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una “evidencia” que ahora descubrimos que ha sido más bien un supuesto acrítico, nos muestra que era una evidencia construida (y postulada) por nosotros mismos, no el fundamento más básico de la realidad, y que nos podemos/debemos considerar libres para reconfigurar nuestra religiosidad y espiritualidad humana de otra manera. No nos encontraremos desobedeciendo a Dios, ni apostatando de ninguna fidelidad religiosa que nos obligue; al contrario, estaremos obedeciendo el mandato interior que el Cosmos y la Vida nos transmiten, de optar y decidir con esfuerzo, imaginación, responsabilidad y creatividad.

      Creemos que esta perspectiva diacrónica de la religiosidad/espiritualidad coloca el debate en torno a la crisis actual de la religión en un contexto totalmente diferente al marco mental en que nos hemos movido hasta ahora. Sin adentrarnos en la nueva visión que esta visión nos proporciona, no podemos más que repetir los supuestos acríticos de siempre.

      Insistimos: necesitamos pensar, sacar la cabeza fuera de la caja. Quien continúe considerando insuperables los límites de la caja (el pensamiento griego, la experiencia religiosa considerada culmen de Israel, la Biblia como Revelación única e indiscutible, o las creencias míticas que acompañan a toda religión...), no podrá dar respuesta a la gran cuestión del futuro de la religión. No podrá dar respuesta quien se instale en la teología tradicional, con la filosofía occidental tradicional como ciencia auxiliar (ancilla theologiae que más bien ha resultado ser Domina theologiae, al mantenerla atada a su paradigma).

      Cuando estamos en un cambio tan radical de perspectiva, no adelantamos nada con nuevas propuestas sobre los mismos viejos presupuestos, sino planteamientos nuevos sobre presupuestos nuevos. Esta nueva visión que nos provoca el estudio diacrónico del desarrollo (evolutivo) de nuestra espiritualidad, nos libera de los viejos presupuestos acríticos, nos faculta salir de esa cárcel del pensamiento en que la ignorancia y la absolutización de la tradición nos encerró, nos permite sacar la cabeza de debajo del ala, o pensar out of the box, y ser así capaces de ofrecer nuevas propuestas.

      JUZGAR. Ajustar viejos conceptos a la nueva situación

      Concretamente dos: la espiritualidad y lo religional.

      Espiritualidad:

      ¿Qué no es la Espiritualidad?

      no es espiritual (como contrapuesta a material, corporal),

      no es sobrenatural (como contrapuesta a natural, biológica, neurológica...)

      no es amundana... Porque sería una espiritualidad mutilada o para personas mutiladas,

      no es ahistórica... Piénsese en la espiritualidad de la liberación, y su característica “santidad política”,

      no es la vivencia de la Gracia, como muchas teologías creían (cursillos de cristiandad, por ejemplo),

      no es un “estado modificado de conciencia”, ni es el arte de lograrlo, el arte de conseguir un chispazo de conexión con el Absoluto, uno o muchos éxtasis en la meditación... Eso pueden ser fenómenos ‘místicos’ (o también alucinatorios) o, como máximo, una forma muy concreta de espiritualidad, no “la” espiritualidad.

      Por esto, quienes están en esta línea de una forma radical no reconocen la presencia de la espiritualidad fuera de la búsqueda de esos estados modificados de conciencia. Frente a ciertas formas exclusivistas de orientalismo que nos invaden, es preciso dejar claro y reivindicar que se puede ser espiritual, y mucho, sin estados modificados de conciencia.

      Todo esto es, obviamente, un cambio radical de perspectiva respecto a la concepción tradicional cristiana, por ejemplo, de la espiritualidad. Las nuevas generaciones y los ‘mayores’ que logren sacar la cabeza de la caja, se sentirán muy aliviados con la nueva visión, los nuevos paradigmas, la nueva conciencia, al no tener que aceptar ni someterse a la visión tradicional —todavía hegemónica en las Iglesias cristianas.

      ¿Qué es la espiritualidad? En cuanto al concepto teológico-eclesial: espiritualidad es un nombre para algo innombrable con una palabra. Es... la fuerza, la pasión, que nos mueve. Es la “interioridad”... (nueva palabra, muy acertada, que hoy utilizan nuevos buscadores, una palabra laica, sin mitos ni sacralizaciones, muy humana, macroecuménica...) Por eso, la espiritualidad es una realidad puramente humana (sin la necesidad de un segundo piso en el que poner arriba “las cosas de arriba”...), plenamente humana y plenificadoramente humana. La espiritualidad se puede pensar, así como una suerte de sinónimo de la propia humanidad, como lo más profundo de nuestra humanidad, nuestra vida interior profunda, nuestra vitalidad o, como últimamente dicen algunos, muy acertadamente, “mentalidad” —en un sentido más profundo que el sentido común de la palabra, que viene de mente, que es un nombre hoy día más adecuado para el espíritu, el alma...).

      Desde una visión más amplia, la espiritualidad es la misma conciencia a la que la evolución de la vida ha llegado... Es una prolongación de la biología, en un nivel “superior” ... La conciencia no es algo “evolutivamente nuevo” que apareciera por primera vez en el ser humano... Hay una continuidad con grados previos o inferiores de conciencia en especies anteriores... La conciencia es fruto de la complejificación de la materia, y la espiritualidad sería el nivel más dinámico y profundo de esa interioridad o vitalidad interior de la conciencia... (lo que me motiva, me mueve, me e-mociona, me atrae, me apasiona, me enciende, me eleva, me transporta, me en-thus-iasma... Esta visión de la espiritualidad es muy humana... Muchas ‘conversiones’ adultas obedecen a esa necesidad insatisfecha: la persona se siente vacía a pesar quizá del éxito incluso de la riqueza... La búsqueda supuestamente de “Dios” ... es una necesidad muy natural, muy humana... y ahora somos capaces de verla de una forma más laica: muchas personas calman su hondón del alma con la música, la poesía, el arte, la política... y encuentran la satisfacción culmen de su pasión en el amor, la entrega de sí a la ayuda y la solidaridad, la ciencia, la verdad, la belleza...

      La espiritualidad es un nivel de la evolución de la materia, de la vida, de la conciencia, del ‘espíritu’... La espiritualidad es energía, un nivel de energía, de la misma energía que mueve el cosmos, que atrae las estrellas, que gravita sobre nosotros, el encanto-seducción que experimentamos proveniente de la misma realidad... (cfr. Swimme...). Y esa vivencia del corazón cambia nuestra mente, nos da otra visión de la realidad, que nos hace verla animada, habitada, e-mocionante, co-vibrante de la energía, entusiasmadora...). (Aquel jardín-bosque interior de la película avatar, en el que, aun siendo de noche, todo lo descubrimos iluminado, por dentro, desde dentro, luminiscente, encendido de luz, transpirando luz...

      Si ya sabemos que esto es así, ¿por qué las Iglesias siguen hablando de una espiritualidad del segundo piso, amundana, apolítica, ascética, que piensa sólo en el cielo-post mortem, cautiva de las virtudes negativas, en vez de potenciadoras de la intuición profunda que habita en nosotros hacia la vida y hacia la felicidad...?

      Espiritualidad y religión

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