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reconocibles.”7 La naturaleza de su misión no solo va en orden al contenido del mensaje bíblico que comparte, sino además sus experiencias, sus propios sufrimientos, sus costumbres, el legado cultural que posee y muchas otras cosas, pasan a ser parte del contenido de ese mensaje en su forma integral. “La Iglesia cristiana debe funcionar como una <<comunidad hermenéutica internacional>> en la cual los cristianos (y los teólogos) de diferentes contextos se desafían mutuamente respecto a sus prejuicios culturales, sociales e ideológicos.”8

      La iglesia local ha dejado de ser simplemente un organismo aislado que intenta realizar una proclamación limitada en un contexto particular. Más que eso, la iglesia del siglo XXI es una iglesia globalizada que proclama un mensaje que puede ser difundido en otros lugares del mundo y cuyo contenido debe ser aplicable en cualquier sitio donde se compartan las buenas nuevas. La aplicación de los postulados de la fe cristiana no se limita a ciertos ámbitos o lugares específicos. La predicación del evangelio debe ser una acción constante y de carácter universal, dado que tiene la capacidad de transformar, no solo las vidas en particular, sino también las comunidades enteras, pueblos o naciones. Al menos esa es la pretensión de su contenido. Por eso el tiempo de la misión es todo tiempo y el lugar de la misión es todo lugar. “Tal vez los autores del Nuevo Testamento estuvieran más interesados en la existencia misionera de sus lectores que en definir el concepto de misión; para dar expresión a la primera, crearon una rica variedad de metáforas, como <<la sal de la tierra>>, <<la luz del mundo>>, <<una ciudad sobre una colina>> y otras más.”9

      La obra de la misión es también la obra del Espíritu Santo. Los dones dados a los creyentes y el poder que permite abrir surcos que han sido cerrados por siglos, son parte de la práctica y la teología de la misión. Comprender la acción vivificadora del Espíritu Santo estimula la acción de quienes son partícipes directos de esta labor transnacional.

      En medio de la sociedad globalizada en la que vivimos podemos encontrar expresiones tangibles de la visión bíblica que nos remonta a la acción misionera de los tiempos antiguos y nos lanza de nuevo a la proclamación de la palabra viva pero con argumentos correspondientes a los nuevos tiempos, en los que los avances tecnológicos y la rápida difusión se han convertido en parte esencial del diario vivir. Aun en lugares remotos y atrasados, se han aumentado las posibilidades de encontrar recursos con los cuales continuar en este proceso de evangelización mundial que el mundo cristiano debe seguir alimentando.

      Vivimos en un mundo cambiante de manera acelerada. El cristianismo ahora se ha expandido, al punto de dejar de considerarse simplemente como una religión occidental, para convertirse en una religión de variadas gamas, multifacética, multilingüe y global. Y eso representa el cumplimiento del mandato de Jesús y a su vez el reto para la iglesia contemporánea en cuanto a la eficacia de su labor misionera.

      Bajo la perspectiva de un mundo cambiante, la Biblia misma debe aprenderse a ser leída con otra óptica inclusiva y abarcadora que pueda llegar a los oídos de personas en cualquier lugar del mundo y que sea relevante en su contexto. “Más recientemente hemos empezado a aceptar el papel de la cultura en la religión y en la experiencia religiosa.”10 Esta enseñanza debe ir acompañada de una acción deliberada de alcance, partiendo de la premisa del amor al prójimo esbozado en la Escritura.

      Para Fernando Bullón es necesario trascender los espacios circundantes y establecer formas que puedan mirar más allá del mundo inmediato que nos rodea, para ir al escenario de lo nacional, lo internacional y lo mundial. Partiendo de la comprensión de la dimensión local, desde la base orgánica, se puede ir a otros niveles de mayor alcance donde se considere lo supra comunal como punto de referencia más amplio con vistas a una verdadera transformación de las estructuras sociales.11 Por lo tanto la dimensión misionera no consiste únicamente en realizar esporádicas visitas a ciertos lugares, sino en encarnarse en la vida misma de aquellos a quienes se quiere comunicar el mensaje de salvación.

      David Bosch entiende que “lo sucedido en círculos teológicos y misiológicos en las últimas décadas es el resultado de un cambio paradigmático fundamental no solo en las áreas de la misión y la teología sino en la experiencia y en la manera de pensar del mundo entero”12, mientras que Christopher J.H. Wright se pregunta si deberíamos entender la misión cristiana a la luz de la Biblia o entender la Biblia a partir de la misión de Dios.13

      Por su parte Grunlan y Mayers al considerar que el proceso misionero no se trata solo de cruzar fronteras sino de moverse entre culturas afirman que: “las fronteras nacionales son líneas artificiales dibujadas sobre mapas políticos; las culturas son realidades en localidades geográficas.” 14 Padilla mientras tanto considera que “El llamado del Espíritu está vinculado al envío o misión de Dios (missio Dei) de crear un pueblo para sí, un pueblo donde Él habita y con el que tiene comunión íntima (1 Juan 4:16)”15

      En su libro Contra corriente, Juan Driver establece que “La sociedad occidental se caracteriza por su preocupación pragmática por los resultados, los cuales mide en términos objetivos de cantidad y calidad, de eficacia y de éxito. A veces los cristianos aplicamos estos criterios a nuestras evaluaciones de la vida y misión de la iglesia.”16

      Van Engen percibe al pueblo de Dios como un grupo misionero que puede mirar su propósito en relación a la tarea encomendada por Jesucristo. “Los miembros de la Iglesia que se consideran como el pueblo misionero de Dios necesitan visualizar simultáneamente la comunidad cristiana como una organización social y humana, y a la vez como un organismo espiritual creado por Dios. En este caso la misión llega a ser tanto un don como una tarea.”17 Johannes Blaw en una cita de Van Engen dice que: “No hay otra Iglesia más que la Iglesia enviada al mundo y no hay otra misión más que la de la Iglesia de Cristo.”18 Y John R. Stott declarando que: “la iglesia no puede ser entendida correctamente excepto en una perspectiva que es a la vez misionera y escatológica.”19

      Algunas preguntas que podrían guiar el enfoque y la pretensión de este escrito podrían ser resumidas de esta manera: ¿Para entender el tiempo en que vivimos deberíamos hacerlo con base en la temporalidad en la que nos movemos o en la trascendencia que se nos anuncia en la palabra de Dios? ¿Cómo conectamos lo temporal con lo trascendente? ¿Cambia la misión si no tenemos una adecuada comprensión de las declaraciones de Jesús para cada época de la historia? ¿Estaremos desarrollando la misión de Jesús de una manera acorde con las exigencias de los tiempos posmodernos?

      Obviamente no podemos entender el mundo como un salto desde los tiempos bíblicos hasta el postmodernismo. Muchos acontecimientos han sucedido a través de los siglos que han influido directamente en la formación del pensamiento humano y en sus acciones que representan esas formas de pensamiento. Sin embargo este escrito no puede ocuparse por razones obvias de la historia del pensamiento y sus distintos matices, sino que se ocupará de manera directa de la manera en que se conciben algunas de las declaraciones de Jesús en tiempos posmodernos y su influencia en la misión actual derivada de esta forma de interpretación. “La cuestión crucial es simplemente esta: la Iglesia cristiana, en general, y la misión cristiana en particular, confrontan hoy desafíos jamás soñados que claman por respuestas relevantes y armónicas con la esencia de la fe cristiana.”20

      Para efectos de este escrito se tendrá presente en primera instancia, sin ignorar otros autores, desde el lado del posmodernismo los conceptos desarrollados por Gianni Vattimo en sus diferentes obras que tienen que ver con el encuentro entre cristianismo y posmodernismo y sus efectos. “El objetivo de Vattimo aquí no es otro que elaborar un tipo de filosofía acorde con las exigencias de nuestra época y cultura, que ya no puede admitir las pretensiones absolutistas y racionalistas de la época moderna.”21 Por otro lado considero importante estudiar el texto de Antonio Cruz quien desarrolla el concepto del posmodernismo con una base sociológica en la cual no prescinde del aspecto religioso. De hecho el subtítulo de uno de sus libros sobre la posmodernidad es: “El evangelio ante el desafío del bienestar”.22

      Desde el lado de la misión, a David Bosch quien trabaja en el cambio de paradigma de la teología de la misión con lo cual podrá entenderse el proceso

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