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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
4 Mear: orinar.
Capítulo 6
La Ciudad de Césares era real. Como lo decía la profecía, se trataba de un reino abandonado y perdido de gran tamaño, se veía hasta perderse en las tinieblas, por debajo y por encima de colinas, entre montañas, riscos y pozos profundos; un paisaje surcado por puentes de piedra llenos de escombros y de raíces secas de viejos árboles.
Era claro que aquello no podía caber dentro del fuerte. Aquel sitio no estaba bajo la tierra, sino que era otro plano. Acababan de abrir un portal y lo que veían al otro lado existía, quizás, en un mundo olvidado y muerto.
Y estaba muerto en verdad porque, tan pronto como la sorpresa inicial disminuyó, Zackary pudo comprobar que allí no había ni un solo gramo de magia. Toda estaba con ellos, en el pasillo, retenida y sin poder cruzar al otro lado.
—Está totalmente vacío —insistió él—. No hay nadie allí. No hay nada.
—¿Qué hacemos? —musitó Zoey, dejando ir el fuego.
No volvió a sentir pellizcos. Si las hadas fantasmas seguían robando su magia, ella ya no lo sentía.
—No lo sé. Es inmenso, es prácticamente una tierra entera. Un país, una provincia. O capaz un mundo. No se ve qué tan grande es desde aquí. —Zack se estremeció.
Notaron que había bruma en lo alto, allí en donde estaría el cielo. Un crepúsculo permanente que generaba una impresión extraña y peligrosa. Observaron. No se movieron por un minuto entero, mirando de aquí para allá, buscando indicios de vida sin cruzar el portal.
—Deberíamos ir. Repito la pregunta, Zack, ¿tenemos algo que perder?
—No, no tenemos nada que perder, pero ¿hasta dónde podríamos llegar? Temo que es un mundo entero. ¿Qué podríamos buscar ahí? Yo pensé que hallaríamos una ciudad construida debajo del fuerte, algo así como una tumba, un castillo o una cosa así. No un plano completo, ¿entiendes? —exclamó, preocupado, y se giró hacia ella con los brazos extendidos—. ¡Un mundo completo, tan grande quizá como el nuestro!
Él tenía un buen punto.
Zoey también sentía inseguridad al respecto, pero sabía que era la única opción que les quedaba. No había nada más en su propio mundo que pudiera ayudarla a salvar lo que quedaba de su vida. De otro modo, solo restaría esperar sentada por la muerte a manos de Peat, y ella no estaba dispuesta a permitir ese final.
Cerró los ojos y, sin dar su opinión al respecto, cruzó el portal. Al otro lado, notó unas escalerillas que no había visto desde su posición y las tomó. Zack dijo una mala palabra y la siguió a las corridas. A los pocos pasos, los restos de un caballero templario casi los hicieron regresar a la seguridad del hall.
—Por los clavos de… —soltó Zack, tocando con la punta del pie un casco de hierro y una malla medieval que no estaba oxidada.
—¿Y los huesos? —preguntó Zoey, pegándose a él. Si bien quedaba cabello dentro del casco, cuya visera estaba abierta, no había ningún cráneo.
—¿Por qué quieres saber dónde están los huesos? —Zack la miró como si ella estuviera loca—. Mejor no verlos.
Zoey bufó.
—¿No es raro? ¿Es que quedó nada más que la peluca del tipo cuando murió?
—Podría haberse quitado la ropa y haberse cortado el cabello antes de irse de aquí —trató de razonar él, pensativo, aun dando cuenta de lo estúpido que sonaba.
Ella chistó, molesta, sin decir nada más.
No volvieron a mencionar el tema y continuaron con el descenso. Notaron que, al final de las escaleras, había un montón de elementos que obviamente habían sido apilados allí por alguien. Había cajas de madera con la cruz templaría que las identificaba, espadas contra los muros y arcones viejos que tenían candados; eso y más había sido dejado allí, posiblemente por los mismísimos templarios, hacía unos cuántos siglos. Eran objetos que no tenían relación alguna con el resto de ese mundo, el espacio había sido utilizado como depósito para guardar y esconder ítems que no pertenecían allí.
Al final de las escaleras, varios metros más abajo, un puente enorme de piedra conducía al resto de aquel mundo, por encima de un abismo oscuro y siniestro.
—No deberíamos continuar —dijo Zack, dubitativo. Más allá de donde estaban había otra montaña de cascos y de mallas medievales. Quizás otros restos sin huesos.
—¿Qué otra cosa hacemos, entonces?
—Revisar estas cajas y baúles —contestó él, llevando el pulgar hacia atrás por encima de su hombro—. Puede haber mucha información sobre lo que los templarios trajeron aquí. Yo miraría eso antes de meterme más adentro de este sitio.
Si bien él tenía razón, Zoey no se sentía segura al respecto. El lugar le causaba miedo y conmoción a la vez, y no sabía exactamente cómo reaccionar. Era turbio y maravilloso al mismo tiempo.
—Está bien —aceptó por fin—. Veamos estas cosas primero.
—Y debemos decidir qué vamos a hacer a continuación. No tenemos más comida para ti, el resto de nuestras cosas están en ese hall y la puerta de la antecámara sigue abierta —recordó él—. Si seguimos sin prestar atención a eso, el portal podría ser descubierto por la gente de las excursiones.
—No sé ni cuánto tiempo llevamos aquí.
Zack miró su reloj de pulsera.
—Llevamos más de cuatro horas. Casi cinco desde que empezamos la excursión por el Fuerte.
Eso hizo que ella se llevara de forma automática una mano al estómago.
—Con razón creo que tengo hambre otra vez.
—Te lo dije. No tenemos más comida. —Se giró, dispuesto a regresar por donde habían llegado.
—Pero, si nos vamos ahora, se nos hará mucho más difícil volver —insistió ella—. Volver a la ciudad, con más gente que vea mi cara y note que somos dos adolescentes van y vienen solos al fuerte, esquivando también las excursiones, será un problema. Tendríamos que abrir y cerrar los pasadizos y el portal, y no podremos estar aquí mientras los excursionistas pasean.
Zack se detuvo junto unas cajas.
—¿Y entonces qué? ¿Sugieres quedarnos aquí? —preguntó él.
—No. Sin comida y sin agua no llegaremos a ningún lado. Moriré antes de que encontremos algo —aceptó ella—, pero pensémoslo bien.
Zack no respondió. Se agachó y arrancó uno de los candados de los arcones. Luego, levantó la tapa. Allí solo había papeles viejos y raídos, muchos cuadernos de cuero.
Zoey suspiró y esperó a que él saldara su curiosidad.
Él revisó otras dos cajas. Halló algunas piezas de valor, como copas de plata y otro tipo de vajilla, además de lingotes de oro con sellos de la realeza española de antaño.
—Zack —insistió ella—. Volvamos al hall.
Él aceptó, justo cuando un casco rodó por el suelo. Solo.
Zoey se congeló. Él se enderezó. Unos segundos después, una criatura extraña y del tamaño de un perro mediano se arrastró hacia ellos a gran velocidad.
Ella no perdió tiempo, corrió hasta Zack; juntos, retrocedieron