mucho sentido. Más que hacer a las personas inmortales, cuando te pones loca, los destrozas —recordó Zack, en referencia a Jude—. Lo que se sabe sobre la piedra claramente no concuerda con las habilidades del dije. Realmente no tiene mucho sentido, Zoey. Si fueras «Lapis Exilis» —siguió él, haciendo comillas con los dedos—, entonces, serías la vida eterna, como lo dice la frase, y sin dudas Peat está muy seguro de poder matarte. Además, ¿por qué confiaríamos en esta cosa?
Ambos miraron, más resueltos, al animal extraño que aguardaba al otro lado del portal. No podían confiar en él.
—Está bien, no saquemos conclusiones apresuradas sobre lo dicho por un perro que no es perro.
—¿Qué es un perro? —dijo el animalejo al darse cuenta de que hablaban de él—. ¿Tiene huesos?
—No —respondió Zack, volviéndose hacia él—. Entonces, dices que Lapis Exilis fue creado aquí, al igual que tú. ¿Quién lo creo? ¿Y la gente que vivía aquí?
El animal volvió a rascarse la oreja.
—Mmm, mucho, mucho tiempo. La gente se fue, todos se fueron. Quedaron huesos por todas partes. Me los comí.
—¿La gente murió o se fue? —intervino Zoey.
—La gente murió y se fue —replicó la criatura—. Yo vine después. Ya no quedaba carne.
Zack frunció el ceño.
—Entonces, ¿cómo es que viste el Lapis Exilis ser creado, si viniste cuando ya estaban todos muertos desde hacía rato?
La pregunta pareció descolocar al animal, que se quedó callado y sin respuesta alguna, solo mirándolos. Los chicos esperaron hasta el bicho se rascó la oreja por tercera vez y resopló por decimoquinta.
—¿Lo ves? —Zack bufó—. No sabe ni de lo que habla.
—Evidentemente, no nos entiende bien.
—Es… ni siquiera sabemos lo que es, ¿qué podemos esperar? ¿Siquiera tiene ojos? —siguió Zackary, mirando las cuencas vacías del cráneo del animal.
—Seguro que no es el único —agregó Zoey—. Quizás en esta zona esté solo, pero el sitio es tan grande que puede haber otros.
Volvieron a guardar silencio, incluso cuando el animal parecía seguir tranquilo, como si nada ocurriera y como si la pregunta anterior no hubiese sido difícil para él.
—¿Viste el Lapis Exilis ser creado? —replanteó ella, a ver qué le decía esta vez.
—No —respondió.
—Entonces —siguió ella—, ¿cuándo lo viste?
—Fue y vino muchas veces. Por otros portales.
—¿Y cómo sabes que era siempre la misma cosa y que esa cosa nació aquí? —añadió Zack, sentándose en el suelo.
El animal se acomodó, parecido como el chico había hecho.
—Lo que nace aquí tiene siempre el mismo olor.
Ambos guardaron silencio y trataron de entender. Por el momento, lo único que podían hilar era que el dije había sido, aparentemente y según la criatura, creado allí y que había entrado y salido varias veces en el transcurso de muchos siglos. También estaba la idea de los portales, que comenzaba a parecer lógica porque el mismo dije le había hablado a Zoey sobre ellos.
La chica se llevó una mano al pecho, como si esperase encontrar el collar colgando de su cuello, un impulso extraño que hacía meses no tenía.
—El templo del colegio —recordó ella—. El templo es un portal. El dije quería que lo usáramos para escapar de Peat y es probable, entonces, que nos fuera a traer hasta aquí, ¿o no?
—Esto es lo que buscábamos, después de todo —corroboró él—. Pero ¿habrá algo allí dentro que nos sirva? No sabemos si Peat puede seguirnos hasta aquí. Quizá no pueda atravesar los portales y por eso el dije quería traernos.
Zoey observó más allá, a la inmensa ciudad olvidada que parecía no tener fin. Pensó en sus sueños y en cómo los asociaba con ese lugar y con la posibilidad de que el rey traicionado por Peat fuese justamente un antiguo líder de esa tierra.
—No sé… Si esto tiene relación con lo que el dije me mostró en mis sueños, si este es el reino de aquel rey perdido al que destruyeron, Peat sí podía entrar, al menos en aquel entonces
—confirmó ella.
Zack suspiró.
—Es como darle vueltas y vueltas a la misma idea. Y nunca tenemos nada seguro.
—En primer lugar, lo único seguro es que estás muerto y que yo voy a morir —replicó ella, encogiéndose de hombros.
Zack le dirigió una mirada iracunda, pero no contestó.
Se quedaron viendo cómo la criatura iba y venía, con el hocico pegado al escudo, mientras murmuraba en otros idiomas hasta cansarse y dejarse caer por las escaleras para hurgar más allá. Fue en ese momento cuando ella, sabiendo que la idea era malísima y peligrosa, tiró de la ropa de Zackary para llamar su atención.
—Eh —dijo él—. ¿Qué piensas?
—Que debemos entrar.
—Estás borracha —se rio el muchacho—. ¿Con esa cosa?
—Dijo que no le gustaba la carne. Solo come huesos que están limpios desde hace tiempo.
Zackary hizo una mueca y se fregó el rostro con las manos, frustrado.
—No sabemos qué puede pasarnos allí.
—No llegamos hasta acá para nada, ¿o sí? —contestó Zoey, con una leve sonrisa. A ella tampoco le hacía mucha gracia la situación, entendía que tal vez estuvieran metiéndose en el horno hasta el fondo. Pero tenían una mínima pista y debían seguirla; habían hecho lo mismo con el diario de la logia y no iban a retractarse—. Podemos hacerlo.
—Zo, recién hablamos sobre esto. No queda comida y tú tienes hambre.
—Ya sé. Pero quizás haya árboles con frutas ahí —murmuró—. Esa gente vivía de algo, ¿o no? —añadió, mirando más allá del puente.
El reino estaba casi en penumbra y eso le hacía dudar sobre lo dicho. Todo se veía destruido y ni siquiera había un sol, ¿cómo podía quedar algo para comer u otro ser vivo? Además del perro extraño, claro.
Zack arqueó una ceja.
—Lo dudo. No estamos preparados para esto —contestó él, pero Zoey había tomado una decisión e iba a