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Adoración. Daniel Plenc
Читать онлайн.Название Adoración
Год выпуска 0
isbn 9789877650082
Автор произведения Daniel Plenc
Жанр Документальная литература
Издательство Bookwire
“Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho. Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo. Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella. Y llamó el nombre de aquel lugar Bet-el, aunque Luz era el nombre de la ciudad primero. E hizo Jacob voto, diciendo: Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios. Y esta piedra que he puesto por señal, será casa de Dios; y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti” (Gn 28,11-22).
Este texto describe la primera teofanía importante de la vida de Jacob.1 El encuentro del fugitivo Jacob con Dios en Bet-el contiene los elementos estructurales de la adoración. Warren W. Wiersbe dijo sobre esta estructura teológica: “La adoración cristiana debe basarse sólidamente en la verdad objetiva, pero esto debe incluir la experiencia subjetiva [...]”.2 La reacción de Jacob a la teofanía es una buena exhibición de dicha comprensión.
Una estructura dialógica
Así lo expuso Alfred Küen: “En la experiencia de Betel (= casa de Dios), encontramos los tres elementos principales de todo culto: ‘Dios se revela’, seguidamente a esta revelación de Dios, el hombre responde, completando de esta manera el ‘gran diálogo’”.3 La vivencia de Jacob muestra que la adoración es básicamente una respuesta positiva a la iniciativa de Dios.
Donald P. Hustad describió: “Adoración es conversación entre Dios y los seres humanos, un diálogo que debe seguir continuamente en la vida del adorador”.4 “En la adoración, como en el todo de la vida, Dios siempre dice la primera palabra, siempre inicia la conversación”.5 Claramente, no es un diálogo entre iguales: más bien en esta revelación se muestra la omnipotencia y la trascendencia de Dios.6 Fernando Canale dice: “Mientras que Dios es la causa de la adoración, la respuesta humana es la condición necesaria de su existencia”.7
La liturgia cristiana haría bien en considerar el culto como un diálogo entre Dios y su pueblo, reconocer con gratitud la iniciativa de Dios en buscar al hombre, en salir a su encuentro para incitar una respuesta digna de su gloria. En un adecuado equilibrio y en una distribución ecuánime del tiempo litúrgico, deben presentarse los medios por los cuales Dios puede hablar con su pueblo y los medios por los cuales la comunidad de los fieles puede ofrecer al cielo su respuesta de reconocimiento y adoración. La voz divina no ha de ocupar todo el tiempo, como si de un monólogo se tratase (lo que ocurrió con frecuencia en las liturgias del Medioevo), ni la respuesta humana ha de ser tan manifiesta, como para tornarse antropocéntrica y subjetiva (lo que tiende a ocurrir en tiempos más recientes).
Esta estructura dialógica sirve también como criterio de evaluación de todo lo que se introduce en el tiempo litúrgico. Cada elemento debe estar al servicio de este diálogo; ha de favorecerlo intencionalmente, de lo contrario debiera ser excluido. Cada parte del culto ha de servir para que Dios hable a la iglesia o para que la iglesia responda al Señor. Por tanto, la preponderancia y la exhibición humanas quedan inmediatamente desterradas.
Una respuesta de fe a la iniciativa salvadora de Dios
La escalera mística del sueño de Jacob comunicaba a Dios “en lo alto” con el patriarca tendido en la tierra (Gn 28,12-13). Dicha escalera tipificaba al Salvador, como bien lo describió Elena G. de White:
Cuando Jacob huyó de la casa de su padre, después de haber pecado engañando a Esaú, estaba abrumado por el peso de su culpa. Se sentía solo, abandonado y separado de todo lo que le hacía preciosa la vida. El pensamiento que sobre todo oprimía su alma era el temor de que su pecado le hubiese apartado de Dios y dejado desamparado del cielo. Embargado por la tristeza, se recostó para descansar sobre la tierra desnuda. Rodeábanle las solitarias montañas y cubríale la bóveda celeste con su manto de estrellas. Habiéndose dormido, una luz extraña embargó su visión; y he aquí, de la llanura donde estaba acostado, una amplia escalera etérea parecía conducir a lo alto, hasta las mismas puertas del cielo, y los ángeles de Dios subían y descendían por ella, mientras que desde la gloria de las alturas se oía que la voz divina pronunciaba un mensaje de consuelo y esperanza. Así fue revelado a Jacob lo que satisfacía la necesidad y ansia de su alma: un Salvador. Con gozo y gratitud vio que se le mostraba un camino por el cual él, aunque pecador, podía ser devuelto a la comunión con Dios. La mística escalera de su sueño representaba al Señor Jesús, el único medio de comunicación entre Dios y el hombre.8
Del mismo modo, la adoración es una respuesta de fe a la oferta redentora del cielo. No es que el culto sea meritorio, o el ámbito exclusivo de la gracia, sino que responde a la salvación. Es aquí donde la doctrina de la salvación (soteriología) y la teología de la adoración se encuentran. Norval F. Pease solía repetir: “La adoración es la respuesta del hombre redimido a su Redentor”.9
Esa lejanía de la comunión con Dios es siempre el fruto del pecado y el mayor impedimento para la vivencia de adoración. Por eso, fue necesaria la teofanía que mostraba la manera como el cielo cubre la separación del hombre con Dios. La aceptación del sacrificio de Cristo elimina la distancia y vuelve al creyente a la presencia de Dios.
De nuevo ha de pensarse en una experiencia litúrgica en la cual el antropocentrismo contemporáneo dé lugar al cristocentrismo de la espiritualidad bíblica. El foco del culto ha de ser necesariamente cristológico y soteriológico. Ha de presentarse la redención en Cristo de tal manera que se haga posible la expresión de la fe y la adoración espiritual.
Una respuesta reverente ante la presencia de Dios
Dijo el patriarca: “Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo” (Gn 28,16-17). La respuesta de Jacob se caracterizó por el temor (aparece el verbo hebreo yârê’, temer, reverenciar): “Y tuvo miedo”. Se registra también en el texto original el participio nifal (Gn 28,17): “¡Cuán terrible es este lugar!”. Es evidente que la adoración se caracteriza por una actitud de reverencia ante la presencia prometida de Dios. Así lo reconoció Elena G. de White:
“La verdadera reverencia hacia Dios nos es inspirada por un sentido de su infinita grandeza y un reconocimiento de su presencia”.10
La noción de proximidad divina en contraste con la idea de separación es otro tópico de interés para la doctrina cristiana. En su libro sobre teología cristiana, Millard J. Erickson hace una buena descripción de la inmanencia y de la trascendencia de Dios, bajo el título “Cercanía y lejanía de Dios: Inmanencia y Trascendencia” en el libro Christian Theology.11 Allí dice, con toda propiedad: “Estas dos ideas bíblicas deben ser mantenidas en equilibrio”.12 C. Raymond Holmes, trata el tema de la trascendencia y la inmanencia de Dios en los escritos de Elena G. de White. Esta es su propuesta:
Hay dos focos teológicos básicos en el concepto de Elena G. de White sobre la adoración. El primero es la trascendencia y soberanía de Dios, como se describe en Testimonios para la iglesia, vol. 5, pp. 463-472 [Testimonies, Vol. 5, pp. 491-505]. El reconocimiento de la trascendencia de Dios resulta en un cierto tipo de comportamiento en la casa de Dios - comportamiento caracterizado