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Читать онлайн.Resulta imprescindible distinguir las “sociedades de conocimiento” de las vestimentas culturales, económicas y políticas en las que vienen mayoritariamente presentadas. Quienes aprendan a distinguir esos dos aspectos podrán adoptar las tecnociencias en el contexto de su propia cultura. Quienes no sean capaces de distinguir que una cosa son las nuevas formas de sobrevivir mediante el uso creativo de las tecnociencias, y otra las culturas en las que se expresa y vive. Una cosa es “las sociedades de conocimiento”, consideradas en sí mismas, y otra las sociedades de conocimiento manejadas por un Occidente ferozmente capitalista. Se hablará de “colonialismo” cuando no se atina a diferenciar el uso de las tecnociencias en continua transformación del revestimiento cultural e ideológico en que vienen presentadas, vividas e incluso impuestas. Para abreviar, llamaremos “sociedades de conocimiento” a los colectivos que han adoptado el nuevo modo de sobrevivencia humana, mediante la creación de ciencias y tecnologías, en retroalimentación mutua, que producen, de forma continuada y acelerada, nuevos productos y servicios para las colectividades. Las sociedades de conocimiento, como forma de sobrevivencia de los colectivos, ofrece medios más eficaces y poderosos que los procedimientos anteriores. Son, por ello, invasivas, como lo fueron las sociedades agrarias en relación con la de cazadores recolectores; o como las sociedades industriales en relación con
las sociedades agrarias-autoritarias. Como consecuencia de este poder de las sociedades de conocimiento, no optar por ellas equivale, de hecho, a inclinarse por la dependencia y la sumisión.
Efectos de las “sociedades de conocimiento” sobre la espiritualidad
Las sociedades de conocimiento están ya afectando, en positivo o en negativo, a todas las sociedades y culturas. En la medida en que se infiltran y se imponen, suponen una gran transformación de la concepción y práctica de la espiritualidad. El impacto de las sociedades de conocimiento provoca una auténtica revolución espiritual; suponen la transformación mayor de la idea de espiritualidad que ha sufrido nuestra especie a lo largo de su historia.
El crecimiento acelerado de las ciencias crea una interpretación de la realidad siempre cambiante, ninguna es definitiva. Los éxitos constantes de la ciencia, que van acompañados y precedidos por los éxitos en las tecnologías, proporcionan un prestigio a las teorías científicas que mina y corroe continuamente las interpretaciones que proporcionan los mitos de las religiones. Rápidamente se va creando una frontera infranqueable entre lo que dicen los mitos respecto a las realidades y lo que dicen las teorías científicas.
El prestigio de las tecnociencias, avalado por sus éxitos continuados, arrincona lo que es el fundamento de las interpretaciones de la realidad que proponen los mitos de las religiones. Nada de lo que dicen las ciencias puede transferirse a los mitos religiosos, y nada de lo
que afirman las formaciones míticas consiguen ser válidas para las ciencias. Se produce una frontera insalvable que vacía la base a las formaciones religiosas. Las generaciones jóvenes tienden a quedarse en el lado controlado por las ciencias de la frontera infranqueable.
Vamos a intentar describir las consecuencias para la religión y la espiritualidad del asentamiento, en un grado u otro, de las sociedades de conocimiento.
La gran transformación de los sistemas de vida fue originada por el crecimiento acelerado de las ciencias, que fue acompañado por el crecimiento de las tecnologías. A mayor crecimiento de las ciencias, mayor crecimiento de las tecnologías; y a mayor crecimiento de las tecnologías, mayor desarrollo de las ciencias. Ciencias y tecnologías proceden en círculo de retroalimentación.
Al desarrollo de las ciencias y tecnologías las acompaña el crecimiento de nuevos productos y servicios en acelerada sucesión. Todo evoluciona en rápida sucesión, cada vez más acelerada. Los nuevos productos y servicios modifican continuamente las maneras de vivir, las formas de pensar y sentir y los sistemas de organización de los colectivos.
En las sociedades de conocimiento todo cambia continua y aceleradamente. Se pasa, pues, de sociedades estáticas, que vivieron durante largos periodos de la misma forma fundamental, aunque con variaciones, a sociedades dinámicas que viven de la continua innovación y el cambio.
Las sociedades estáticas construyen su presente y su plan de futuro mirando al pasado, repitiendo las formas de pensar, sentir, actuar y organizarse de los antepasados. Los modos de vida del pasado son prestigiosos porque o fueron transmitidos por los antepasados sagrados, o fueron revelados por Dios, o se piensa que se corresponden con la naturaleza de las cosas.
Las normas de interpretación de toda la realidad y los cuadros de valores colectivos que derivan de ellas son fijadas y no pueden alterarse. La norma fundamental que rige todos los niveles de la vida de los individuos y los colectivos es repetir el pasado. Lo que se aleja de ese patrón está prohibido, es delito, pecado contra las normas inmutables.
La cohesión colectiva es por sumisión al pasado, que es también a la autoridad. Las creencias son formulaciones abstractas de las grandes afirmaciones míticas a las que hay que someterse incondicionalmente. Todo debe pasar por las creencias religiosas o ideológicas. La religión es la sacralización de las normas del pasado. La espiritualidad que predican las religiones ha de pasar por la sumisión.
En la cultura occidental, de raíz judeo-cristiana y greco-romana, la perspectiva es desde el individuo. Los colectivos se forman por sumisión forzada o por asociación libre; la religión se orientó a la salvación individual.
En las sociedades de conocimiento, de innovación y cambio continuo no se puede repetir el pasado. Las innovaciones alejan continuamente del pasado. La interpretación de la realidad debe estar dispuesta al cambio continuo. Los cuadros de valores colectivos, los proyectos axiológicos colectivos, no pueden ser fijos y estáticos, según las normas del pasado. Hay que vivir el presente y planificar el futuro, no desde la repetición del pasado, sino desde los proyectos que construyamos de futuro, para poder gestionar convenientemente las sociedades de innovación y cambio continuo.
En las sociedades que nos precedieron, el presente y el futuro venían dados y fijados, eran heterónomos. En las sociedades de innovación y cambio continuo, el presente y el futuro viene determinado por nuestra construcción de proyectos de vida colectivos construidos por nosotros mismos. La nueva forma de vivir no es heterónoma, sino autónoma.
El eje de todas nuestras construcciones no puede apoyarse en el individuo, sino en el equipo. Dada la complejidad y amplitud de las tecnociencias e incluso de la creación de nuevos productos y servicios, se requiere operar en equipos de individuos con diferentes especialidades, coordinados no por la sumisión, sino por la adhesión voluntaria a un proyecto. Los equipos no pueden ser jerárquicos porque han de ser creativos, y la creatividad y la jerarquía no casan bien. Están formados por individuos interdependientes en su trabajo. Una interdependencia fruto de la motivación, no de la sumisión. Los nuevos ciudadanos y los nuevos equipos no pueden someterse a creencias, porque éstas someten y fijan, y ellos tienen que ser siempre creativos y móviles. Las creencias no son un fenómeno religioso o espiritual, son una necesidad de las sociedades que deben repetir un pasado intocable.
Si no es posible la sumisión a creencias, no son posibles las religiones, tal como las hemos vivido. En sociedades que sobreviven gracias a la investigación y la indagación libres, y gracias a la creatividad en equipo, la espiritualidad no puede vivirse desde la sumisión, sino desde la creatividad y la indagación libre.
Con las sociedades de conocimiento se produce una gran inversión de perspectiva en todas dimensiones de la cultura y de la vida de los individuos y los colectivos. Este es el gran cambio que estamos sufriendo, que ha puesto en crisis todo el mundo de interpretaciones, valores, modos de actuación y organización del pasado. Esta transformación de la cultura, no buscada por nadie, sino fruto de las decisiones de nuestros mayores desde hace más de cinco siglos,
ha provocado una crisis de las religiones como jamás la ha habido; y ha provocado también una transformación radical de la espiritualidad. Nos vemos forzados a pasar de una espiritualidad fundamentada en creencias y en la sumisión, a una espiritualidad