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El Arca. Ann Rodd
Читать онлайн.Название El Arca
Год выпуска 0
isbn 9788418013485
Автор произведения Ann Rodd
Серия Trilogía El Dije
Издательство Bookwire
Por encima de ellos no se veía un cielo, pero tampoco roca, como si estuvieran debajo de la tierra. Era algo inexplicable a lo que ya habían dejado de buscarle sentido.
—Ey, Cranium —llamó el muchacho, cuando no encontró nada extraño—. ¿Qué pasa?
El bicho se volteó y corrió hacia ellos como si fuesen amigos de toda la vida.
—Huele a fuego, fuego —contestó, sentándose frente a ellos, que se miraron extrañados y luego tuvieron que escudriñar su alrededor. No había ni siquiera humo en el aire—. ¿No tienen huesos?
—No —contestó Zoey—. ¿Cómo que fuego?
—Fuego, fuego que atacó.
Zack arqueó una ceja, en el único momento de silencio que hubo antes de que Cranium empezara a correr de nuevo.
—Sí, ¿sabes qué? Está pirado7.
Ella ahogó una risa con la mano y luego suspiró.
—Mira, estos árboles están tan grises y secos que quizás hace mucho tiempo sí se quemaron. Quizá él huele el fuego de esa época, así como huele mi magia y sabe que no estás vivo.
Ante la teoría, Zack puso los ojos en blanco y también rio.
—¿El fuego de hace siglos? Tú también estás pirada.
Esa noche, cuando llegaron a la cima de la siguiente montaña y Cranium se revolcó entre la tierra suave y sedosa, comprobaron que sí había existido un incendio. El polvo bajo sus pies estaba mezclado con cenizas y llevaba tanto tiempo allí que no tenía el color que hubiesen esperado. Prometieron confiar más en el perro y tomarse la delicadeza de preguntarle cosas más seguido. Sin embargo, cuando Cranium marchó hacia ellos, completamente sucio —hasta el punto de que sus partes blancas se veían grises—, para preguntar si tenían huesos, los chicos le pidieron que mantuviera distancia.
—No podemos acampar aquí —replicó ella. Las zapatillas se le estaban empolvando, aun cuando estaba parada sobre los adoquines del camino—. Tenemos que buscar un lugar más firme.
Zack asintió.
—Vamos a tener que seguir por un rato más. Súbete a mi espalda otra vez. Si tienes sueño, solo duérmete.
La opción le pareció buena, pero resistió el cansancio. Zoey permitió que él la cargara, aunque no se durmió ni por un instante. Él continuó caminando, adentrándose cada vez más en la zona del incendio antiguo.
Eran pasadas las once de la noche en su mundo.
—Tenemos que mantener los horarios para no perder la noción del tiempo —sugirió Zack, cuando comprendió que ella no iba a dormir—. Hoy estamos a, ¿8 de diciembre? ¿No?
—Supongo —replicó Zoey, dejando caer los brazos a los costados y anclando el mentón en el cuello de él.
—Llevamos lejos de casa más de una semana. Y estaríamos armando el arbolito de Navidad de no vivir todo esto. El año pasado le tocó a mi hermana elegir los adornos. Era un año cada uno. Este hubiera sido el mío —contó Zack, con un tono neutro.
Para Zoey no pasó desapercibido el anhelo contenido que él se esforzaba por ocultar.
—Tienes razón, en eso estaríamos —afirmó. Ella no quería recordar otra vez lo mucho que extrañaba su vida. Esa hubiera sido la primera Navidad con su hermanito—. Pero, si son las once, ya casi es nueve de diciembre. ¿Cuántos días más pasaremos aquí? ¿Faltará mucho para llegar al supuesto reino?
Cranium volvía a revolcarse en la tierra con ceniza cuando lo buscaron con la mirada.
—Ni idea. —Zack se encogió de hombros—. Correría, pero él no sigue mi velocidad y, además, no conozco el terreno. No es como correr por nuestro mundo. Aquí no sabemos nada, ni qué pasó ni qué tan peligroso es este camino. Quizás, en otra ciudad podamos avanzar un poco más rápido. Dependerá del lugar.
—Si es que hay otra ciudad.
Pasado un rato, arribaron a una especie de valle y les sorprendió encontrar el cauce de un río seco. En verdad, todo estaba muerto allí. Decepcionados, continuaron el viaje con una sensación de desasosiego, preguntándose si el mundo había perecido antes de que la gente se fuera, obligándolos por eso a huir, o después, cuando ya no quedaba nadie.
Zack caminó por tres horas más, con Cranium siguiéndolos esta vez. Zoey se dejó vencer por el sueño, dormitó sobre la espalda de él hasta que se detuvieron.
El muchacho la bajó y la sentó en el suelo con cuidado. Ella se despabiló de repente y se tambaleó, comprendiendo unos segundos después que estaba apoyada contra una piedra.
—El suelo no está limpio —susurró él—, pero tienes que descansar de una vez.
Zack preparó todo y la metió dentro de la bolsa de dormir. Zoey pidió un poco de agua antes de acurrucarse dentro y, por primera vez en esos días, la bolsa le pareció cómoda. Prácticamente se desmayó y solo se despertó cuando le gruñó el estómago, recordándole que no había cenado.
En ese momento se sentó, envuelta por la bolsa como una oruga, y miró a su compañero, sentado a su lado.
—¿Cuándo te convertirás en mariposa? —bromeó él—. Buen día, dormiste como un tronco. Más que estos —señaló con el dedo a un árbol petrificado—. ¿Tienes hambre?
Ella asintió y se frotó la cara.
—¿Qué hora es?
—Casi el mediodía —respondió él mientras le pasaba el bolso con comida.
Ella tomó los sándwiches de miga por puro antojo. A pesar de todo lo que había decidido sobre la supervivencia, se comió el paquete entero sin arrepentirse.
—Así me gusta —bromeó él, tendiéndole la botella de agua que ella enfrió en un instante—. Me agrada que comas bien. Sé que hay que guardar lo que queda, pero tampoco puedes dejar de alimentarte.
Zoey bebió con apremio y le sonrió al bajar la botella de su boca.
—Tienes razón, no puedo dejar de comer, pero tengo que ser cuidadosa. Y necesito energía si quiero continuar porque estoy hecha percha8. —La muchacha estiró las piernas y los brazos. A pesar del sueño reparador, le seguía doliendo el cuerpo entero.
Zack se rio y la ayudó a guardar la bolsa de dormir. Justo cuando se preguntaba dónde estaba Cranium, este apareció por detrás de una roca. El chico lo saludó con la mano y el bicho ladeó la cabeza, sin entender.
Zoey se puso de pie y pidió caminar por un rato para estirar los músculos; enseguida, Cranium los siguió casi a la par, hasta que se metió entre otras rocas y sacó de allí un yelmo.
—Ey, ¿de dónde salió eso? —replicó Zack, deteniéndose en seco.
Zoey frunció el ceño, pero se alejó de un salto cuando la criatura se giró y reveló que, dentro del yelmo, había un cráneo humano.
—¡¿Qué demonios?! —exclamó ella.
Los muchachos se giraron y se taparon los rostros, más por la sorpresa que por el pavor. Eso no era peor que ver a Adam muriendo en manos de Peat, pero no lo habían esperado.
—Huesos, huesos —canturreó Cranium, feliz.
—¡Cómetelo lejos de aquí! —exclamó Zoey mientras empezaba a caminar velozmente por los adoquines para alejarse—. ¡Por Dios, qué horror!
Zack cogió los bolsos y corrió detrás de ella.
—¿De dónde demonios salió eso?
Se