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cuarto evangelio utiliza una gran cantidad de símbolos y un lenguaje que confronta otras tradiciones religiosas y en esto sentido se asocia al posmodernismo que a su vez se vale de una gran simbología. Juan escribió para convencer a sus lectores de la verdadera identidad de Jesús como el Dios-hombre encarnado cuyas naturalezas divina y humana estaban perfectamente unidas en una persona quien era el Cristo profetizado y Salvador del mundo. Esto tomaría algunos siglos de discusiones que vinieron a esclarecerse en las proposiciones de la ortodoxia cristiana de los concilios de Nicea y Calcedonia especialmente. Pero existe una percepción diferente al leer este evangelio con relación a los demás, pues parece situarnos en una perspectiva vivencial que nos acerca más al Jesús hombre y nos revela más al Jesús Dios. Estos símbolos juaninos que trascienden con su interpretación al pueblo judío, se instalan en realidad en una dimensión mucho más amplia para hacer de este evangelio una declaración de la misión universal de Cristo y de su iglesia.

      Eldin Villafañe afirma que “La necesidad de la hora no es de un cristianismo fácil, frágil y fastidioso, sino de un cristianismo riguroso, vigoroso, concreto y encarnado –un cristianismo muscular- ¡con las señales de la Cruz en sus manos!”48 Resulta interesante la lectura de Eli Lizorkin en su libro: El evangelio Judío de Juan: descubriendo a Jesús, Rey de Todo Israel, pues de manera particular aborda el estudio del cuarto evangelio bajo la perspectiva de un replanteamiento integral de su contenido. Su exploración es abordada desde una óptica que desafía las interpretaciones hasta ahora usadas para extractar de algunos pasajes en particular su gran riqueza de contenido. Su visión acerca de las buenas noticias que implica el evangelio para los cristianos es vista como mala noticia para los judíos, y para el como uno de ellos.

      Esto sin duda le da un abordaje por demás interesante que contrasta con la visión que otros comentaristas tienen acerca del evangelio de Juan.49 “Desde la perspectiva de su autor, el Evangelio (de Juan) entero muestra que son las autoridades judías las que son juzgadas. Es Jesús quien ha venido como acusador pactado para presentar cargos contra los malvados pastores de Israel. No al contrario, como podría parecer.”50 Es por esto que he tomado de manera particular este abordaje para explorar en su contenido una óptica novedosa de este evangelio. C. H. Dodd trata con el cuarto evangelio entendiendo que es eminentemente teológico, pero los hechos en él narrados responden a una indudable realidad histórica. Dodd considera que detrás del Evangelio de Juan subyace una antigua tradición independiente de la de los otros Evangelios, que debe considerarse seriamente como básica contribución al vivir histórico de Jesús.51

      Juan Alberto Casas en su libro: Vengan y vean entiende que el sentido de la fe cristiana se ha revitalizado a partir del giro contemporáneo con el que se realiza la teología de las formas narrativas. La incorporación de las temáticas juaninas en sus primeros capítulos en la cotidianeidad y el entorno social para transformarlos, resulta de particular interés en el análisis propuesto para el presente trabajo.52

      En el enfoque cristológico del evangelio entendemos su teología de la misión. Jesucristo aparece como Aquel que revela al Dios vivo. Con las declaraciones iniciales se vislumbra el resto del contenido. Jesús es manifestado como la palabra preexistente que se encarna para traer vida nueva a la humanidad. Desde el principio del evangelio, Juan reafirma el carácter activo de Jesús en la creación y su naturaleza redentora. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). La aparición de Jesús representó el punto de convergencia de la humanidad y en el evangelio de Juan se resalta más que en ningún otro libro, con la encarnación del Verbo (1:14), la invitación a nacer de nuevo (3:3), la aceptación por la fe de la persona de Jesucristo y de su obra (3:16), la regeneración del ser humano pecador (4:14), la presentación del Padre por el Hijo (7:16), la promesa de vida abundante (10:10), las obras a través de su ministerio terrenal venciendo las enfermedades y la muerte (11:44) y su sacrificio en la cruz.

      El vínculo Padre-Hijo aparece una y otra vez a lo largo del evangelio como revelación constante de la figura de Jesús y de lo que vino a hacer a este mundo. Su misión lo dirige y en su muerte se termina de reconocer la obra concluida que ha sido llevada a cabo en perfección por el Hijo de Dios. “A Dios nadie le vio jamás, el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.” (Juan 1:18). La controversia se hizo más intensa entre los religiosos de la época y Jesús en sus declaraciones a las que consideraban blasfemas: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. Por eso los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (5:17-18)

      Así mismo las secuencias del yo soy conectan a Jesús con el Dios que aparece a Moisés en el desierto, al iniciar la aventura liberadora del pueblo de la esclavitud. Como pan celestial es sustentador de la vida; como luz del mundo supone que quien esté alejado de Él está en tinieblas; como puerta de las ovejas representa la protección para su pueblo escogido y el único acceso al redil del Señor; como Buen Pastor se preocupa genuinamente por el bienestar de sus ovejas; como resurrección y vida pone de relieve su autoridad sobre la muerte y su naturaleza mediadora entre Dios y los hombres para traer vida en medio de un mundo de muerte y de pecado; como camino, verdad y vida elimina cualquier otro acceso al Padre y a la salvación y como vid verdadera nos sitúa dentro del viñedo de Dios y cada creyente como rama de esa vid que debe producir fruto.

      La consideración de Jesús como enviado reafirma su tarea misionera. Si es enviado tiene un propósito y alguien que lo envía. Por lo tanto esa misión debe quedar satisfecha para que haya aprobación total en quien lo ha designado para esa labor específica. Pero su misión, lejos de ser simplemente local, es en realidad una misión cósmica, encaminada a unir a los pueblos del mundo alrededor del que puede cambiar el presente y el destino eterno. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.” (Juan 3:16)

      El Espíritu Santo juega un papel preponderante en las declaraciones del evangelio de Juan. En la elaboración de la misión, el paráclito desempeña un rol fundamental, ya que respalda y unge la obra de Jesús desde su propio bautizo hasta el final de su ministerio terrenal. Pero aún se resalta más su importancia después de la partida de Jesús por cuanto se constituye en la promesa dada a los discípulos para llevar a cabo la obra encomendada. La fe en Jesús es el acceso a la vida del Espíritu. La transmisión de la historia del cristianismo, el evangelismo, nunca consiste solo en presentar bien la historia ni usar las palabras idóneas; no consiste solo en la proclamación del evangelio, sino en la participación fiel en él, lo cual es posible gracias al Espíritu. El ministerio del Espíritu es siempre dar a conocer a Cristo, hacer que Cristo aparezca vivo en el mundo, y participar en la historia creciente de Dios. Tal como prometió Jesús, el Espíritu Santo es un consuelo inmenso y real en la vida cristiana. R. C. Sproul en su libro: ¿Quién es el Espíritu Santo? desarrolla los elementos fundamentales de la acción del Espíritu Santo que se conectan al lenguaje misionero de Jesús en cuanto a la santificación de los creyentes, el fortalecimiento, el aprendizaje y luego el envío y la unción para el ministerio.

      Como afirmó Jesús en Juan 16: 7-11: Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” Jesús deja claro también que la vida nueva no es algo que se consiga por esfuerzo humano, porque lo que nace de la carne es carne, mientras que transformar la vida espiritual requiere la acción sobrenatural del Espíritu Santo. Así mismo refiriéndose al paráclito Jesús afirmó: Juan 15:26: cuando venga el Consolador, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, El testificará acerca de mí.

      La relación de Jesús con sus discípulos en el envío misionero que les encomienda tiene que estar respaldada por El Espíritu Santo, o de lo contrario no tendrá ningún éxito. El Espíritu-Paráclito hace a Cristo más presente, más comprensible,

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