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una redacción para un trabajo de clase que realizó hace cosa de cien años un muchacho no mucho mayor que tú - respondió la Peregrina -. A él y a sus compañeros el profesor les pidió que respondieran por escrito a una pregunta muy similar a la que yo antes te he formulado ¿Qué opinaban ellos de los guiberiones? Como ves la respuesta dista mucho de la que cualquier persona de por aquí podría dar. Y es tan distinta porque este jovencito, ahora con total seguridad ya fallecido, no vivió en Europa o en Estados Unidos. Su hogar estaba en una ciudad llamada Basora, en el oriente de la Unión Árabe - y después de una pausa añadió -. Este trabajo fue premiado incluso por los altos funcionarios de los ministerios de información y educación, en aquel tiempo lo hicieron muy famoso en esa parte del mundo. Pero habría de viajar muchísimo más lejos, ya que fue una de las muchas cosas que los guiberiones hicieron llegar hasta el Perik Zaloum como muestra de la labor que estaban haciendo en la Tierra. Las sinceras palabras de agradecimiento de un niño humano.

      Nada de lo que había dicho sirvió para aclararme las ideas, más bien al contrario abrió un infinito abanico de preguntas. Y ése tal vez fuera el objetivo, despertar mi insaciable curiosidad. La habían tomado por loca, pero yo sabía que la anciana no era ninguna estúpida ni deliraba, de hecho puede que fuera la más sabia de cuantas personas había conocido. Y mis ansias de descubrimiento estaban a punto de abrirme una ventana a un universo de maravillas absolutamente increíble a la vez que desconocido.

      -¿Por qué me has enseñado esto? - quise saber - ¿Qué significa?

      -Significa que no sé cuánto tiempo más viviré - respondió ella enigmática como siempre -. Son tantas las cosas que me gustaría revelar, si no lo hago desaparecerán conmigo y sería una pérdida irreparable - después me miró fijamente con esos ojos medio velados que parecían pozos sin fondo -. Tú todavía eres puro, a causa de tu juventud la sociedad y la gente que te rodea no te han condicionado lo suficiente como para que cierres tu mente a determinadas cosas que otros ya no son capaces de aceptar o que, simplemente, ya no pueden ver. Por eso quiero que permanezcas a mi lado el tiempo que te sea posible.

      Empecé a comprender que me había puesto a prueba. Lo del viaje al Planeta de los Dioses, la pregunta en relación a los innombrables, aquella redacción escrita hace un siglo por un niño árabe. Quiso sacarme de esa zona de confort en la que la mayoría de mis contemporáneos vivía, formular las preguntas que casi cualquier otro evitaba y comprobar mis reacciones. Y aun a pesar de que traté de mostrarlo pudo ver que no había rechazo en mi interior, sólo una irresistible y creciente curiosidad.

      -¿Para qué quieres que esté a tu lado? - inquirí ingenuamente -.

      -Para que pueda transmitirte una historia, la más increíble de cuantas puedan contarse.

      -¿Cuál es?

      -La verdadera aventura del Corazón Indomable - replicó ella alzando la voz en tono casi majestuoso -. Sé que vas a decir que conoces su historia, que te la han explicado en clase o que has visto películas y documentales acerca de ella en alguno de esos aburridos canales que llegan a todas vuestras casas a través de la Euronet. Pero todas esas versiones son historias vacías, sin alma, además de inexactas. No hay historia más próxima a la realidad de lo que sucedió que la que yo pueda contarte.

      -¿Po… por qué? - una vez más estaba demasiado asombrado, quizá incluso aturdido por la revelación, como para manifestar algo más -.

      -Porque yo la conocí en persona, ¿sabes muchacho? A mí no me lo contaron, yo lo viví.

      -¿De verdad no me estaba tomando el pelo? Aseguraba haber conocido al Corazón Indomable, era de locos. Por su edad estimada era posible, pues debía de ser joven cuando todo aquello sucedió mucho antes de que yo naciera, antes incluso que mis padres nacieran. Sin embargo sonaba a pura fantasía, un delirio o una simple falsedad ¿Cómo podía ser que alguien que conoció al Corazón Indomable en persona hubiera terminado acogido en mi casa? Esas cosas no pasaban, no en la vida real. Además aquella anciana era una vagabunda sin identidad, de entrada alguien así no era demasiado de fiar.

      -No me creo nada de lo que dices - me planté incrédulo -. Si de verdad la conociste demuéstramelo.

      -De eso precisamente se trata. Lo tengo todo guardado en mi cabeza y, aquellos datos que me resultó imposible memorizar, están ahí en mi… libro - señaló al falso libro que escondía en su interior un viejo terminal -. Conforme vaya contándote más y más cosas comprobarás que es absolutamente imposible que mienta, tan solo tendrás que contrastar la información ¿Qué te parece?

      -La verdad… la verdad es que no sé qué decir - algo que era totalmente cierto en aquellos momentos -.

      -Pues para empezar dime si crees lo que te han contado acerca del Corazón Indomable.

      -Bueno, pues… pues no sé. Todo el mundo dice que ella nos salvó. Hizo el viaje hasta aquel planeta en el que tú dices que también has estado y…

      -¿Crees que fue así? - interrumpió ella de nuevo - ¿Crees que sucedió como te lo han contado? Nos salvó pero aun así ahora tenemos unos nuevos Amos del Cielo ¿No es cierto?

      -Sí pero… pero ahora es diferente, ahora al menos nos dejan en paz. Prometieron respetarnos y dejarnos vivir nuestras vidas, prometieron también que impedirían el regreso de… de bueno… ya sabes.

      -¿Y por qué habrían de hacerlo? Son incluso más poderosos que aquellos que les precedieron.

      -No sé - aquellas eran preguntas demasiado difíciles para un niño -. Papá me explicó que al acabar la Guerra pusieron una serie de normas, mientras las respetemos el mundo vivirá en paz.

      -Sí claro, las normas - se detuvo pensativa durante un rato -. Se las conoce como el Dayrnes o las Tablas de Compromiso, aunque mucha gente en Occidente también las llama Pactos de Sumisión - yo asentía con la cabeza porque todos esos términos me sonaban aunque no supiera muy bien qué significaban -. Yo estuve allí, en Nueva York, cuando todas las naciones decidieron suscribir las Tablas. Sí, aquel fue el año uno de la Nueva Era, todo había cambiado para siempre.

      Pareció perderse en sus pensamientos, recuerdos de un tiempo lejano, aunque resultaba difícil averiguar si eran alegres o tristes. Al cabo reanudó:

      -Yo estuve allí junto al Corazón Indomable cuando todo hubo acabado. Las multitudes la aclamaban, todos los dignatarios se daban codazos y empujones con tal de retratarse a su lado ¡Hasta la reina de Inglaterra se inclinó ante ella! Por mucho que hayan corrido ríos de tinta sobre ese asunto te puedo asegurar que no fue un gesto nada espontáneo. Y a pesar de todo, a pesar de la permanente adulación, de los interminables homenajes, de todas las muestras de gratitud y cariño recibidas, ya fueran sinceras o no, a pesar de que parecía tener el mundo a sus pies, ella no se mostraba feliz en absoluto. Se la veía por completo agotada, sola en medio de la multitud. La avasallaban con vítores, besos y abrazos, la colmaban de regalos que ella consideraba por completo inútiles, pero nadie era capaz de comprenderla.

      -¿Por qué?

      -Ésa puede parecer una pregunta sencilla, pero no lo es en absoluto. Para poder responderla habría que empezar desde el principio.

      -¿Desde el principio?

      Obviamente en aquel momento no tenía la menor idea de a qué se refería, ni tan siquiera daba excesiva credibilidad a su historia pero, ¡qué diablos!, resultaba un relato la mar de emocionante ¿A quién de pequeño no le gustaban los cuentos de aventuras? A mí personalmente me encantaban, más si incluían misterio, pasajes sombríos que te hacían estremecer, grandes batallas y viajes a mundos lejanos y fabulosos. La aventura del Corazón Indomable ofrecía todo eso, la historia más grande jamás contada, la leyenda de todas las leyendas. No parecía posible que algo así hubiera ocurrido de verdad.

      Y sin embargo ocurrió, todo el mundo conocía la historia. Ahora yo tenía la oportunidad de descubrir una versión distinta, tal vez más próxima a la realidad, de manos de la persona más insospechada.

      -¡Si sigues escuchando las estupideces de esa vieja chiflada se te terminará secando el cerebro y no serás más que un enano idiota!

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