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Espiritualidad sin religión. Lourdes Celina Vázquez Parada
Читать онлайн.Название Espiritualidad sin religión
Год выпуска 0
isbn 9786075477015
Автор произведения Lourdes Celina Vázquez Parada
Жанр Сделай Сам
Издательство Bookwire
Un caso realmente emblemático es el de la Révolution tranquille del Canadá francés: en unas pocas décadas, un país ultrarreligioso, culto y desarrollado, sin ninguna violencia ni alteración política, como fruto de un movimiento de reflexión de la opinión pública, da la espalda a su tradición católica y se convierte en uno de los países más secularizados de Occidente.6
Mundo: A nivel mundial hay “mil millones de descreídos”... 7
Estos pocos casos emblemáticos que acabamos de seleccionar pueden sugerir —no demostrar— algo que en el ámbito de las ciencias de la religión está siendo un diagnóstico aproximado generalizado: Llevamos varios siglos experimentando un proceso constante de secularización de las sociedades, tradicionalmente religiosas. En las últimas décadas este proceso no sólo se ha acelerado (aumento cuantitativo), sino que se ha transformado (cambio cualitativo) en un proceso de disolución de las formas religionales.8
En algunas regiones y países concretos del Norte —y en algunos sectores poblacionales, como la juventud— el proceso está produciendo una especie de “exculturación del cristianismo”, acercándose a la consumación de un verdadero colapso de la presencia de las Iglesias en la sociedad. Este proceso viene a coincidir con la modernidad, incluyendo su segundo ciclo, su profundización: la posmodernidad. La parte más viva y sensible de la sociedad, incluyendo ahí los jóvenes, ha entrado de lleno en el proceso. Y todo hace prever la continuidad, aceleración y consumación del proceso, también en América Latina.
La realidad profunda (diacrónica) de la religión:
“De dónde venimos”
En las últimas décadas hemos asistido a una revisión crítica de los axiomas filosófico-religiosos básicos que han regido clásicamente y rigen todavía el campo religioso. A la luz de nuevos estudios e investigaciones, esos axiomas más hondos, los más básicos, que parecían obvios, evidentes, y por eso mismo indiscutibles, comienzan a aparecer ahora en buena parte como “supuestos acríticos”, relativamente recientes y, curiosamente, no mejores o más útiles que los anteriores, y, por tanto, necesitados de una reflexión y un debate nunca antes tenidos sobre ello.
Nuestras ciencias auxiliares son aquí la arqueología, la historia y la antropología cultural, sin dejar a un lado la filosofía y la teología. Sin asumir sus descubrimientos no podremos desembarazarnos de esos “supuestos acríticos” en que hoy se han transformado los que considerábamos paradigmas básicos tradicionales, que ahora vemos que nos han mantenido clausurados en una visión gratuita, acrítica, filosóficamente parcial.
Desde hace siglos, la cultura occidental da por evidente que Grecia es el comienzo del pensamiento adulto de la humanidad, y que Israel es el punto cero de la religión humana. Más atrás de Grecia e Israel sólo había balbuceos, no pensamiento filosófico serio, ni religión humana madura. Desde hace menos tiempo, la ciencia ha llegado a la conclusión de que “la historia empieza en Sumer”,9 sin quitar nada de lo dicho sobre Grecia e Israel. Creo que una inmensa porción de los manuales de filosofía, teología e historia —yo diría que un 90%— parten todavía de este supuesto.
La nueva visión propiciada por las ciencias histórico-arqueológicas y antropológicas nos dicen, en primer lugar, que las religiones no son de siempre, como hemos venido pensando hasta hace muy poco tiempo. Las religiones son más bien muy recientes en el desarrollo de la evolución de la humanidad. La espiritualidad, en cambio, se pierde en la noche de los tiempos del origen de la humanidad. Homo sapiens es coetáneo del homo spiritualis.
Podemos convenir en que lo que llamamos propiamente “historia” iniciara en Sumer, pero ni la espiritualidad ni las religiones comenzaron con Israel, ni siquiera con Sumer, sino mucho antes. Es muy importante señalar que, en el campo de los axiomas básicos —llamémoslos “filosófico-religiosos”—, ni Grecia ni Israel son “originales”. La estructura fundamental de su espiritualidad y de su visión religiosa —sus axiomas religiosos más profundos— la heredan de sociedades y culturas más antiguas, anteriores en varios milenios. Es cierto que le dan una “formulación” más elaborada y coherente, pero propiamente hablando, ni Grecia ni Israel son creadoras originales, sino que son fundamentalmente herederas de unos axiomas fundamentales anteriores que no cuestionaron (sólo un poco los griegos), y los supusieron evidentes e intocables, ignorando la enorme trastienda histórico-arqueológica que hoy conocemos. Por lo cual, hoy podemos decir que, tanto Grecia como Israel, como nosotros que somos sus herederos, hemos vivido y pensado instalados dentro de un paradigma (“conjunto de axiomas”) en el que hemos quedado encerrados milenariamente. En buena parte seguimos pensando y sintiendo “dentro de la caja”, dentro del paradigma o sobre los axiomas heredados de Grecia y de Israel. El pensamiento clásico y actual del cristianismo, por ejemplo, no es capaz de salir de esa caja de pensamiento, ni siquiera de imaginar que hay vida y hay espiritualidad fuera de esa caja. Se impone la necesidad de liberar el pensamiento, la religión y la espiritualidad. Se requiere “sacar la cabeza fuera de la caja” (thinking out of the box), y releer todo nuestro patrimonio simbólico de ese nuevo paradigma ATC que las generaciones jóvenes intuyen, y que ya no les permite empatar con el discurso religioso tradicional milenario a cuyo ocaso decimos que socio-religiosamente estamos asistiendo en crecientes sectores de la población.
Considero que el paradigma10 religioso-espiritual más profundo es el “antropo-teo-cósmico” (atc),11 mejor llamado así que como “cosmo-te-ándrico”.12 Hoy las ciencias de la religión nos permiten decir que hemos vivido mucho más tiempo…
con diosa que con dios masculino,13
sin segundo piso que con él (o sea, sin separación del cielo y de la tierra),
en una naturaleza “divina” que en una naturaleza-materia-profana,
con experiencia religiosa “natural”, oiko-centrada, que con experiencia religiosa “espiritual” ...
sin metafísica que, con ella,
sin theos que con él.
El cambio lo hemos dado “recientemente”, después de la evolución agraria, tal vez “a causa de” las invasiones kurgans (4300-4200, 3400-2800 y 3000-2800 a. C.), a mediados del periodo calcolítico. Ha sido en ese momento cuando hemos cambiado de paradigma atc.
Desde la antropología cultural, muchos analistas afirman que ese cambio epocal —que sostengo que es esencial un cambio de paradigma atc— no ha sido afortunado, pues está a la raíz de algunos de los grandes defectos que achacamos a la civilización actual (patriarcalismo, menosprecio y sometimiento de la naturaleza, sobrenaturalismo, dualismos...).
Las ciencias histórico-arqueológicas nos descubren hoy que el paradigma atc en el que Occidente ha vivido varios milenios —y en el que hemos nacido o estamos todos nosotros—, hoy ha de ser considerado más bien como “supuesto acrítico”, ya que la “evidencia” que debe tener —para fungir como paradigma— está dejando de serlo para las generaciones actuales, fundamentalmente por la ampliación del conocimiento provocada por la ciencia.
Lo que está más al fondo de la crisis epocal actual de la religión no es tanto un fenómeno de secularización, ni sólo una profunda desafección hacia las instituciones religiosas, sino la crisis del paradigma ATC que se fraguó hace algo menos de seis mil años, que para la cultura actual está dejando de ser un conjunto de axiomas (evidentes), sino más bien un conjunto de supuestos acríticos, cuya evidencia se ha vuelto en contra de ellos, y que ya no pueden ser hoy aceptados en esta transformación de conciencia religiosa que se da en el nuevo “tiempo axial” que estamos transitando.
En todo caso, superar la “evidencia” del tradicional paradigma ATC, someterlo a crítica —aunque sea por primera vez—, saber que es una construcción humana y no una revelación ni una evidencia ontológica, saber que hemos sido humanos —incluso más humanos— con