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Responsabilidad de la persona y sostenibilidad de las organizaciones. Teresa de Dios Alija
Читать онлайн.Название Responsabilidad de la persona y sostenibilidad de las organizaciones
Год выпуска 0
isbn 9788418360299
Автор произведения Teresa de Dios Alija
Жанр Документальная литература
Серия Diálogos
Издательство Bookwire
No podemos juzgar moralmente teniendo solo en cuenta la razón, pues no es suficiente; es necesario considerar también los sentimientos. Para lograr que cada persona sea responsable de sus acciones es necesario castigar o recompensar su conducta con el objeto de lograr que intente hacer lo que es moralmente deseable y que evite lo que es moralmente indeseable. La ética de Hume reside en el sentimiento de agrado o desagrado individual, que en algunos aspectos es común a la humanidad, gracias a ello las personas pueden llegar a tomar acuerdos morales.42
Muchos han sido los seguidores de estas teorías individualistas, entre los más influyentes encontramos a Adam Smith (1723-1790), se le considera uno de los principales pensadores de la economía clásica. En su obra más importante, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776), que supone una gran aportación a la teoría económica actual, defiende el interés personal y el particular desarrollo como seres humanos, que logramos por medio del trabajo, entendido como servicio a la sociedad y contribución a la riqueza.
Sin embargo, es en su obra Teoría de los sentimientos morales (1759) donde apunta sus ideas éticas para explicar las conductas humanas con base en el resentimiento, la venganza y la corrupción, también fundamentadas en la admiración, la justicia y la simpatía, un concepto muy cercano a lo que ahora entendemos por empatía, que implica ser capaz de ponerse en el lugar de otro. La persona tiene capacidad para sentir como propio el dolor de los demás, y este rasgo es común a todos los seres humanos. Rechaza la defensa de Hobbes respecto a la teoría que propone que antes del Estado no existen los criterios morales y que las normas del bien y del mal derivan de las leyes que dicta el poder.
Argumenta que la moral supone la corrección de la conducta y que la virtud es la excelencia de esta; por ello, no es necesario acabar con la pasión que el ser humano muestra hacia las cosas, sino moderarla, lo que podemos conseguir personalmente por medio del control de los sentimientos, más que con la razón.
La conducta virtuosa se logra individualmente y depende de la capacidad de cada uno para corregir las desviaciones que nos separan de lo que contribuye al orden en la sociedad. Rechaza la idea de que sea el Estado quien decida sobre lo que es bueno o malo para el conjunto de los ciudadanos.
Para Smith, la base de la sociedad es la justicia que proviene del juego entre el amor propio y otras virtudes que lo controlan y limitan con objeto de que no se convierta en egoísmo:
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros, y hacen que la felicidad de estos le resulte necesaria, aunque no se derive de ella nada más que el placer de contemplarla. Tal es el caso de la lástima o la compasión, la emoción que sentimos ante la desgracia ajena cuando la vemos o cuando nos la hacen concebir de forma muy vivida.43
El sentido de la corrección y de la justicia lleva al ser humano a respetar los intereses ajenos y a actuar desinteresadamente. No actuamos bien por amor al prójimo, sino por el respeto al honor y a la dignidad:
Es la razón, el principio, la conciencia, el habitante del pecho, el hombre interior, el ilustre juez y árbitro de nuestra conducta. Él es quien, cuando estamos a punto de obrar de tal modo que afecte a la felicidad de otros, nos advierte con una voz capaz de helar la más presuntuosa de nuestra pasiones que no somos más que uno en la muchedumbre y en nada mejor que ningún otro de sus integrantes, y que cuando nos preferimos a nosotros mismos antes que a otros, tan vergonzosa y ciegamente, nos transformamos en objetivos adecuados del resentimiento, el aborrecimiento y la execración. Solo por él conocemos nuestra verdadera pequeñez y la de lo que nos rodea, y las confusiones naturales del amor propio solo pueden ser corregidas por la mirada de este espectador imparcial.44
Hay algo íntimo en el ser humano que dicta su conducta, es la guía racional que marca los principios y reglas morales que cada individuo debe seguir para actuar correctamente. Sin la conciencia moral, lo único que diferencia al ser humano del resto de criaturas es la capacidad de cometer errores.
Volviendo al pensamiento de Smith, es necesario resaltar su defensa de la sociedad entendida como un conjunto de personas interesadas en sí mismas que tienen valores morales. Es conveniente que cada persona piense en sí misma porque es quien mejor preparada está para hacerlo. También es loable buscar la aprobación y la estima de los demás porque así logramos comprendernos mejor:
Aprobamos o reprobamos el proceder de otro ser humano si sentimos que, al identificarnos con su situación, podemos o no podemos simpatizar totalmente con los sentimientos y motivaciones que lo dirigieron. Del mismo modo aprobamos o desaprobamos nuestra propia conducta si sentimos que, al ponernos en el lugar de otra persona y contemplarla, por así decirlo, con sus ojos y desde su perspectiva, podemos o no podemos asumir totalmente y simpatizar con los sentimientos y móviles que la influyeron. Nunca podemos escudriñar nuestros propios sentimientos y motivaciones, jamás podemos abrir juicio alguno sobre ellos, salvo que nos desplacemos, por así decirlo, fuera de nuestro propio punto de vista y procuremos enfocarlos desde una cierta distancia.45
Nos ponemos en el lugar del otro (simpatizamos con él) y así logramos vernos como nos ven los demás, es decir, nos convertimos en espectadores imparciales y, de acuerdo con ello, actuamos de uno u otro modo. Para Smith, lo esencial de la sociedad no es lo que las personas opinan, la aprobación, sino lo que piensa el espectador imparcial.
El individualismo ha justificado doctrinas históricas como el contrato social, propuesto por Jean-Jacques Rousseau, que defiende que, para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito: «Lo que el hombre pierde por el contrato social es su libertad natural y un derecho ilimitado a todo lo que le apetece y puede alcanzar; lo que gana es la libertad civil y la propiedad de todo lo que posee»46.
El contrato social otorga al ser humano ciertos derechos a cambio de abandonar la condición individual de la que dispondrían en estado de naturaleza, la persona alcanza su máximo desarrollo y su verdadera libertad formando sociedad con otros por propia voluntad, así adquiere derechos no inmutables, cuyos términos pueden ser cambiados si con los demás así lo acuerdan.
En esta época, y en relación con la posición individualista, queremos destacar, por la repercusión de sus ideas en la sociedad actual y en el entendimiento de lo que hoy implica la responsabilidad social en el mundo occidental, a Jeremy Bentham (1748-1832) y a John Stuart Mill (1806-1873). Inspirados en los principios del empirismo, desarrollan el positivismo utilitarista, con una clara preocupación por temas sociales y por el bienestar de la humanidad.
Ambos autores consideran que la felicidad humana solo puede lograrse aumentando el placer y disminuyendo el dolor. La utilidad es el principio fundamental para juzgar las actuaciones humanas y para encaminarse hacia la felicidad, ya que lo bueno es lo útil. Sin embargo, presentan distintos puntos de vista respecto a la manera de lograr el máximo placer. Para Bentham, debemos pensar en los otros como un medio para obtener nuestro propio placer, al igual que ellos harán con nosotros. Para Stuart Mill, la felicidad completa no es posible si no proporcionamos también felicidad a los demás, y esto implica en algunas ocasiones renuncia y sacrificio. La actuación humana debe dirigirse más por la comprensión del propio individuo en su dimensión social que por los dogmas, las normas y los preceptos morales (tal como argumentara antes Kant).
En la actualidad que vivimos pueden definirse e incluso identificarse claramente algunos planteamientos utilitaristas. Hoy en día son muchos los casos, quizá demasiados, en los que se puede demostrar cómo el hombre se convierte en un medio para el logro de los fines de otros y cómo lo que tiene valor es únicamente lo que aporta alguna utilidad, casi siempre en el ámbito de lo material.
El utilitarismo de Mill tiene connotaciones aristotélicas en su defensa de ciertos valores (libertad, compasión o igualdad) como lo más conveniente y útil para el ser humano, pero también presenta gran influencia de Auguste Comte (1798-1857), considerado padre del positivismo, movimiento que se fundamenta en la observación empírica organizada y estructurada por el método científico para dar explicación a la realidad y al comportamiento de las cosas, gracias a lo cual podemos entender la historia social del ser humano. También es precursor