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G. de White es la inmanencia de Dios, expresado en El camino a Cristo, 101-104 [Steps to Christ, pp. 101-104]. El conocimiento de la inmanencia de Dios anima a un comportamiento de adoración caracterizado por el compañerismo con El y con otros creyentes, ánimo mutuo, naturalidad, alegría, y una conciencia profunda del amor y el cuidado de Dios. El énfasis está en los aspectos informales de la adoración.13

      Las iglesias han insistido con frecuencia en la necesidad de reverencia en el culto público. Ese énfasis es correcto, siempre que se comprenda el sentido profundo de la reverencia y no se la limite al silencio o a la sujeción externa de ciertas conductas consideradas adecuadas. En verdad, la reverencia bíblica tiene más que ver con la comprensión del carácter y del accionar de Dios, unido a una respuesta de respeto íntimo por el Señor, por las cosas sagradas y por su voluntad en la práctica cotidiana.

      La adoración como compromiso con Dios

      Los actuales conductores del culto harán bien en recordar que la adoración incluye un compromiso con Dios. Al mismo tiempo que la vivencia litúrgica puede otorgar momentos de inspiración, regocijo y apoyo, también tendrá desafíos que requieren un compromiso de entrega y dedicación al dador de todas las cosas. Los recursos materiales, como ofrendas y diezmos, forman parte de esa consagración, además de los afectos y la vida misma. Vale recordar la fidelidad de Dios en el cumplimiento de sus promesas, como la necesidad de un compromiso total y definitivo al Señor que crea, sustenta y redime.

      En este importante capítulo, ya citado en relación con la reverencia, la autora va a referirse a la casa de Dios y al culto como ámbitos sagrados y trascendentes de encuentro con Dios. Aquí algunos de sus conceptos:

      La misma autora aquí destaca el aspecto más intimista de la adoración, en consonancia con la convicción de la presencia de Dios. Se habla de relaciones claras y plenas entre Dios y sus hijos, de la importancia de orar en el nombre de Jesús. Se comenta que el creyente no necesita estar en soledad y retiro, sino fortalecerse y edificarse en comunidad. Recomienda entonces asociarse con otros para edificación mutua, hablar del amor y de las promesas de Dios, y alabar su nombre.

      La sección termina destacando la alabanza, los cánticos, la gratitud y el gozo en la adoración.

      1 William R. Farmer, dir. Comentario bíblico internacional: Comentario católico y ecuménico para el siglo xxi, 3.ª ed. (Estella, Navarra: Editorial Verbo Divino, 2003), 352. Otra teofanía ocurrió 20 años después, en Peniel (Gn 32,22-30), en su regreso a Canaán. Otra vez Jacob estaba solo con Dios y temeroso por el peligro. La medianoche lo encontró orando angustiosamente, cuando de repente alguien lo tomó. Jacob se defendió y ambos lucharon hasta el amanecer. Y ese fue su encuentro definitivo con Dios. Allí comprendió nuevas facetas de la adoración. Podrían mencionarse tres: (a) adorar significa aferrarse de Dios hasta obtener su bendición (Gn 32,24-29); (b) la adoración es finalmente una entrega completa de la vida al Señor; y (c) la adoración es ver a Dios cara a cara (Gn 32,30). Es volver a estar en paz con Dios y con los hombres. Jacob se reconcilió enteramente con Dios, y luego también con su hermano (Gn 33,3-5). Ahora era un hombre convertido, creyente, en amistad con Dios.

      2 Traducción del autor. Warren W. Wiersbe, Real Worship (Nashville, Tennessee: Oliver-Nelson Books, 1986), 27.

      3 Küen, El culto en la Biblia…, 85.

      4 Hustad, ¡Regocijaos!: la música…, 123.

      5 Ibíd., 124.

      6 Profesores de Salamanca, Biblia comentada, Vols. 1, 2, 3, 5 (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1960), 1:266, 267.

      7 Traducción del autor. Canale, “Principles of Worship and Liturgy”, 98.

      8 Elena G. de White, El camino a Cristo (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1985), 19.

      9 Pease, “La adoración: una doctrina bíblica”, 47.

      10 Elena G. de White, Profetas y Reyes (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Association, 1957), 34.

      11 Traducción del autor. Millard

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