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Unidos, 1756-2010. Cuatro áreas estratégicas” de Sergio Alcocer (2013), quien aborda a profundidad la manera en que se constituyó la frontera geopolítica y sus distintas implicaciones. Asimismo, la Historia y problemas de los límites de México de César Sepúlveda (1985), quien aborda desde la cartografía el desarrollo de la frontera en una perspectiva histórica-política. El tema migratorio ha sido fundamental en los estudios fronterizos, el cual se aborda en estudios como Detrás de la trama: Políticas migratorias entre México y Estados Unidos de los autores de la Universidad de Zacatecas Douglas Massey, Jorge Durand y Nolan Malone (2009), y donde se analizan los cambios en los flujos migratorios –tanto legales como ilegales– a la luz de las condiciones políticas y, especialmente, económicas. El trabajo investigativo tiene un corte temporal que va desde 1848, año en que se formalizan los límites a partir del Tratado de Guadalupe Hidalgo, y momento en el que muchos mexicanos quedaron divididos en ambos países y se comienzan a desarrollar estrategias de contacto con sus familiares. Dicho hito histórico marcó igualmente la mutua dependencia económica que se materializó a partir del ferrocarril y de la necesidad de mano de obra en las plantaciones norteamericanas, especialmente para comienzos del siglo XX, donde las leyes migratorias hacia los asiáticos se fortalecieron. Para este mismo momento, la Revolución mexicana generó una oleada de refugiados en Estados Unidos, especialmente en la región de Ciudad Juárez-El Paso. Revolución que coincidió con la Primera Guerra Mundial, lo que generó un intenso auge del nacionalismo estadounidense que se concretó en la creación de la Border Patrol.

      Cambios en los flujos migratorios que se acentúan por efectos de lo que se denominó la Gran Depresión, que por la reducción en el crecimiento económico de Estados Unidos se generó un gran proceso de deportaciones de mexicanos que ya no eran absorbidos por el aparato productivo. Situación que se revierte nuevamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, donde la mayoría de los hombres en Estados Unidos tuvieron que hacerle frente a la situación bélica, generando una demanda mayor de mano obra barata proveniente de México y dando origen a los que conoce como el movimiento de los “braceros”. Este fue un fenómeno no solo migratorio y económico sino fundamentalmente social que duró oficialmente entre los años 1942-1964, pero cuyas consecuencias se prolongan hasta el día de hoy, tal como lo ha estudiado ampliamente el investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y miembro colaborador del Centro de Trabajadores Agrícolas Fronterizos de El Paso, Texas, Luis Alfonso Herrera Robles (2012b) en su profundo libro Memorias de braceros: Olvido y abandono en el norte de México.

      Ahora bien, en el caso puntual de los estudios fronterizos en la zona de Ciudad Juárez y El Paso, no solo se destacan los trabajos del mismo investigador Luis Alfonso Herrera Robles (2016a), quien abordado no solamente el tema de los braceros, como se mencionó, sino también un conjunto de temas urbanos de frontera más amplio que tiene como eje categorías críticas como la descomposición social, la degradación urbana, la precarización y la democracia deficitaria. Asimismo, se destacan los trabajos historiográficos de Carlos González Herrera (2008), quien en su reconocido texto La frontera que nos vino del norte analiza cómo, a partir de la medicalización de la frontera, se estructuró todo un proceso de ingeniería cultural angloamericana sobre la que se construyó el estigma de lo mexicano como el otro distinto. Igualmente, se destacan los estudios de autores como David Dorado Romo (2017), con su texto Historias desconocidas de la Revolución mexicana en El Paso y Ciudad Juárez, donde se aborda un período específico de la historia mexicana que implicó una serie de relaciones de orden cultural, mediático y racial entre las dos ciudades que vivieron con mayor intensidad la Revolución; o los estudios del profesor e investigador Rutilio García Pereyra (2013 y 2010), también de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, quien en sus textos Diversiones decentes en una época indecente y Ciudad Juárez La Fea: tradición de una imagen estigmatizada, aborda tanto desde el análisis de las dinámicas culturales y de los medios de comunicación locales de ambas ciudades de finales del siglo XIX y principios del XX la manera en que simbólicamente se dio origen a la leyenda negra de Juárez y, por ende, de su imaginario como lugar de peligro desde la mirada angloamericana. Los postulados de estos autores son desarrollados en cada uno los siguientes capítulos que componen este texto.

      Igualmente, es importante mencionar el trabajo de otros autores que han trabajado la frontera desde un objeto de estudio fundamental –y que es abordado en la tesis– como lo es el desierto. Acá se destacan los estudios desde la antropología del desierto de Federico J. Mancera Valencia, Julio Amador Bech, Rafael Pérez-Taylor, Fernando Operé, Alex Ramírez, Graciela Manjarrez Cuéllar, Víctor Ortega León y Jorge Chávez Chávez.

      Con respecto a las investigaciones o estudios que aborden la frontera desde la mirada propiamente de los imaginarios y el arte, existe una ausencia de material bibliográfico en este sentido, por lo cual la tesis doctoral Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México-Estados Unidos se presenta como una oportunidad para abrir un espacio de investigación que desde los estudios sociales sea novedoso y aporte elementos distintos para entender la frontera que une y separa a la vez a estos dos países.

      Por ello, la tarea es pensar la frontera de manera imaginada, apoyados en los discursos fronterizos, las historias de frontera, las leyendas urbanas, los mitos fundacionales, los eventos históricos, los recursos fotográficos y los documentos visuales e históricos, en fin, todo aquello que sirva para conocer mejor cómo se crean y recrean los imaginarios de frontera, y que sean base para la elaboración de “archivos ciudadanos” como espacio de una organización social que se archiva en sus materialidades de representación y como categoría cognitiva (Silva, 2012).

      En este amplio escenario se aborda el asunto de la frontera y, de manera específica, la existente entre Ciudad Juárez1 –ubicada en el estado de Chihuhua, en México– y El Paso2 –localizado en el estado de Texas, en Estados Unidos– desde una perspectiva que, si bien interanimada desde el marco conceptual y teórico de los imaginarios, entiende los modos en que este territorio definido como frontera se configura desde las prácticas culturales y sociales de orden estético, que se hacen sensibles –entre muchas otras– en el arte, y de cómo este configura memorias particulares que dan cuenta de las maneras de habitarlo, es decir, de estetizarlo.

      El conocimiento producido amplifica y densifica el estudio de imaginarios de frontera en su enfoque de la antropología de las percepciones que se asienta en el campo de los ciudadanos fronterizos, que en este caso suma a los artistas (a través de sus obras) fronterizos, cuya materia de trabajo y espacio de creación se alimentan de la interacción entre los unos del norte y los otros del sur, y cuyos procesos y productos dan cuenta de la relación de estas dos naciones, no tanto desde lo geopolítico sino desde lo geopoético, como posibilidad para rastrear las marcas, huellas, grammas de unas estéticas particulares que la definen.

      Así, tanto los imaginarios como la ubicación de las prácticas estéticas materializadas en el arte que cobran función memoria se encarnan o se “incorporan”, plantea Silva (2012),

      en objetos ciudadanos que encontramos a la luz pública y de los cuales podemos deducir sentimientos sociales como el miedo, el amor, la ilusión o la rabia. Dichos sentimientos son archivables a manera de escritos, imágenes, sonidos, producciones de arte o textos de cualquier otra materia donde lo imaginario impone su valor dominante sobre el objeto mismo. De ahí que todo objeto urbano no solo tenga su función de utilidad, sino que pueda recibir una valoración imaginaria que lo dota de otra sustancia representacional (p. 32).

      Se orienta entonces el ejercicio investigativo hacia un énfasis en el campo de las epistemologías de lo sensible, donde opera una construcción del conocimiento que se desprende a partir de las percepciones encauzadas hacia las labores creativas alrededor de un objeto de estudio que atrae y distancia a los cuerpos necesitados los unos de los otros y que denominamos frontera, borde, línea, y que encuentran en el desierto, el muro y el río Bravo, así como también en los puentes internacionales, en el tránsito migratorio, en la violencia, referentes de la fisiología terráquea y de la simbología del poder convertidos en objetos políticos de separación y control y, simultáneamente, objetos reconfigurados desde el arte en donde se asientan miradas plurales, abiertas, críticas y creativas de entender el tema de la condición fronteriza.

      Como

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