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Ibíd., 301.

      13 Traducción del autor. Se cita aquí a otro de los primeros autores adventistas sobre la adoración: C. Raymond Holmes, Sing a New Song!: Worship Renewal for Adventists Today (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1984), 163,164. Acerca de los conceptos de trascendencia e inmanencia, véase: Wolfgang Hans Martin Stefani, “The Concept of God and Sacred Music Style: An Intercultural Exploration of Divine Transcendence/Immanence as a Stylistic Determinant for Worship Music With Paradigmatic Implications for the Contemporary Christian Context”, Tesis de Doctorado en Teología, Andrews University School of Education, Berrien Springs, Michigan, 1993.

      14 Traducción del autor. Holmes, Sing a New…, 164.

      15 Daniel Oscar Plenc, “El sentido de la reverencia – 1”, Revista adventista, febrero 2005, 21; Plenc, “El sentido de la reverencia – 2”, Revista adventista, marzo 2005, 25.

      16 Profesores de Salamanca, Biblia comentada, 1:266, 267.

      17 Traducción del autor. Wenham, Word Biblical…, 2:226.

      18 Peterson, Engaging with God…, 19.

      19 Elena G. de White, Testimonios para la iglesia. Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1998, 5:463-472.

      20 Ibíd., 5:464.

      21 Ibíd.

      22 Ibíd., 465.

      23 Ibíd., 468.

      24 White, El camino a Cristo, 101-104.

      25 Ibíd., 103.

      26 Ibíd.

      27 Ibíd., 104.

      3

      Adoración en Horeb (Éxodo 3,1-22)

      Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte” (Ex 3,1-12).

      La misma narración ofrecida por Esteban en su defensa tiene matices de interés:

      “Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto” (Hch 7,30-34).

      Los siguientes elementos parecen surgir de la lectura de este caso, elementos que ayudan a construir una teología de la adoración sobre una base bíblica.

      La aparición divina de “el Ángel de Jehová” (Éxodo 3,2), o “Jehová” (Éxodo 3,4)

      El diálogo inicial fue breve: “¡Moisés, Moisés!”. “Heme aquí” (Ex 3,4). Más tarde el Señor se revela como “Yo soy el que soy” (Ex 3,14). Como ya se percibió antes, la dinámica de la adoración verdadera comienza siempre con la iniciativa divina de revelarse. Esta presencia y estas palabras provenientes de la divinidad son el fundamento y la justificación del culto.

      La interrelación entre la santidad y la reverencia

      Para algunos, la santidad es la suma de todos los atributos de Dios. Esa santidad habla de la excelencia moral de Dios y de su aversión al pecado; distingue claramente a Dios de los seres humanos caídos.

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