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que puede y vale la pena ser estudiado permite mantener formas de categorización claras y tranquilizadoras, pero ¿a qué precio?

      Como tantas traducciones de un mismo texto, estas diferentes concepciones de coedición son parciales, incompletas y efímeras. Al mismo tiempo, todas ponen de relieve una realidad más profunda que trasciende las diferencias contextuales. La primera, que proviene de un espacio editorial y literario relativamente débil y en búsqueda de reconocimiento, pone el acento en la finalidad (exportar, emanciparse, ampliar las fronteras) y la ganancia simbólica que procura. En este contexto, tal representación es más prospectiva que descriptiva, la idea de «imponer» la literatura quebequesa en Francia es claramente cuestión de «deseo» (en los términos de la Anel). Las representaciones que surgen de los otros dos contextos no niegan esta dimensión política e identitaria, pero la opacan, probablemente porque el reconocimiento en cuestión ya está allí adquirido.

      La coedición se aborda entonces desde una perspectiva más pragmática. Con toda la autoridad que confieren la experiencia y el peso de la historia, los discursos que surgen de Francia ofrecen una definición que pone el acento en la asociación económica y la dimensión asociativa (o sea, la puesta en común) que implica. Considero que el valor de esta definición reside en su valor histórico. Al relacionar coedición con coimpresión, traducción entre lenguas y con el ámbito del libro ilustrado, esta representación reflejaría muy bien el pasado de la coedición (no solo en Francia sino en Europa y quizá más allá) y una parte de su presente, pero solo una parte. Lo que la percepción francesa tiende a ocultar vuelve a emerger con fuerza en la literatura estadounidense. Mientras que los escritos de Philippe Schuwer hablaban de proyectos comunes, de colaboración, de acuerdos de coimpresión y de planes financieros complejos, los de Nat G. Bodian insisten en las dimensiones jurídica y de mercadotecnia, que son inherentes a cualquier forma de coedición. En los albores de la edición electrónica está permitido creer que esta percepción, que minimiza las dimensiones simbólicas y asociativas, sin que con ello se nieguen, es quizá la que tiene más oportunidades de imponerse. En consecuencia, convendría interrogar, como lo hicimos en el caso de Francia, los límites de esta nueva definición, develando, por medio del estudio de las prácticas, lo que ella busca ocultar: la naturaleza precisa de estas asociaciones, los asuntos simbólicos que las motivan y las lógicas de dominación que las sustentan.

      Por último, valdría la pena considerar otros contextos, por ejemplo, cómo los editores y sociólogos de la edición en Alemania conciben la coedición. Tal empresa permitiría analizar mejor la manera como se estructuran los saberes sobre la edición, el lugar que ocupa este campo de investigación en el conjunto de las ciencias sociales y humanas, y el peso que las divisiones disciplinarias o nacionales tienen sobre la materia. Por ahora, el objetivo era simplemente recordar la necesidad de reconocer toda la complejidad, la importancia, pero también los límites de los mecanismos de traducción que condicionan a la vez nuestra comprensión de las realidades que nos rodean y nuestra aptitud para integrar allí realidades más ajenas.

      Para favorecer la internacionalización de la vida intelectual o analizar la dinámica de los intercambios literarios, es necesario entonces, como lo sugerían Pierre Bourdieu, Johan Heilbron y Gisèle Sapiro en la introducción de dos números de las Actes de la recherche en sciences sociales, mencionados al inicio de esta contribución, interrogarse por las condiciones de acceso, de selección, de producción, de recepción, de promoción de los textos (literarios o académicos) extranjeros. Se requiere conocer a los agentes que participan en estos intercambios y las relaciones que mantienen. Pero para esto también debemos, como lo afirmaba Daniel Simeoni, y como ha intentado recordarlo esta contribución, estudiar las prácticas de traducción en el sentido primario; es decir, las modalidades de transferencias cognitivas y lingüísticas a las cuales se entregan estos agentes, comenzando por los investigadores, aceptando todo lo que tal empresa tiene de riesgoso e incierto:

      Bibliografía

      Altbach, Philip y Edith Hoshino (dir.). International Book Publishing. Nueva York y Londres: Garland Pub., 1995.

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