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Adoración. Daniel Plenc
Читать онлайн.Название Adoración
Год выпуска 0
isbn 9789877650082
Автор произведения Daniel Plenc
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
13 Traducción del autor. Se cita aquí a otro de los primeros autores adventistas sobre la adoración: C. Raymond Holmes, Sing a New Song!: Worship Renewal for Adventists Today (Berrien Springs, Michigan: Andrews University Press, 1984), 163,164. Acerca de los conceptos de trascendencia e inmanencia, véase: Wolfgang Hans Martin Stefani, “The Concept of God and Sacred Music Style: An Intercultural Exploration of Divine Transcendence/Immanence as a Stylistic Determinant for Worship Music With Paradigmatic Implications for the Contemporary Christian Context”, Tesis de Doctorado en Teología, Andrews University School of Education, Berrien Springs, Michigan, 1993.
14 Traducción del autor. Holmes, Sing a New…, 164.
15 Daniel Oscar Plenc, “El sentido de la reverencia – 1”, Revista adventista, febrero 2005, 21; Plenc, “El sentido de la reverencia – 2”, Revista adventista, marzo 2005, 25.
16 Profesores de Salamanca, Biblia comentada, 1:266, 267.
17 Traducción del autor. Wenham, Word Biblical…, 2:226.
18 Peterson, Engaging with God…, 19.
19 Elena G. de White, Testimonios para la iglesia. Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1998, 5:463-472.
20 Ibíd., 5:464.
21 Ibíd.
22 Ibíd., 465.
23 Ibíd., 468.
24 White, El camino a Cristo, 101-104.
25 Ibíd., 103.
26 Ibíd.
27 Ibíd., 104.
3
Adoración en Horeb (Éxodo 3,1-22)
El registro de la vivencia de Moisés en Horeb, monte de Dios, muestra elementos similares a otras teofanías patriarcales. Podría decirse que en Éxodo 3 se da una amalgama de teofanía y llamado.1 Este es el relato:
Apacentando Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios. Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema. Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Y él respondió: Ve, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte” (Ex 3,1-12).
La misma narración ofrecida por Esteban en su defensa tiene matices de interés:
“Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza. Entonces Moisés, mirando, se maravilló de la visión; y acercándose para observar, vino a él la voz del Señor: Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y Moisés, temblando, no se atrevía a mirar. Y le dijo el Señor: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra santa. Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su gemido, y he descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviaré a Egipto” (Hch 7,30-34).
Los siguientes elementos parecen surgir de la lectura de este caso, elementos que ayudan a construir una teología de la adoración sobre una base bíblica.
La aparición divina de “el Ángel de Jehová” (Éxodo 3,2), o “Jehová” (Éxodo 3,4)
Esta, como otras manifestaciones divinas, bien podría denominarse como “cristofanía” (manifestación de Cristo). El texto habla de una “visión” en la que Moisés oyó “la voz del Señor”, la cual sorprendió a Moisés en un tiempo cuando probablemente ya no tenía grandes expectativas para el futuro.2 Él había nacido en Egipto en el hogar de Amram y Jocabed, de la tribu de Leví, quienes lograron salvarlo del destino de muerte que pesaba sobre los niños hebreos, resignándolo al cuidado de la princesa egipcia que lo rescatara del Nilo. Vino luego su educación en la corte del Faraón, el exilio y su asentamiento en Madián, la formación de una familia con Séfora y su trabajo de pastor. A los ochenta años se encontró cuidando las ovejas en la región del Sinaí, cuando lo sorprendió la visión de Cristo y su destino para los próximos cuarenta años.
El diálogo inicial fue breve: “¡Moisés, Moisés!”. “Heme aquí” (Ex 3,4). Más tarde el Señor se revela como “Yo soy el que soy” (Ex 3,14). Como ya se percibió antes, la dinámica de la adoración verdadera comienza siempre con la iniciativa divina de revelarse. Esta presencia y estas palabras provenientes de la divinidad son el fundamento y la justificación del culto.
Debe decirse una vez más que la estructura teológica de la adoración tiene como fundamento la iniciativa de Dios en procura de una adecuada respuesta humana. Como ocurre con la salvación, también la adoración es “teogenética”,3 generada por la divinidad, por medio de una autorrevelación del carácter y de las obras de Dios en procura de la respuesta que llamamos adoración. León-Dufour lo expuso de esta manera:
En todas las religiones la forma de la adoración establece las relaciones entre el hombre y Dios. De acuerdo con la Biblia, la iniciativa para estas relaciones nace del Dios viviente que se revela a sí mismo. Como respuesta, el hombre adora a Dios en el culto que toma una forma comunal.4
La interrelación entre la santidad y la reverencia
La noción de santidad es clara en la teofanía de Horeb, hasta en la imagen del fuego que se registra en Ex 3,2: “Apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego”. Sobre el particular se ha sugerido que el fuego es un símbolo de la santidad divina, porque implica la idea de purificación.5
Para algunos, la santidad es la suma de todos los atributos de Dios. Esa santidad habla de la excelencia moral de Dios y de su aversión al pecado; distingue claramente a Dios de los seres humanos caídos.