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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
—¿Y no te hizo daño?
—Para nada —contestó Zoey, cruzando el umbral del portal y deteniéndose a pocos metros de la criatura—. Solo corrió de vuelta aquí.
Bajaron las escaleras después del animal, que tomó la delantera, y miraron hacia atrás varias veces. Dudaban sobre su decisión, pero ninguno se animó a decir qué era lo mejor. Podían estar metiéndose en una trampa terrible; en ese caso, cerrar el portal los dejaría atrapados, quizá para siempre.
—Si Peat nos está siguiendo… —dijo Zack, apretando los labios. No terminó la frase.
Ella asintió y regresó hasta el portal. Puso la mano sobre el aire que se veía ligeramente de otro color. Empujó sus poderes hacia allí y el espacio se transformó en roca sólida un segundo después. Ya estaban jugados, se encontraban en otro mundo.
Zoey volvió a bajar las escaleras y le tendió la mano a su compañero, que no dudó en estrechársela. Se sonrieron, a pesar de los miedos, para darse la confianza mutua que a cada uno le faltaba.
—Podemos hacerlo —dijo ella, dando un paso decidido hacia delante.
Zack le besó el dorso de la mano y la siguió.
La criatura se los quedó viendo hasta que llegaron al puente. Allí, empezó a correr lejos, sin preguntar nada ni tampoco hablar. Los chicos suspiraron y cruzaron los dedos para que realmente pudiese ayudarlos y no los estuviese abandonando. Pero, cuando empezaron a cruzar el puente, despacio, fijándose dónde pisaban, notaron que el bicho se frenaba un poco más allá.
Escucharon un par de crujidos, aunque el puente parecía sólido. Zack caminó por delante y le indicó a Zoey que lo siguiera. Cuando estaban por la mitad, se les ocurrió asomarse por la gruesa barandilla de piedra tallada.
El abismo era impresionante y los dos se quedaron sin aire.
Zoey hizo una mueca y codeó a Zack.
—Si nos cayéramos, ¿podrías ser un héroe sin accidentes y salvarnos?
Zack arqueó las cejas.
—¿Qué clase de referencia es esa? Te estuve salvando todo el año —contestó él, pero ella solo negó con la cabeza.
Siguieron caminando, a pesar de haber perdido de vista al perro del infierno. Solo cuando terminaron de cruzar el largo puente y estuvieron en lo que parecía ser una calle principal rodeada de casas abandonadas, con la misma estética arquitectónica, lo vieron de vuelta. Estaba por allí, correteando.
Avanzaron por el centro, mirando a su alrededor, aunque sin atreverse a acercarse a las casas. Se mantuvieron en la calle, esquivando piedras rotas y algún que otro yelmo vacío.
—Oye —dijo él cuando el bicho apareció de la nada y se sentó en el camino, a verlos, a esperarlos—. ¿Habrá más como él?
—Ni idea. Dices que aquí dentro está todo muerto.
—Si, pero a él no lo sentí —explicó Zack—. Como decíamos antes, es probable que esta cosa tampoco esté viva y que haya muchas iguales.
—¿Y si le preguntamos?
Llegaron hasta la criatura e intercambiaron miradas. La verdad era que, aun siendo tan feo, era simpático después de que uno se acostumbraba a verlo. La forma en la que corría podía parecer hasta graciosa.
—¡Ey! —Zoey llamó su atención—. ¿Tú eres el único por aquí?
—Todos muertos —resumió la criatura—. Me comí todo.
—Qué agradable —musitó Zack—. ¿No hay otros como tú?
—No, más para mí. Muchos huesos, huesos, huesos.
—Ya. —Zoey se rascó la frente—. Y…, este… ¿Tienes un nombre?
La criatura ladeó la cabeza, estornudó y luego se rascó con la pata trasera. No sabía qué contestar o no había entendido.
—Los soldados, ¿te llamaban de alguna manera? ¿Te decían de alguna forma? —siguió Zackary, inclinándose un poco hacia él.
El bicho estornudó, otra vez.
—Cranium —respondió.
Zoey alzó las cejas.
—Eso es latín, ¿no?
—Cráneo —respondió el muchacho—. Qué original.
—Al menos, suena mejor que en español —replicó ella, agachándose y juntando las manos sobre sus rodillas—. Bueno, Cranium. Dijiste que más allá de las montañas está esa arca y que hay cosas allí. Entonces, ¿qué hay detrás de las montañas?
—El reino.
—¿No estamos en el reino ahora? Digo, cruzamos el puente y esto parece ser una ciudad —insistió ella.
Cranium miró a su alrededor, como buscando entender qué era una ciudad.
—En el reino está el arca, todos los secretos, secretos —replicó—. Más allá de las montañas, lejos, lejos, está el reino y el trono roto.
Zack le tocó el hombro a Zoey.
—Puede que no sepa lo que es una ciudad en sí y que todo lo que diga sean cosas que recuerda de los templarios. Si ellos trajeron el arca aquí, aunque no sabemos cómo, es probable que hablasen sobre el lugar. Quizá se refiere a un reino por algún tipo de… capital. Este mundo puede ser enorme, tal vez esta es solo una ciudad limítrofe.
—Si hay un trono, puede referirse a un palacio, un lugar importante donde esconder un arca, ¿no? —contestó ella, mirando de reojo a Cranium—. Puede ser el trono que vi en mis sueños.
Zack suspiró y se rascó la cabeza antes de dirigirse a la criatura que, como siempre, no había participado de su conversación.
—Cranium, ¿podrías llevarnos hasta allí? Suponemos que no tienes otra cosa que hacer, ¿verdad?
—Sí, por el camino, por el camino —contestó antes de darse vuelta y echarse a caminar.
Los chicos se apresuraron a seguirlo. Durante el siguiente tramo del trayecto, entre casas y calles que se bifurcaban en la oscuridad y el silencio, lo perdieron de vista otra vez. Notaron que el ambiente parecía suspendido en el aire. Allí abajo no hacía calor, tampoco frío; no había viento que moviera ni una rama seca y muerta en el suelo. Todo era gris y sombrío.
Zoey trató de imaginar cómo hubiese sido ese lugar en su época de gloria. Imaginó gente yendo y viniendo, imaginó las paredes con colores, con luces. Pero era solamente una idea alegre de algo que ahora se veía destruido. Se detuvo a mirar una columna, apreciando el trabajo de construcción en ella. Pasó los dedos por los grabados en la piedra. Era magnífica y diferente a todo lo que había visto antes, como si hubiese una columna por debajo y cintas ornamentadas, o decoraciones festivas, la envolvieran por encima, solo que todo en sí era de piedra.
—¿No es increíble? —le dijo a Zack—. Mira cuántas cosas hay aquí que muestran qué grandes artistas eran.
Él observaba una curva de la calle en la que Cranium andaba husmeado entre los restos.
—Lo cierto es que no parece que la ciudad haya sido atacada…, ¿o sí? —Dejó caer los bolsos al suelo por un momento—. O sea, sí, hay escombros, pero… no es como si las casas estuviesen destruidas.
Zoey se separó de la columna y miró a su alrededor.
—Sí, es como si todos hubiesen huido —murmuró ella.
Zack se agachó a recoger algo del suelo. Zoey se acercó y notó que era un objeto de metal, con forma de pluma, que en algún momento habría tenido piedras, seguro preciosas. Era un prendedor; lo tomó e inspeccionó el reverso, la parte del alfiler, ya rota hacía