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de nosotros mismos, como individuos llegados a esta tierra, de la que en breve tendremos que partir.

      La realidad de nuestra realidad no es la interpretación que debemos hacer de nosotros mismos para sobrevivir en este pequeño planeta, sino que es la inmensidad de los mundos. Esa realidad de nuestra realidad, la dimensión absoluta, es la inmensa incógnita, que es nuestra fuente, y que es la inmensidad de mundos. Somos simultáneamente individuos y no individuos. Así pues, la realidad de nuestra propia interpretación es esa incógnita, sin posibilidad de representación sin objetivación, a la que no se le pueden aplicar las categorías espacio-temporales, ni la individualización; a la que no se puede aplicar ni siquiera la categoría de ser o de no ser, porque esas categorías son todavía duales y a la dimensión absoluta no le podemos atribuir dualidad ninguna. También la dualidad es una modelación animal para sobrevivir.

      Quien aprende a vivir apoyado en su realidad y no en la interpretación que hace de sí como ego individual (un error necesario para poder vivir), se le transmuta por completo, tanto su propio vivir, como todo lo que le rodea.

      En el pasado, las religiones fueron las encargadas de cultivar esa doble dimensión humana, y lo hicieron desde los proyectos axiológicos colectivos de las sociedades preindustriales. Una vez que las sociedades industriales y, especialmente, las sociedades de conocimiento se instalaron, el modo religioso de cultivo de la da se hace imposible, porque se apoya en creencias. Las sociedades en continua transformación no pueden someterse a fijaciones intocables, como son las creencias religiosas.

      En esta situación, a las generaciones más jóvenes habrá que hablarles de la dimensión absoluta de la realidad, sin apoyarnos en creencias ni supuestos, sino exclusivamente en datos cualitativos antropológicos.

      Cómo heredar el legado de nuestros antepasados

      de forma adecuada a las sociedades de conocimiento

      Hemos dicho que la cualidad humana, como cualidad que es, no es definible, pero sí expresable. Lo mismo cabe decir de la dimensión absoluta de la realidad y de la cualidad humana profunda. Son, pues, sutiles, para un humano que vive gracias a las objetivaciones que hace del medio. Para nuestra condición de vivientes, lo que no es claramente objetivable es como si no fuera.

      Por esta condición nuestra nos es preciso conocer y estudiar cómo expresaron y vivieron esas dimensiones los sabios de la historia humana. Estudiando las diversas formas en las que se expresaron esas dimensiones de nuestra condición y las formas con las que las concibieron y vivieron, podremos intuir y comprender qué se está diciendo con términos como “cualidad humana”, “dimensión absoluta de la realidad”, “cualidad humana profunda”.

      Estudiaremos también los diversos procedimientos que utilizaron para adentrarse en el interés por toda realidad; los numerosos procedimientos que usaron para conseguir un distanciamiento completo de los propios intereses, para poderse volver con toda la mente y todo el sentir a la realidad toda; y los procedimientos que emplearon para crear un silenciamiento total. Esto en lo que se refiere a la primera tríada: ids

      Respecto a la segunda tríada, ics, habrá que aprender de nuestros antepasados cómo practicaron la indagación de la realidad; cómo crearon y mantuvieron una comunicación completa con el pasado y con los que tenían el mismo intento; y cómo se ejercitaron y profundizaron en el servicio mutuo y a toda criatura. Habrá que conseguir hacer un listado de los métodos que propusieron los grandes del pasado para cultivar cada miembro de las dos tríadas.

      El resultado hasta aquí es que podemos apoyarnos en datos antropológicos, sin necesidad de creencias ni religiones, y que, además, dispondríamos de una fórmula para cultivar la cualidad humana, la dimensión absoluta de la realidad y la cualidad humana profunda que se deriva de ella, sin otro apoyo que los datos.

      Poseeríamos, además, un listado de métodos practicados en el pasado para cultivar cada uno de los miembros de ids-ics. Estos métodos o procedimientos podrán ser formulados en expresiones breves inteligibles para los miembros de las sociedades de conocimiento, sin necesidad de dependencias mitológicas.

      Necesidad de la creación de centros para el cultivo de

      la dimensión absoluta de lo real y para el fomento

      de la cualidad humana profunda

      Queda un grave problema pendiente: los humanos somos seres simbióticos en todos los aspectos de nuestra vida. También la espiritualidad de nuestros mayores, el cultivo de la dimensión absoluta de lo real, la cualidad humana y la cualidad humana profunda deben ser, sin duda, simbióticas, es decir, deben cultivarse en grupo. Así se hizo a lo largo de la historia humana en todas las tradiciones y culturas.

      En la situación de las sociedades de innovación y cambio continuo, las llamadas sociedades de conocimiento, y en la situación de las sociedades en transformación acelerada, los procedimientos habituales de formación de grupos de cultivo espiritual no resultan aptos para este tipo de colectivos.

      Las iglesias, para poner un ejemplo, son organizaciones que se fundamentan en creencias; son jerárquicas, patriarcales; son exclusivas y exclusivistas; y promueven una espiritualidad basada en la sumisión a la revelación, a la dogmática, al estamento sacerdotal; son estáticas y bloquean todo cambio significativo.

      Este tipo de organizaciones no son asimilables por sociedades que no pueden basarse en creencias, porque deben cambiar continuamente todos los parámetros de la vida colectiva e individual; excluyen toda jerarquía, por incompatible con la creación continuada en equipo; no consiguen admitir el régimen patriarcal, porque el conocimiento no hace diferencia entre hombres y mujeres; son globales y, por ello, deben rechazar toda exclusión y exclusividad; precisan promover una espiritualidad que se base en la creación y la indagación libre; no pueden ser dogmáticas, porque la dogmática fija y excluye; no puede adherirse a formulaciones intocables, porque no pueden aceptar el bloqueo de los cambios, incluso de los significativos.

      Si no es posible utilizar las organizaciones espirituales heredadas, habrá que crearlas de forma que resulten adecuadas a colectivos que tienen como sistema de sobrevivencia la continua creación científico-técnica, y la continuada innovación en productos y servicios, que alteran constantemente las formas de vida y, por consiguiente, las maneras de pensar, sentir, actuar y organizarse.

      Habrá que pensar y organizar un grupo que pueda cultivar la dimensión absoluta de lo real y la cualidad humana honda sin poderse apoyar en creencias, por tanto, tampoco en religiones. Un grupo no organizado jerárquicamente, sino en interdependencia mutua regida por la verdadera cualidad humana. Que no excluya ninguna tradición religiosa o espiritual, sino que las conozca lo suficiente como para venerarlas y aprender de ellas. Que no admita ninguna discriminación de sexos.

      El eje de estas nuevas organizaciones tendría que ser la creación y la indagación libre de la dimensión absoluta de la realidad, el cultivo creativo y sin sumisiones de la cualidad humana y la cualidad humana profunda. Todo ello hecho en equipo. Puesto que los equipos son creativos, no pueden ser muy numerosos; unas 15 o 20 personas. Estos pequeños equipos se podrán aliar con otros que tengan las mismas pretensiones. Así se conseguirá formar grandes configuraciones de equipos. En estos equipos o grupos tendrá que producirse la gran transformación de la espiritualidad. Tendrá que pasarse de una espiritualidad cuyo eje es la sumisión, a una espiritualidad cuyo eje es la creación e indagación libre. En la historia no ha habido nunca una transformación como esta.

      Tendrá que producirse también una segunda transformación: habrá que pasar de una interpretación de las escrituras, de los textos de los grandes maestros y de la misma tradición como descripciones intocables de la realidad, a interpretarlas y vivirlas como un hablar simbólico de lo que no se puede hablar, sin pretensión ninguna de describir la realidad a la que se refiere. Los grupos tendrán que ser capaces de leer e interpretar los grandes textos de todas las importantes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad. Habrá que habilitar procedimientos para una fácil comprensión de textos escritos hace mucho tiempo y en contextos culturales muy distintos de los que nos vemos forzados a vivir.

      Parece una tarea muy complicada, pero no lo es tanto. Con un poco de educación y entrenamiento, las gentes pueden

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