Скачать книгу

de ellas ha puesto sus esperanzas en la edición de libros que ya no son publicados por los grandes grupos porque no gozan de una gran cobertura promocional174 (midlist); logran así ganar dinero al tiempo que salvan del olvido algunos libros importantes. No obstante, la situación es hoy aún más complicada. El sector no lucrativo de la edición está, en efecto, sometido a imperativos comerciales muy restrictivos, que pueden a veces conducir, de facto, a su privatización.

      Pareciera inevitable que el modo de funcionamiento de los grandes grupos se extenderá un día a las editoriales universitarias. Después de todo, ¿no se han cerrado departamentos universitarios enteros por falta de clientela? Puesto que el sistema de enseñanza mismo está sufriendo tales presiones, ¿cómo podrían tener inmunidad las editoriales universitarias?

      En un artículo del Times Literary Supplement, que dio lugar a un vívido debate en Inglaterra, incluso en la Cámara de los Lores, sir Keith Thomas planteó la cuestión del lugar de las editoriales universitarias en el mercado actual. Sir Keith Thomas, historiador reconocido, preside el comité financiero de Oxford University Press y formó parte del comité que decidió poner fin bruscamente a la publicación de libros de poesía contemporánea en esta editorial. Su artículo es, por una parte, engañoso. Describe Oxford University Press como una editorial mediana, mientras que su cifra anual de ventas, de alrededor de quinientos millones de dólares, la clasifica entre las editoriales más grandes de su categoría. El total de las ventas de Oxford University Press supera el de todas las editoriales universitarias estadounidenses juntas. El catálogo de Oxford comprende un gran número de libros muy rentables económicamente, y las gigantescas capacidades comerciales de esta editorial le permiten obtener ganancias nada despreciables. Sir Keith Thomas afirma también que la Universidad de Oxford está en derecho de esperar un «retorno consecuente» por parte de su editorial, la cual, a lo largo de los últimos cinco años, le ha transferido alrededor de dieciséis millones de dólares al año. Teniendo en cuenta esta situación real, la decisión de interrumpir la publicación de libros de poesía fue juzgada, en muchos casos, como arbitraria y mezquina. Otras reestructuraciones dentro Oxford University Press tuvieron como efecto la supresión de las colecciones de bolsillo de alto nivel intelectual tales como Opus, el cese de las publicaciones en la serie Modern Master y la marginalización de Clarendon Press, su otro sello editorial. Varias de las cartas publicadas en las páginas del Times Literary Supplement (tls), algunas escritas por anteriores trabajadores de Oxford University Press, criticaron fuertemente estas decisiones tomadas por el editor. Los bárbaros ya no estaban solo en las puertas de la editorial, estaban indiscutiblemente al interior.

      Para justificar estas decisiones, sir Keith Thomas se refiere, en el artículo mencionado, a algunas transformaciones bastante conocidas: la concentración cada vez más grande de la propiedad de las editoriales y de las librerías, la presión económica que de allí resulta y que hace que los editores sean forzados a otorgar descuentos aún más importantes a los almacenes, la dificultad de ser competitivos en un mercado de cuasimonopolio. Estos asuntos son fundamentales para un editor de la talla de Oxford University Press, mucho más que para las pequeñas editoriales universitarias estadounidenses. Pero el hecho de que Oxford University Press produzca ganancias destinadas a sus propietarios muestra un problema que se hace cada vez más crucial para una buena parte del mundo académico.

      Es evidente que, como Oxford, las editoriales universitarias estadounidenses tienen dificultades a causa de los costos de publicación de obras de investigación, que constituyen, en principio, la esencia de su producción. En un artículo publicado en New York Review of Books, Robert Darnton presenta algunos argumentos convincentes en favor de la publicación en línea de tales obras, teniendo en cuenta la caída vertiginosa de las cifras de venta (que pueden no superar los doscientos ejemplares) y la crisis de las bibliotecas, cuyos fondos se destinan cada vez más a la compra de revistas académicas (estas también están casi completamente sometidas a un monopolio, y una revista puede costar hasta 16 000 dólares al año).

      Mientras que su «producto» principal —la obra de investigación— cuesta cada vez más, las universidades disminuyen sus subvenciones. Según sir Keith Thomas, casi todas las editoriales universitarias estadounidenses son subvencionadas por sus propietarios, pero un número creciente de ellas están obligadas a obtener un equilibrio o utilidades. Recientemente, la Universidad de Ohio pidió el 7 % de los ingresos de ventas a su editorial, aunque esta cifra luego se negoció a la baja. Luego de un año particularmente fasto, University of New Mexico Press fue gravada con un 10 % por su universidad. La Universidad de Chicago, a imagen de los cursos de economía que dicta, considera la institución un lugar lucrativo y exige de cada uno de sus departamentos —incluyendo su editorial— un aumento anual de rentabilidad. Se dice que jóvenes contadores persiguen cada céntimo reunido en el campus, y —como un ritual bien conocido por todos los que han trabajado en Estados Unidos en los grandes grupos— les preguntan a los directores de departamentos si lograron los objetivos fijados en el business plan. Una reciente investigación, realizada con 49 editoriales universitarias, muestra que, a lo largo de los últimos cuatro años, la subvención anual otorgada por las universidades bajó un 8 % (en valor efectivo), y que doce editoriales perdieron casi el 10 % de su apoyo financiero. Para retomar la elegante fórmula de Peter Gilver, presidente de la Asociación de Editoriales Universitarias de Estados Unidos, muchas universidades ofrecen un «apoyo negativo».

      Durante las discusiones con directores de editoriales universitarias me sorprendía ver hasta qué punto refunfuñaban por llamar las cosas por su nombre. Estaban completamente dispuestos a mencionar lo que pasaba en otras editoriales, pero, a menudo, no querían ser citados directamente. Una vez más, podía sentirse allí el tabú que pesa sobre los grandes grupos, en lugar del espíritu de apertura y de curiosidad que se supone reina en la universidad.

      Si las obras de investigación ocupan cada vez un lugar menor y el apoyo de la universidad no deja de reducirse, estamos en el derecho de preguntarnos por el futuro de las editoriales universitarias. Hace ya cierto tiempo algunas de ellas intentaron reconvertirse en editoriales regionales con el fin de resolver ese dilema. Las editoriales universitarias de Nebraska o de Oklahoma, por ejemplo, desarrollaron colecciones notables de libros sobre la historia local. Para los temas que no están cubiertos por editoriales locales independientes, no hay duda de que tal reconversión presenta ventajas considerables.

Скачать книгу