ТОП просматриваемых книг сайта:
El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
Una roca, como una puerta oculta, se separó del resto del muro y, en un instante, antes de ver qué aguardaba del otro lado, el panorama se volvió un océano de oscuridad.
La cabeza le daba vueltas. El mundo a su alrededor daba vueltas.
Zoey despertó en los brazos de Zack poco después de la medianoche. Él la miró, preocupado, y le quitó el pelo mojado de la frente.
—¿Estás bien? Casi me meo4 del susto. No podía despertarte.
—¿Qué? —Zoey se incorporó. Estaba transpirada, aun con el aire frío de la costa.
—Estabas teniendo una pesadilla.
Ella apretó los labios y se quitó el sudor de la cara. Se sentía asquerosa y enferma.
—Creo que voy a vomitar —murmuró. Salió de entre los brazos de él y se arrastró hacia el agua.
Puso las rodillas sobre la arena y bajó la cabeza hasta el mar. Allí, se sintió un poco mejor. Se lavó y se refrescó, justo antes de que Zackary se aproximara para llevarla de vuelta a la gruta.
—No hace calor ahora, me parece —recordó él mientras le colocaba la manta sobre los hombros y la sostenía para regresar—. Si te desabrigas estando sudada, te enfermarás.
Zoey asintió y le hizo caso. Volvió al refugio de sus brazos y se acurrucó entre ellos hasta que la sensación de malestar fue lo suficientemente leve como para relajarse. Zack no insistió sobre la pesadilla, paciente, y la instó a dormir un poco más para recuperarse.
Pero, después de ese sueño turbio y extraño, ella no era capaz de pegar un ojo. Los mantuvo abiertos, clavados en las paredes y en las rocas salientes de la cueva, como si pretendiera encontrar esa cruz tallada en cualquier lado.
—Creo que vi algunas cosas —murmuró.
Él la abrazó.
—¿Cosas… malas?
—Creo que son pistas, pero el sueño iba muy rápido. Fue dentro de la cueva, de eso sí estoy segura —explicó Zoey.
—Mañana —respondió Zack.
Pasó otra hora más hasta que ella pudo dormir. Después de todo, la montaña rusa imaginaria que había experimentado dentro de sus sueños había sido como un palazo en la cabeza.
Apenas el sol asomó, ambos se alistaron para encarar la siguiente parte de la aventura. El interior de la cueva estaba apenas un poco más claro, pudieron avanzar unos cuantos metros con la luz natural antes de que Zack optara por caminar por las zonas más planas, las que denotaban evidencias del paso humano.
—Creo que por aquí está bastante liso. E igual, siempre puedo cargarte —ofreció él.
Pero eso era algo que ella no quería. Necesitaba caminar por sí misma, necesitaba sentir y tocar. El dije no enviaba ningún tipo de sentimientos a su corazón y no podía fiarse de lo que había visto en sueños. El tema era que, con poca luz, no veía bien y no reconocía el paraje.
—Hay que encontrar alguna ruta más angosta —dijo a Zack—. Algo por lo que solo pase una persona.
Él frunció los labios y miró a su alrededor.
—No veo nada así por aquí.
Sin más opciones, Zoey se sentó en el suelo y sacó las sobras de la cena anterior.
—Ve a buscar, yo esperaré aquí. Cuando hayas encontrado algo, ven por mí —propuso—. Con mi nula capacidad para ver y para moverme con prisa, no encontraremos lo que buscamos ni en miles de años.
Zoey se dio cuenta enseguida de que a él no le gustaba ni un poco la idea. La verdad era que a ella tampoco, pero no tenían otra salida. Si Peat los alcanzaba, Zack no podría vencerlo.
—De acuerdo —suspiró él—. Correré.
—Mejor aún. —le sonrió.
Zack tomó aire y, después de dirigirle una larga mirada a Zoey, se esfumó. El sonido de sus veloces pasos se perdió en el interior de la cueva y ella captó atisbos de pequeños movimientos mucho más allá. En algún momento, lo oyó hablar. El eco era impresionante.
A solas y a oscuras, ella tuvo que dejar de prestar atención a los pasos. Juntó las manos e invocó los poderes del dije que no usaba desde la otra noche. El fuego cobró vida entre sus dedos, sin quemarla y proporcionándole la suficiente luz como para evaluar el interior de la cueva por primera vez. No estaba en un lugar especial, por supuesto, pero se sentía mejor al verlo.
Bajó los dedos, las llamas flotaban en el aire a pocos centímetros. Casi que ni se sorprendió de poder despegar el fuego de su mano; después de todo lo que había hecho en la pelea con Peat, pensaba que podía lograr incluso más y que no había límites para la magia del dije. Solo tendría que ser creativa y practicar.
En esos momentos, se preguntó cosas banales para distraerse de la soledad. Iban a necesitar comprar más que solo la comida del día. Mientras masticaba lo último que le quedaba, notó qué tan mal estaba su vida como para considerar el alimento algo banal.
Dos segundos después de considerar, otra vez, lo que había perdido, Zack se detuvo frente a ella.
—Encontré un pasadizo —dijo con una amplia sonrisa, sin dejar de mirar de reojo el fuego flotante—. ¿Lista, niña maga?
Zoey asintió. Ya no valía la pena lamentase; se levantó y tomó la mano de Zack antes de que la llama que había convocado se extinguiera.
Comenzaron el nuevo trayecto con cuidado. Pasaron primero por varios sectores que pertenecían al recorrido turístico mientras conversaban entre murmullos sobre lo que él había podido descubrir. Pasados los minutos, sin embargo, y con Zoey caminando detrás de él e intentando seguir sus pasos, se sumieron en silencio.
Entonces, algún tipo de animal emitió un sonido escalofriante. Zoey se detuvo y miró a Zack. Él, con tranquilidad, se encogió de hombros.
—Debe ser un murciélago.
—Bromeas —contestó ella, preocupada.
Le creía porque el tono de su voz evidenciaba que él los había visto. Zack no dijo nada más, tiró de su mano, instándola a seguir. Al parecer, cuanto más se internaban en los pasadizos, más murciélagos había, porque los chillidos iban en aumento.
Él intentaba no apresurarse y avanzar al mismo ritmo que Zoey.
—Esto no me gusta —balbuceó ella—. En especial si no puedo verlos.
Zackary le palmeó la espalda.
—Es mejor no verlos, créeme. ¿Quieres que te cargue?
—No. Tengo que ver y tocar el túnel por mí misma. Necesito vivirlo así —intento explicar ella.
—El pasadizo está aquí nomás.
Pronto alcanzaron la diminuta ramificación. Zoey convocó nuevamente una flama en el aire y Zack hizo un gesto, con los brazos extendidos, para presentarle su hallazgo.
—Es realmente pequeña —musitó ella, un poco extrañada—. En el sueño me había parecido más amplia.
—Es la única que encontré y solo se puede pasar de a uno. ¿Prefieres ir delante o detrás?
—Iré al frente —aseguró ella. Después de todo, lo que hubiera más allá no podía ser peor que los murciélagos.
Sin temor, Zoey pasó las manos por las paredes con un sentimiento genuino de confianza que la asaltó de inmediato. Sonrió cuando la llama la siguió por inercia. Esa podía ser la ruta, algo en su corazón se lo decía.
Zack fue quien la siguió en silencio esta