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escribe que los muros de Max Schuster estaban cubiertos con las fotos de los autores más célebres de la editorial, lo que, a fin de cuentas, era una práctica común. Pero señala que el historiador del arte Bernard Berenson, por ejemplo, parecía sorprendido de verse así, fotografiado, al lado de Schuster y su esposa, probablemente sin saber ni quiénes eran ni lo que hacían ahí. Según Korda, en el momento en que Max Schuster comenzó en la profesión de editor:

      Sin embargo, es cierto que Simon & Schuster publicaba, en esa época, libros serios sobre un montón de temas, a diferencia de lo que publican hoy. Aunque la mayoría de estos títulos no aparezca en las memorias de Michael Korda, vale la pena resaltar que en 1960 la editorial publicó, en una nueva colección de bolsillo, Sense of Nuclear Warfare de Bertrand Russell, un libro cuyo éxito no estaba ciertamente asegurado. En el catálogo se encontraba también The Open Mind de J. Robert Oppenheimer y The Rise and Fall of the Third Reich de William Shirer. El mismo año, Random House propuso un conjunto de novedades completamente respetables, con The End of Empire de John Strachey y Rococo to Cubism in Art and Literature de Wylie Sypher, títulos que hoy ya no podrían figurar en el catálogo de la editorial.

      El catálogo de Harper de 1960 es aún más sorprendente. En la actualidad, HarperCollins es visto tanto como editor de libros muy comerciales como de libros prácticos, de bricolaje y de hobbies. El contraste es impactante si se compara con la editorial tal como existía hace cuarenta años. A pesar de un catálogo de literatura que no tenía nada de excepcional, publicaba un número impresionante de obras de historia o de libros políticos de alto nivel. Entre los 28 libros publicados en la primavera de 1960 se encuentran The Future As History de Robert Heilbroner y The United States in the World Arena de W. W. Rostow. Harper, por su parte, creó los Harper Torch Books (que hoy ya no forman parte del fondo), que incluían desde un conjunto de títulos sobre la religión, como The Destiny of Man de Nicholas Berdyaev, hasta los dos volúmenes de introducción marxista a la novela inglesa, de Arnold Kettle.

      Estos títulos se publicaron cuando el despertar intelectual de finales de los años sesenta, desencadenado por la oposición a la guerra de Vietnam y por los debates alrededor de los grandes asuntos de la sociedad, todavía no tenía lugar. En Estados Unidos, la vida intelectual aún estaba lejos de ser muy animada. En consecuencia, los libros en cuestión no apuntaban a un público intelectual y universitario muy preciso. Más que beneficiarse del cambio este catálogo ayudó a provocarlo.

      En 1970, la escena intelectual en su conjunto se había transformado por completo, en parte gracias a los esfuerzos anteriores de los editores. En el catálogo de primavera de 1970 de Simon & Schuster se encuentra Do It! de Jerry Rubin, Grapefruit de Yoko Ono, así como Labor and the American Community de Derek Bok y John Dunlop. El catálogo de Random House proponía, a su vez, I Know Why the Caged Bird Sings de Maya Angelou y la traducción de W. H. Auden de The Elder Elda, The Fifth World of Enoch Maloney del antropólogo Vincent Crapanzano y Points of Rebellion de William Douglas. El catálogo de Harper incluía el libro de Alexander Bickel sobre la Corte Suprema; el libro de Hugh Thomas sobre la historia de Cuba; un libro fundador sobre Vietnam escrito por Paul Mus y John McAlister, The Vietnamese and their Revolution; Civilisation de Kenneth Clark, y el primer libro de Todd Gitlin sobre los blancos pobres en Chicago, Uptown.

      Quienes se ocupaban de publicar estos libros no eran una banda de izquierdistas (radicals) despelucados decididos a transmitir su mensaje por todo el país, aunque, de hecho, muchos editores que trabajaban en las grandes editoriales estaban políticamente muy comprometidos. Harper aún era, en cierto grado, un pilar de ese conservadurismo que la editorial siempre había encarnado. Conocida por sus vínculos con el Gobierno y la Ivy League, Harper era dirigida por hombres distinguidos y prudentes. No obstante, estos dirigentes eran buenos editores, capaces de reaccionar frente a la efervescencia política del momento.

      Una docena de editoriales, la mayoría de las cuales ha venido desapareciendo (como editoriales independientes), publicaban en esa época libros intelectualmente decisivos. Editoriales como McGraw-Hill, que editaba a grandes autores como Vladimir Nabokov, luego se orientaron hacia los libros técnicos y de administración. Otros, como Schocken, Dutton o Quadrangle, fueron absorbidos por grupos más grandes y hoy han perdido su identidad editorial. Otros más, como John Day y McDowell Obolensky, se unieron a los anales de la historia y pertenecen desde entonces a un pasado en parte olvidado.

      Las transformaciones que tuvieron lugar en Harper pueden, en un primer momento, ser imputadas a sus nuevos propietarios. Luego de que Rupert Murdoch hubiese comprado la empresa en 1987, la editorial se comprometió rápidamente con la dirección que desde entonces nunca ha abandonado: comenzó a privilegiar los libros más comerciales, en particular los relacionados con las industrias del espectáculo controladas por Murdoch. El color político del catálogo también cambió, por lo que ya no se encuentran libros sobre los Kennedy u otros liberales, sino las Mémoires del coronel Oliver North y Newt Gingrich. Murdoch trajo de Gran Bretaña su propio equipo de asalariados y reemplazó a los que trabajaban desde hacía tiempo en la editorial.

      La historia de Simon & Schuster y de su evolución es más compleja y se extiende por un amplio periodo. En sus Mémoires, Michael Korda es muy ambiguo en relación con estas transformaciones. Salvo algunas excepciones, entre ellas Graham Greene, que era un viejo amigo de la familia y un amor de infancia, y el novelista texano Larry McMurtry, Michael Korda se interesa por los autores de bestsellers muy rentables, por ejemplo, Harold Robbins, Irving Wallace y Jacqueline Susann. Continuó lógicamente con los bestsellers políticos escritos por Richard Nixon y (en cierta medida) por Ronald Reagan.

      Michael Korda elabora un retrato increíblemente despectivo de estos autores sobre los que reposa cada vez más el éxito económico de la empresa. Según él, siempre reclaman algo, se visten de manera vulgar, en Londres no saben dónde mandar a hacer zapatos a la medida y tampoco conocen las direcciones de los buenos restaurantes, temas que Korda domina muy bien. Por otro lado, Michael Korda estima que estos libros, en el futuro, serán los únicos de valor, dado que la edición es cada vez más dependiente de la industria del espectáculo, y que las modas y valores de Hollywood se hacen dominantes. Los libros de estrellas harán o desharán las editoriales y Michael Korda, con su jefe Richard Snyder, cuenta con la primera opción.

      Tiempo después, Simon & Schuster fue reemplazada por Viacom, que posee Paramount Pictures, y, durante algún tiempo la editorial también tomó el nombre de Paramount Books. Por más que Michael Korda describa de manera objetiva las presiones económicas engendradas por tales transformaciones, él sigue, no obstante, muy apegado a la idea de que esos son los libros en los que los editores deberían concentrar sus esfuerzos, y está orgulloso de los éxitos conseguidos con ellos, más que de sus relaciones con sus autores. Se permite, en un momento dado, hacer una crítica feroz a Harold Robbins, uno de sus primeros autores de éxito. Robbins había escrito una primera obra literaria prometedora, a la manera de las novelas proletarias de los años treinta, y también había sido publicado por Knopf.

      Como la mayoría de las personas cuyos libros se venden muy bien, Robbins estaba decepcionado pues pensaba que ese éxito no era merecido. En las entrevistas siempre tomaba una bocanada de aire y se apresuraba a defender sus libros frente a las críticas, pero la verdad es que despreciaba a sus lectores y se despreciaba a él mismo por satisfacer así sus gustos.

      Hoy, en la edición, parecería que solo los autores tuvieran vergüenza de vender muchos libros. Los editores toman simple y llanamente ventaja de las tendencias ineluctables.

      [...]

      La edición universitaria: ¿un modelo alternativo?

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