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Jesús y su misión en la posmodernidad. John Harold Caicedo
Читать онлайн.Название Jesús y su misión en la posmodernidad
Год выпуска 0
isbn 9781953540355
Автор произведения John Harold Caicedo
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
Incluso hasta el final, cuando Jesús pendía de la cruz y su cuerpo había sido martirizado a más no poder, sus palabras siguieron siendo una crítica y una expresión de una conciencia alternativa. Su solicitud de perdón para sus infractores, su grito desgarrador y desesperado en el que trasmitía su sensación de abandono, su sumisión a pesar de ser el Hijo de Dios y su bienvenida final a un marginado que colgaba cerca de El en su propia cruz, representaban formas específicas de confrontación a un sistema que había quedado nulo y sin efecto.
Todas estas expresiones de Jesús traen un equivalente con las de Moisés en los tiempos antiguos. Y tal como sucedió con este, la crítica profética indicada con sus acciones confrontó a un sistema que aunque intentaba perpetuarse, traía dentro de sí mismo el germen de su propia destrucción. La cruz fue el triunfo final de la nueva conciencia alternativa que emergió desde los cielos mismos y se implantó en medio de un mundo que no la puede comprender fácilmente. Solo el que murió en ella la pudo expresar de una manera radical.
Jesús expresó delante de todos los sorprendidos judíos que lo observaban: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” Habrá ahora una nueva construcción erigida no con manos humanas sino con los designios divinos. Habrá una resurrección que se espera como concreción del proceso redentor. Habrá una nueva verdad que se escribirá con sangre divina, con clavos en las extremidades del Mesías y con corona en la sien del sacrificado.
En la cruz termina una misión pero empieza otra. “Consumado es” se escucha desde la altura del Gólgota y se extiende hasta el confín del mundo. “Id a hacer discípulos” es el siguiente paso para tal suceso. Los oídos de los discípulos escuchan la voz del resucitado quien comisiona a los suyos a salir de los templos para ir a las naciones. La misión está en acción y no necesariamente es en los templos. Quizás ahora sea necesario destruir algunos para promover la verdadera misión.
La voluntad de Jesús expresada en su misión es una voluntad que trasciende, que no pone límites ni condiciones, que no hace acepción de quienes serán los portadores de esta tarea, ni restringe su avance a cierto tipo de culturas. Por el contrario, su naturaleza es abarcadora para todas las tribus, lenguas, razas y naciones. En realidad el concepto de testigo presupone el “ir” más allá de las puertas, más allá de las barreras culturales, idiomáticas, sociales o de cualquier índole. Testificar es participar personalmente en la misión de Cristo, es ser participantes de los padecimientos de Cristo (1 P. 4:13).
El templo puede ser derribado, pero ahora se ha levantado otro templo, inmaculado, glorioso y espiritual que aún conserva cicatrices. Y ahora la misión continúa sobre los hombros de aquellos que pueden manifestarse desde los templos a las naciones.
Pero el solo hecho de confrontar la realidad actual con los supuestos teológicos antiguos es motivo de tensión natural al reconocer el contexto plural de nuestros días. Estos retos se trasladan a la conformación de una comunidad con una praxis diferente que esté en capacidad de crear un discurso relevante a través de su dialéctica inclusiva. La relación comunidad y teología determina no solo un tipo específico de conocimiento, sino más aun exige un cambio de vida a través del cual puede expresar libremente su compromiso con el contenido del texto.
Los templos han sido destruidos junto con todo lo que representan. Los cimientos del pensamiento humano han quedado derribados y de sus escombros intentan surgir nuevas ideas que satisfagan los oídos de esta generación.
El pretendido anhelo de la modernidad por hallar la verdad a través de la ciencia y la razón, quedó desvirtuado, evidenciando, por un lado la falibilidad de la ciencia misma y por otro lado, su incapacidad para dar respuesta a todos los interrogantes que el ser humano se plantea constantemente. Los templos siguen cayendo.
La idea del progreso propia de la modernidad, tanto en el aspecto social después de la revolución francesa, como en el aspecto económico después de la revolución industrial, ha dado paso en el posmodernismo a una gran desconfianza frente a este pretendido anhelo, asumiendo en su frustración un desinterés por el cauce de la historia marcada por grandes ideales. Los propios meta relatos que le dieron sentido a la modernidad, son ahora simples paradigmas antiguos que se deben desvirtuar para darle libertad al ser humano en la búsqueda de sus propias convicciones.
“El término <<apologética>>, que gozó de tan alta reputación en la Iglesia primitiva, ha caído ahora en descrédito a causa de los métodos empleados en sus malogrados intentos de defender el cristianismo contra los ataques del humanismo, del naturalismo y del historicismo moderno.”92
El posmodernismo es subjetivismo en el que cada cual decide sus propias verdades. Aunque dos personas piensen en formas totalmente contrarias, las dos pueden tener la razón según el relativismo imperante. La razón, la ciencia y la tecnología, se supone que deben hacer progresar al hombre en sus propósitos. Sin embargo, esto no ha sido así, y más bien las barbaries, las masacres continuas, el mal uso de la tecnología, etc., han terminado por desvirtuar lo que parecía que se convertirían en elementos fundamentales del progreso humano. “Es evidente que la aplicación de la tecnología no es una cuestión meramente técnica, pues hay que contar con las profundas influencias de las disposiciones sociales y religiosas subyacentes.”93
Hay cimientos que nunca serán levantados de nuevo. Bosch considera sin embargo, que aun en medio de estas consideraciones que identifican el posmodernismo, es posible mantener la estructura de la fe y seguir dándole forma a la misión acorde, no con la cultura, sino con la fe precisamente. “Lejos de sumirnos en una confusión de subjetivismo y relativismo, el acercamiento que estoy sugiriendo realmente nutre una tensión creativa entre mi firme compromiso con la fe y mi propia percepción teológica de dicha fe.”94
La indefinición de los absolutos es la muerte de muchas certezas y convicciones. Con seguridad alguien quisiera tener absolutos en cuestiones de moralidad, de justicia, de amor o de verdad. Pero la destrucción de los cimientos sobre los cuales se han erigido estos conceptos ha empujado a la humanidad a la carencia de fundamento sobre el cual edificar algo sólido para su propia existencia.
“La modernidad fue el tiempo de las grandes utopías sociales y de los grandes actos de fe”95
Supuso nuevos desafíos para el quehacer teológico. Las transformaciones que trajo consigo, especialmente en la concepción del pensamiento humano, el desarrollo de la ciencia, los avances filosóficos y la aparición de una epistemología que, dejando de lado la tradición, apelaba al recurso humano como eje de autoridad y agente libre para concebir el saber en términos objetivos desde la razón únicamente, representaron un reto a la teología en su intento de mantener su vigencia, que como ciencia, aportaba elementos metafísicos en su proceso epistemológico.
La modernidad hizo énfasis en el método empírico y la razón para explicar todos los fenómenos, pero se quedó corta en sus explicaciones. La reacción a esto convirtió el pensamiento humano en una búsqueda de pluralismo, inclusión y relativismo. No hay una verdad universal. Los templos siguen cayendo.
La modernidad intentó usar parámetros universales para definir los conceptos éticos, morales, etc., pero la posmodernidad desvirtuó estas imposiciones de la modernidad.
Guerras mundiales fueron un producto de la modernidad. El ser humano el centro de todas las cosas. La posmodernidad continúa bajo esta misma premisa, pero bajo la libertad de acción