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      A continuación se enumeran sucintamente los factores y funciones de comunicación humana:

      a. Un factor fuente y sus respectivas funciones reflexiva y expresiva, que se corresponden con los estilos reflexivo (yo pienso) y lírico (yo siento).

      b. Un factor destino y su respectiva función conativa (centrado en el receptor) cuya hipertrofia configura el estilo épico.

      c. Un factor contexto y la función referencial reforzado en el estilo narrativo (como se observa en el paciente obsesivo en cuyas frases no puede distinguirse la idea principal de las secundarias).

      d. Un factor canal y la función fática sobresaliente en el estilo dramático con suspenso. (Acá se trata de mantener abierto el canal, en tanto el contacto con el objeto evita la eclosión de la angustia).

      e. Un factor mensaje y la función poética en el estilo dramático con impacto estético (y en el mensaje publicitario logrado).

      f. Factor código y función metalingüística en la desestructuración del habla.

      El yo idealmente plástico consiste, pues, en el ajuste armonioso de las funciones yoicas surgidas de la mencionada articulación y que se transcriben en el cuadro siguiente que condensa los aportes de Liberman.

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La capacidad de disociarse, observar sin participar y así percibir totalidades (percepción microscópica): el Yo se achica y el objeto se agranda.La capacidad de acercar la función perceptual al objeto y ver un detalle haciendo abstracción de la totalidad, pero sin confundir la parte con el todo.La capacidad de captar los deseos propios y llevarlos a la acción, y para ello tomar una decisión luego de haber calibrado el equilibrio entre necesidad y posibilidad.
Paciente reflexivo, que busca incógnitas sin crear suspenso (esquizoide).Paciente lírico (depresivo).Paciente épico (persona de acción)
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La capacidad de adaptarse a las circunstancias, al tipo de vínculo, ya sea en sentido vertical u horizontal. Capacidad de utilizar el pensamiento comoensayo y la capacidad para estar solo.La capacidad de tener un monto de ansiedad útil preparatoria para llevar a cabo una acción una vez establecido el vínculo, tomada la decisión y observadas las circunstancias.Óptimas posibilidades para enviar un mensaje en el cual acción, idea y expresión del afecto se combinan adecuadamente.
Paciente narrativo (persona lógica).Paciente que dramatiza, busca incógnitas y crea suspenso (persona atemorizada y huidiza).Paciente que dramatiza y crea impacto estético (persona demostrativa).

      Algunas de estas funciones pueden hipertrofiarse en detrimento de las otras, situación que puede correlacionarse con rasgos patológicos y estilos en la comunicación. En este sentido la interpretación óptima será aquella que provee al analizando las funciones carenciadas. A esto se le llama complementariedad estilística e implica la respuesta más ajustada al punto de urgencia, la ansiedad prevaleciente y las defensas involucradas en cada momento.

      Ilustración clínica

      A continuación pasaré a relatar la evolución psicoanalítica de una paciente, tomando en cuenta la visión en perspectiva del caso, en tanto que se encuentra actualmente en el proceso de terminación de su terapia. El recorte que haré del relato tiende a puntualizar la importancia de la estrategia del abordaje, que considero singular para cada paciente. En este orden de cosas siempre me ha intrigado el hecho de observación que creo compartir con muchos colegas en el sentido en que dentro de cierto margen, un analista funciona de manera diferente con sus distintos pacientes e incluso con el mismo a medida que el proceso terapéutico evoluciona. Esto sería el dato observacional que conlleva a la concepción más abarcativa de la complementariedad estilística. Adelantándome a las conclusiones del caso que se expone, mencionaré que esta paciente se presentó y fue desplegando en el curso del tratamiento una fachada de estilo lírico que fue dando lugar, en la medida de mis aciertos, al surgimiento del estilo dramático con impacto estético. Asimismo, otra fachada preponderante en esta paciente correspondía al estilo reflexivo que, al ceder, fue dando lugar al estilo dramático con suspenso. Me extenderé más sobre este último aspecto en tanto me interesa reflexionar acerca del tema contacto; reflexión suscitada en el trabajo analítico con esta persona. El término contacto alude a la acción y efecto de tocarse [del latín cum - tangere - tetigi - tactum]. Así es usado, pero además el uso idiomático le adjudica por extensión el sentido de conexión a mayor distancia, lo cual confirmaría un continuum entre un primitivo contacto piel a piel vinculado a una primitiva relación sincrética (Bleger 1967) con la preponderancia del código viscero-motriz (código fisiológico) y la paulatina separación y diferenciación, ocupando la brecha resultante el sistema simbólico (código dígito-verbal) en relaciones interpersonales más discriminadas.

      Se trataba de una muchacha soltera de apariencia agradable, más bien bonita, que contaba con 23 años cuando me consultó en el último trimestre de 1977. Poco tiempo después, cuando ya tenía una más amplia perspectiva de sus características, la apodé, en la intimidad de mis reflexiones “la chica del Raven 100”. Me había relatado en una sesión, entre divertida y sorprendida, que una estudiante de psicología, a los fines de su propio entrenamiento, le había tomado esa prueba de inteligencia y que había obtenido ese resultado: corroboraba mi propia opinión de ser una persona altamente dotada intelectualmente. Su motivo de consulta estaba referida a sus repetidos fracasos afectivos y a un temor de verse envuelta en una declinación irrecuperable de su persona, motivada por su pretendida “promiscuidad”. Un falso embarazo y la amenaza de un posible aborto, la decidió finalmente a la consulta luego de una (para ella) desenfrenada carrera de relaciones afectivas fugaces, poco gratificantes en donde jugaba a ganar o perder (envidia fálica) con sus ocasionales parejas. Eran discusiones “intelectualoides”, “pulseadas” en que si se acostaba terminaba humillada o, si no se acostaba, triunfaba sobre el oponente. Sin embargo, el antecedente que considero más interesante a los fines de este “recorte” de historia analítica lo constituían sus análisis anteriores. Había iniciado su primer análisis –que duró seis o siete años–, con una analista mujer, cuando contaba 3 años. Luego de los 12 a los 15 años, se trató con otra analista mujer, con quien retoma a los 18 años e interrumpe a los 21 por un desacuerdo con ésta, por otro lado muy respetada y admirada intelectualmente. Entre sus antecedentes históricos cabe consignar que el motivo de la iniciación del primer análisis fue la irrupción de un eczema extendido y preponderante en sus miembros inferiores, especialmente entre los dedos. El motivo de su segundo tratamiento fue un intento de violación del que salió físicamente ilesa. Un individuo que la siguió por la calle, la acorrala en la escalera de su casa, la amenaza con una navaja y expone su pene. Ella gana tiempo “conversando” hasta que se escuchan ruidos y el sujeto huye. El análisis de los 18 a los 21 años, fue motivado por la ruptura con un novio con quien estuvo a punto de casarse. Su madre y los conflictos con ella ocupaban un primer plano de su material. La describía como joven, moderna e informada. Su padre, un profesional próspero, exitoso y serio, era para ella alguien lejano, sin existencia propia ni sentimiento de relación directa con él sino a través de la omnipresente madre. Solamente el adelantarse a sus necesidades económicas era una forma de contacto que evitaba toda connotación afectiva posible de ser vehiculizada por ese suministro. Su único hermano, un joven profesional promisorio dos años mayor –significativa fuente de su temprana conflictiva por su condición femenina–; él siempre se sintió superior a ella y se lo hizo sentir. Era el “candidato” a “marido perfecto” ganado por la odiada cuñada de la paciente, para colmo, de su mismo nombre. En uno de sus primeros sueños, aparece con la cuñada “mirando vidrieras y en ellas ropas de mujer”. Además de los elementos transferenciales del sueño, se podía sospechar que sus fracasos afectivos la habían convencido que para ella se abría un gran abismo ante la mujer ideal –su cuñada– que era y tenía todo lo que ella anhelaba y deseaba.

      Durante los dos primeros años de análisis, la paciente impuso la condición de permanecer sentada en el diván durante las sesiones. Para cualquier analista, esta alteración del setting

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