Скачать книгу

      Un punto amplio del debate contemporáneo en los estudios sociales debería localizarse en pensarlos no exclusivamente desde los contenidos que producen, ni desde los productores de ese contenido, es decir, los científicos, académicos y eruditos, sino desde todo lo anterior conectado a los espacios culturales, políticos, populares de uso y apropiación del conocimiento producido, de los imaginarios que pone a circular y del lenguaje con el cual ello se efectúa y comunica.

      Estudios sociales que, como en el caso de la tesis doctoral Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México-Estados Unidos, permiten la incorporación del arte, la subjetividad, la estética, la narrativa y la imagen como métodos e instrumentos para comprender lo humano con relación a lo natural. El camino de los estudios sociales, señala el profesor Armando Silva (2011), en su búsqueda por comprender la subjetividad humana vuelve pues a revitalizarse como modelo de investigación y como objeto transdisciplinario o, incluso, posdisciplinario, pues son los temas (permeables) más que las disciplinas (autónomas) las que anudan los criterios y la metodología a emplear en la investigación social.

      Franquear las murallas de las disciplinas para conquistar el conocimiento, o por lo menos para intentar conseguirlo –siempre de manera temporal– con formas más creativas. Un método que indistintamente puede –y deba– ir moviéndose en el tiempo: modificar el pasado desde el presente si es necesario, o hacer esperar el futuro si este no nos es conveniente social y espiritualmente como especie siempre en riego de extinción por el tiempo.

      Los lugares de la enunciación de las preguntas y respuestas, de las búsquedas, ya no están reservados únicamente al laboratorio, al aula de clase, al grupo de científicos, sino que hoy se localizan en el cuerpo, en los sujetos, en los colectivos, en las comunidades, en el saber tradicional y ancestral, y en el caso que nos ocupa, en las sensibilidades, la memoria, la estética, el arte y los imaginarios.

      En este orden, el proyecto Geopoéticas, memoria e imaginarios en la frontera México-Estados Unidos se enmarca desde los estudios e investigaciones que el doctor Armando Silva ha realizado desde hace más de dos décadas sobre los imaginarios urbanos, de sus categorías, conceptos y nociones que han consolidado un corpus teórico que parte de revisar las culturas urbanas de varias ciudades internacionales con énfasis en las latinoamericanas, de manera simultánea con el propósito de intentar captar desde una antropología del deseo ciudadano los modos de ser urbanos. Pero esta vez, el modo de ser urbano es desde las ciudades de frontera y, por otro lado, el deseo ciudadano es un deseo ciudadano de frontera.

      Como lo establecen Armando Silva, Luis Alfonso Herrera y Carlos González, investigadores líderes del proyecto Imaginarios de frontera México/USA, pertenecientes a las universidades Externado de Colombia y Autónoma de Ciudad Juárez, el proyecto nace del interés de un grupo de académicos por conocer y analizar cómo se construyen las diferentes percepciones sobre la frontera norte de México en su relación cultural, económica, urbana, social y política con el sur de Estados Unidos. Es el afán de mapear la frontera desde sus imaginarios, de cómo la población fronteriza, los habitantes de las ciudades de frontera, asumen como proyección imaginaria la existencia de una frontera internacional de 3.200 kilómetros.

      Como lo define el investigador Luis Alfonso Herrera Robles (2012a, p. 2):

      los imaginarios de frontera son aquellas percepciones que la población fronteriza tiene sobre lo que comúnmente se denomina frontera, borde, línea divisoria o la franja territorial que divide a los Estados Unidos de México. Y que esta frontera define otra espacialidad imaginaria que se enuncia como “el otro lado”. Los imaginarios fronterizos tienen una carga histórica al ser una construcción socio-cultural que dispone de un tiempo social diferenciado de otras regiones no fronterizas y que poseen una espacialidad única.

      Es preguntarse y preguntarles a los habitantes cómo perciben y viven la frontera. Es buscar entre los “dos lados” los puntos de encuentro y desencuentro, de unión y separación, de convivencia y disputa, de vida y muerte entre aquellos que habitan o cruzan la frontera, cualesquiera sus motivos para hacerlo, ya sea trabajo, visita familiar, tráfico, comercio, compra o turismo. La investigación –única en su tipo– busca construir con la idea de imaginarios de frontera una categoría de análisis que sea capaz de explicar las diversas percepciones en torno a la noción de frontera como manera de ser urbanos.

      En este punto es importante subrayar que existe un corpus vasto y profundo en torno a los estudios de la frontera entre México y Estados Unidos, con líneas de trabajo que abarcan fundamentalmente análisis de orden histórico, económico, social, político, demográfico, tráfico de drogas y migración. La revisión de la documentación da cuenta de un estado del arte de las investigaciones, teorías y conceptos que toman como centro de análisis la frontera mexicana en relación con Estados Unidos, explicando las asimetrías y desventajas históricas de poder económico, militar y político de un país frente a otro, anteponiéndose siempre el factor del conflicto, de tensión, como característica central en la aproximación a los temas fronterizos. En esta línea se destacan los trabajos de autores como Josefina Vásquez y Lorenzo Meyer (2001) en su texto México frente a Estados Unidos, editado por el Fondo de Cultura Económica.

      Igualmente, algunas investigaciones dan cuenta de la importancia de esta frontera frente a otras en el mundo, de su dinámica y particularidad. En su texto “La frontera México-Estados Unidos: elementos básicos para su comprensión”, Rodolfo Rincones (2004), de la Universidad de Sevilla, busca explicar la peculiaridad de esta región para ambas naciones, pues forma un componente sociocultural único, cuya realidad es diferente al resto de zonas de ambos países; diferencia que desde antes del trazado mismo de los límites internacionales y con mayor intensidad posterior a este a mediados del siglo XIX conlleva igualmente una dependencia mutua, a pesar de los desequilibrios de poder que existen entre ambas naciones y que derivan en constantes tensiones en la frontera, a pesar de las cuales la integración se ha buscado por diversos medios, tal como se analiza en el texto “La frontera México-Estados Unidos: mexicanización e internacionalización” del escritor Jean Revel (1984) del Institut des Hautes Études de l’Amérique latine.

      Los análisis buscan ser una herramienta conceptual y teórica que permita entender –y mejorar en lo posible– las relaciones entre México y Estados Unidos. Relaciones que muchas veces no son fluidas y equilibradas, tal como se señala en el texto editado por el Colegio de la Frontera Norte, “México-Estados Unidos: Frontera eficiente, pero no abierta”. Su autor, Gustavo Emmerich (2003), centra su problema de investigación en la Alianza para la Frontera planteada en 2002 por los gobiernos de ambos países, con la finalidad de tener una frontera más eficiente. Sin embargo, el investigador concluye que ante el desarrollo y aplicación de las propuestas de la Alianza no tardaron en surgir discrepancias estructurales debido a las distintas visiones que había sobre el territorio fronterizo, ya que mientras México visualizaba una frontera abierta, Estados Unidos propendían por una frontera más segura y, por ende, cerrada.

      Otro ángulo de los estudios ha estado centrado en tratar de entender cuál ha sido el impacto de la cultura mexicana, y lo que ello significa, en el interior de la población angloamericana. En esta línea el trabajo de Josué Sánchez (2009), plasmado en el artículo “¿Por qué resentimos a México en los Estados Unidos?” y publicado por la Fundación Miguel Unamuno y Jugo, es importante ya que se plantea cómo existe, precisamente, un resentimiento e inconformidad con respecto de México por la influencia cultural que este ha tenido en el resto de países latinoamericanos y que se ha trasladado a la situación migratoria que se vive en Estados Unidos, en donde la cultura mexicana predomina desde el punto de vista latinoamericano, pues para los estadounidenses todos los latinoamericanos son como mexicanos. Acá, el espectro de análisis desde donde se respalda la hipótesis abarca desde la misma conquista española, los procesos de conformación e independencia de ambos países y la Revolución mexicana que, como se verá más adelante, marcó el imaginario sobre México y, por generalización, sobre los países situados al sur del río Bravo. Asimismo, culturalmente las tradiciones y expresiones mexicanas como el Día de Muertos, las piñatas, el mariachi y la comida se imponen en Estados Unidos frente a la cultura de otros países latinoamericanos, a la vez que para los anglosajones y europeos la cultura predominante en Latinoamérica

Скачать книгу