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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
Él tenía los mapas en las manos y uno de los cuadernos en los que Jessica había estado trabajando con las traducciones sobre el regazo.
«Habría sido ideal traerla también a ella para que siguiera traduciendo», pensó Zoey en ese instante. Se pasó las manos por la cara para aclarar su visión antes de llamar la atención de su acompañante.
—¿Y qué buscas? —preguntó, somnolienta.
—Quiero ver si hay algo aquí que corrobore lo del grial y lo de la ciudad oculta. Han sido todas teorías relacionadas con lo que Jess sacó e intuyó con la información de internet.
—Pero lo que decía en el templo…
—Lo de la piedra filosofal —contestó Zack, sin levantar la vista—. Sí, hay unas tantísimas teorías sobre la piedra filosofal. En cuanto lleguemos a Viedma, deberíamos buscar una computadora con buena conexión.
—¿En dónde se relaciona el tema del grial con la piedra y, de ahí, al dije? —murmuró ella, mirando brevemente hacia su alrededor. Las personas que hablaban detrás se habían callado.
Zack chistó, frustrado con los papeles.
—Ay, esa será la cuestión. ¿Confiamos en todas esas teorías locas de internet o no?
Todavía adormilada, Zoey se pasó la lengua por los labios antes de responder.
—¿Escritas por algún otro loco? —musitó—. Perfecto.
Se rieron por lo bajo, tratando de no despertar a nadie como la habían despertado a ella. Recién se asomaba el sol por el este, justo del otro lado del pasillo del bus.
—Pero ¿y si algo de eso resulta ser cierto? Es muy probable que los templarios realmente hayan ocultado el grial allí —continuó él, sin mencionar el lugar. Otra vez, la gente de atrás estaba muy callada—. Tendríamos que ver…
—Para empezar, no tenemos ninguna otra cosa que hacer. Es nuestra única posibilidad para no andar vagando de un lado a otro. Si el dije tiene algo que ver con los templarios y, por ende, con la copa, y llegásemos a dar con ella, o con cualquier otro tipo de información, tendremos algo, al menos.
Zack giró la cabeza hacia ella y la miró con las cejas arqueadas. Zoey bufó cuando esa mirada se transformó en un gesto pícaro.
—¿Han pasado cientos de siglos y dos adolescentes van a dar con una copa milenaria en el proceso?
Ella soltó una risita baja y se acomodó en la butaca para girarse hacia él y darle la espalda al sol.
—¿Qué? ¿No somos dos adolescentes geniales que superan la vida y la muerte? —murmuró.
En ese momento, Zack acortó la distancia para plantarle un beso casto en los labios.
—Sí, lo somos. Y por eso la encontraremos —afirmó él,
completamente convencido de repente.
A partir de allí, para Zoey fue difícil volver a dormir, entre el sol y la gente a su alrededor, cada vez más charlatana.
«¿Es que ellos no están cansados?», se preguntó. Tal vez sí lo estaban, pero no tanto como ella, que solo había dormido cuatro horas en los últimos dos días.
Se resignó cuando, en los carteles de la ruta, Zack comenzó a señalar los kilómetros que faltaba para llegar a Viedma. Sabían que desde allí deberían trasladarse todavía más hacia el sur, hacia el Golfo de San Matías, para hallar la manera de acceder al Antiguo Fuerte. Según lo que había buscado Jessica, el lugar estaba cerca de Las Grutas. Pero, en lo inmediato, el plan era bajarse de ese bus y descansar.
Cuando estaban por llegar, Zack acomodó los papeles, que había releído varias veces, y los guardó en la mochila de azul.
—McDonald’s, yo quiero un McDonald’s —murmuró él.
Ella tuvo un ataque de risa que se le quedó pegado en la garganta. Los ojos irritados no le permitieron apreciar Viedma con la emoción requerida.
Tardaron una eternidad para alcanzar la terminal y otra eternidad para descender. Al final, cuando bajaron con los bolsos colgados, Zoey sentía que se iba a desmayar por el sueño. Miró a Zack y buscó su apoyo para arrastrarse a donde fuera.
Solo con gestos, él la ayudó a llegar al escritorio de información. Sabían que, al preguntar, corrían el riesgo de exponerse demasiado, pero necesitaban hallar un hotel económico, de fácil acceso y con internet lo más pronto posible, y solo lo obtendrían si consultaban con un local.
Zoey se apoyó contra el hombro de Zack mientras él se inclinaba sobre el alto mostrador de la cabina de Información. Escuchó sin prestar atención hasta que la mujer preguntó si estaban solos en la ciudad.
Zackary, hábil como siempre, respondió que él y su hermana estaban viajando al sur para visitar a su tía abuela. No aclaró nada más y la señora tampoco preguntó, pero fue evidente que no les creía cuando les marcó los hoteles en el mapa que tenía en la mano.
—No vayamos a ninguno de ellos —dijo Zoey al alejarse de la cabina de Información—. No nos ha creído y estoy segura de que, si llega a sospechar algo más o, por ejemplo, si ve mi foto mañana en las noticias, nos denunciará. Podría decirle a la policía los hoteles que nos mencionó.
Mientras él la ayudaba a llegar hasta los taxis, se volteó para ver la cabina y a la señora, que los seguía con la mirada.
—No he actuado tan bien, ¿no? —respondió Zack. Abrió la puerta de un taxi y metió los bolsos dentro—. Buscaremos cualquier otro. Esta noche jugaremos a la peluquería.
Una vez dentro del automóvil, pidieron indicaciones al chofer2. Muy amablemente, y sin dudar tanto, el hombre los llevó a un hotel de dos estrellas que estaba alejado de los que la señora les había dicho en la terminal. Antes de bajar, Zack se sostuvo de los asientos delanteros y le preguntó muy seriamente al conductor si había un McDonald’s en la ciudad.
—Lo siento, muchacho, pero no.
De seguro la ciudad tendría sitios de comida rápida que podrían reemplazar a la franquicia, pero Zack se mostró desilusionado.
Bajaron del auto con desgano y entraron al hotel. Era un sitio económico, por lo que no conseguirían una computadora y una buena conexión, al menos ese día.
Pidieron una habitación con dos camas, todavía simulando ser hermanos, y fueron conducidos a una pieza pequeña, pero con un baño limpio y un televisor moderno. Era más que suficiente para lo que les quedaba del día.
Acomodaron sus pocas cosas antes de que ella pudiera relajarse en una de las camas.
Se durmió a los pocos minutos, aunque la almohada estaba dura y el colchón tenía un bollo a la altura de los omóplatos. El cansancio era superior y cualquier cama era lo bastante buena para ella en esos momentos.
Sus sueños estuvieron llenos de imágenes inconclusas.
Horas después, cuando el anochecer se dejaba ver por la pequeña ventana de la habitación, Zoey abrió por fin los ojos y se dijo que todas esas escenas llenas de luces, de ráfagas y de exaltaciones tenían que ver con la pelea con Peat. Antes había estado demasiado cansada como para soñar con ellas, ahora, su cuerpo estaba más repuesto.
Bostezó y se giró para ver a Zack que, sobre la otra cama, revisaba los papeles de la logia y la información que Jess había recolectado, otra vez.
—¿Tienes hambre? —preguntó él cuando la vio despierta—. Estaba esperando para salir por algo de comida. En la recepción decía que no se puede traer la cena a las habitaciones, pero nadie va a saber que he metido un par de hamburguesas —aseguró.
Contagiada por su buen humor, ella le devolvió