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obtener la dominación y evitar la muerte.

      Según Hobbes, la felicidad humana consiste en un continuo progreso del deseo de un objeto a otro. Los hombres son impulsados por un continuo deseo de poder que cesa solo con la muerte. Hobbes es considerado como uno de los padres del individualismo, movimiento que defiende que la sociedad es un conjunto de sujetos, con sus propias metas, proyectos y fines específicamente individuales.

      Los valores, los principios éticos y los criterios de evaluación moral parten del individuo, que es quien tiene autonomía y dignidad. La labor de la sociedad es ayudar al individuo a proteger ciertos derechos.

      El individualismo será una de las corrientes teóricas más influyentes en la filosofía moderna y contemporánea y en la fundamentación de la concepción liberal y empirista de la responsabilidad social corporativa. Sus más destacados representantes son: John Locke, David Hume, Adam Smith, Stuart Mill, Von Hayek o Rawls.

      Por primera vez en la historia, Immanuel Kant (1724-1804) sitúa la moral en el ámbito del deber. Para este autor, si debo es porque puedo; el concepto de deber entraña la noción de buena voluntad, pero también respeto a la ley.

      La bondad de una acción no debe juzgarse por la acción misma ni por sus consecuencias, sino por la actitud de la voluntad. Todos nuestros talentos están mediatizados por la voluntad; utilizarlos con una finalidad loable o no solo depende de lo que cada uno pretenda en un momento dado:

      No es posible pensar nada dentro del mundo, ni después de todo tampoco fuera del mismo, que pueda ser tenido por bueno sin restricción alguna, salvo una buena voluntad […]. La buena voluntad no es tal por lo que produzca o logre, ni por su idoneidad para conseguir un fin propuesto, siendo su querer lo único que la hace buena de suyo […]. El auténtico destino de la razón tiene que consistir en generar una voluntad buena en sí misma y no como medio con respecto a uno u otro propósito.33

      Kant defiende la razón como una capacidad práctica que influye en la generación de una voluntad buena en sí misma, y no como un medio para alcanzar otros propósitos:

      Una acción por deber tiene su valor moral, no en el propósito que debe ser alcanzado gracias a ella, sino en la máxima que decidió tal acción; por lo tanto, no depende de la realidad del objeto de la acción, sino simplemente del principio del querer según el cual ha sucedido tal acción.34

      Es necesario entonces que el ser humano respete una ley cuya representación en sí misma sea el motivo de la voluntad que anima a la persona a actuar de acuerdo con el bien moral. La voluntad es la misma razón práctica que el individuo requiere para actuar de acuerdo con las leyes: «Cada cosa de la naturaleza opera con arreglo a leyes. Solo un ser racional posee la capacidad de obrar según la representación de las leyes o con arreglo a principios del obrar, estos es, posee una voluntad».35

      El ser humano debe proceder siguiendo una ley que pueda querer que se convierta en ley universal, válida para todos los hombres. La dificultad estriba entonces en establecer esa ley, pues la persona tiende a atribuirse motivos nobles, pero encubiertos tiene otros móviles: «Cuando se trata del valor moral no importan las acciones que uno ve, sino aquellos principios íntimos de las mismas que no se ven».36

      De esta manera, Kant diferencia claramente entre aquellos actos que se llevan a cabo por el deber que entraña una ley en sí misma para la persona y aquellos que responden a la preocupación por las consecuencias perjudiciales que puedan acarrear. Tomamos este punto para poner luz en el sentido que ha de tener el concepto de responsabilidad al que pretendemos acercarnos. ¿Hemos de ser responsables porque eso es lo que le dicta la razón a la voluntad o hemos de serlo por las posibles consecuencias que puede tener el no responder así ante la sociedad? ¿Actuamos de manera responsable cuando dejamos de contaminar el medioambiente por miedo a una multa o más claramente lo somos si actuamos consecuentemente con el propio deber del ser humano? La buena voluntad no consiste en hacer lo que se debe, sino en querer hacer lo que se debe. La intención es el elemento esencial de la moralidad; se puede actuar conforme al deber sin actuar por deber:

      La voluntad es pensada como una capacidad para que uno se autodetermine a obrar conforme a la representación de ciertas leyes. Y una facultad así solo puede encontrarse entre los seres racionales. Ahora bien, fin es lo que le sirve a la voluntad como fundamento objetivo de su autodeterminación y, cuando dicho fin es dado por la mera razón, ha de valer igualmente para todo ser racional. En cambio, lo que entraña simplemente el fundamento de la posibilidad de la acción cuyo efecto es el fin, se denomina medio. El fundamento subjetivo del deseo es el móvil, mientras que el motivo es el fundamento objetivo del querer; de ahí la diferencia entre los fines subjetivos que descansan sobre móviles y los fines objetivos que dependen de motivos válidos para todo ser racional […]. El hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no simplemente como un medio para ser utilizado discrecionalmente por esta o aquella voluntad.37

      Querer y desear implican aspectos muy diferentes. El deber tiene que servir para todo ser racional, mientras que lo que se deduce de los sentimientos y los intereses puede ser particular de cada individuo, y por tanto puede convertirse en una máxima, pero no en una ley universal; puede ser un principio subjetivo según el cual tenemos una inclinación a actuar de un modo determinado, pero no puede ser nunca un principio objetivo conforme al cual quedemos obligados a obrar.

      Siguiendo sus deseos, la persona actúa particularmente de manera subjetiva, pero solo si sigue su razón se guiará por el deber que marca la buena voluntad. Esta razón a la que se refiere Kant es práctica y se perfila en leyes que se convierten en mandatos formulados en lo que él llama imperativos: «Fórmulas para expresar la relación de las leyes objetivas del querer en general con la imperfección subjetiva de la voluntad de este o aquel ser racional».38

      Mientras que los imperativos hipotéticos son normas que expresan obligaciones condicionadas, es decir, son válidas para algunos seres humanos, pero no pueden considerarse leyes morales, los imperativos categóricos son incondicionados, absolutos, obligan a todos y, por tanto, se convierten en ley moral. Así, consideramos acciones rechazadas por la propia conciencia del ser humano, como matar a otro, y así deberíamos considerar también el hecho de utilizar a las personas como medios y no como fines en sí mismas.

      Como consecuencia de estas reflexiones, Kant apunta una aseveración práctica: «El imperativo práctico será por lo tanto este: obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio».39

      La cosificación de la persona, tan extendida en la actualidad sobre todo en el marco empresarial, está claramente cuestionada desde este enfoque kantiano. Utilizar a los seres humanos, ya sean empleados, compañeros de trabajo, colaboradores o clientes, como medios que permiten la consecución de unos objetivos empresariales, generalmente rentables para el accionista o el empresario, no es sino un altercado contra la propia dignidad de la persona.

      Cuando pensamos solo en nuestros intereses económicos, de poder o de estatus y, para lograr esas pretensiones, nos servimos de otros sin tenerlos en cuenta como fines en sí mismos, no estamos obrando consecuentemente con esa ley universal que Kant propone.

      Si no consideramos que en la vida social o empresarial cada uno cumple una misión o función, y sea cual fuere esta es igualmente digna a la de otros, no estamos siguiendo la dirección correcta que facilite la concordancia de la voluntad de cualquier ser racional con la razón práctica universal.

      En la humanidad existen disposiciones tendentes a una mayor perfección que pertenecen al fin de la naturaleza con respecto a la humanidad en nuestro sujeto; descuidar dichas disposiciones podría muy bien subsistir con el mantenimiento de la humanidad como fin en sí mismo, más no con la promoción de tal fin.40

      El ser humano tiende a perfeccionarse, a desarrollarse, y lo hace en cualquiera de las facetas de su vida. Llevándolo a nuestro terreno podemos debatir si la profesión, el desempeño de una labor en la empresa, es un eslabón más de esa cadena de actuaciones que cada persona necesita para crecer como persona y así debe ser entendido por cada individuo.

      Es

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