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Vencer o morir. Antonio Espino López
Читать онлайн.Название Vencer o morir
Год выпуска 0
isbn 9788412221329
Автор произведения Antonio Espino López
Жанр Документальная литература
Серия Historia de España
Издательство Bookwire
Sea como fuere, entre 1512 y 1514 Moctezuma II mantuvo acciones punitivas contra los yopis, que se habían rebelado, desde la guarnición de Tlacotepec. Aunque la campaña más importante de 1512 se dio contra Tlaxiaco, donde se obtuvieron 12 210 prisioneros, una cifra un tanto exagerada, pero es la que disponemos a partir de las fuentes mexica. Todos ellos fueron sacrificados en la inauguración del templo del dios Tlamatzincatl. En 1513, en el área de Tehuantepec, los hombres de Moctezuma II lanzaron ataques contra Alotepec y Quetzaltepec, donde obtuvieron 1332 cautivos. También atacó el señorío independiente de Tototepec. Al año siguiente, cayeron no solo Quetzaltepec, sino también Iztactlalocan, Cihuapohualoyan y Cuezcomaixtlahuacan, ciudades todas ellas del área de Oaxaca. E incluso en 1515 los mexicas tomaron Centzontepec y Texocuauhtli en el entorno de Tototepec.66
Por otro lado, los problemas con Tetzcoco se mantuvieron, y de manera grave, pues su tlatoani, Nezahualpilli, en 1510 ordenó a sus tropas que cesasen de actuar en la guerra abierta que se mantenía contra Tlaxcala, Huexotzinco y Atlixco aquellos años –entre 1508 y 1513; da la sensación que Huexotzinco había regresado a su alianza natural con Tlaxcala–. La respuesta de Moctezuma II fue procurar eliminar las tropas de élite tetzcocanas, así como a los hijos de su tlatoani, además de ordenar a los tributarios de Tetzcoco que dejaran de pagarles. La pugna se mantuvo hasta la muerte sin designar sucesor de Nezahualpilli en 1515, momento que Moctezuma II aprovechó para proponer para el trono tetzcocano a su sobrino Cacama, hijo del difunto, pero de madre tenochca. La facción que se opuso a dicha elección, liderada por Ixtlilxóchitl, entró primero en una etapa de guerra civil, tomando varias localidades que se fortificaron, y, a continuación, pasando a engrosar la, al final, larga lista de aliados de Hernán Cortés. En ese clima de, por un lado, inestabilidad en el seno de la Triple Alianza, y, por otro, con la actitud centralizadora exhibida por Moctezuma II, no es de extrañar que aumentasen las revueltas de los tributarios y se recrudeciesen las hostilidades contra los tlaxcaltecas y sus allegados, también desde 1515. Aunque Moctezuma II llegase a derrotar a los yopis y tomase Metztitlan y lanzase una última ofensiva contra la frontera norte de los tarascos en 1517-1518 y alcanzara la localidad de Acámbaro, al poco fue frenado por estos; también fracasó en la conquista de la ciudad mixteca de Tototepec, ello sin contar las extrañas noticias llegadas de tierras totonacas desde la primavera-verano de 1519.67
En definitiva, en el momento de la llegada de la hueste cortesiana, los problemas de índole tanto interna como externa abrumaban a Moctezuma II: ni había podido derrotar a los tarascos, quienes, además, lanzaron una ofensiva y ocuparon Ixtlahuaca, en el valle de Toluca, y pusieron en peligro aquella frontera y su prolongación hacia la costa; ni había podido imponerse a Tlaxcala, de manera que una guerra total contra esta última estaba en marcha desde 1517. Incluso Huexotzinco, que entre 1512 y 1515 se había apartado de su liga con Tlaxcala por influencia de Moctezuma II, un pequeño éxito, para 1518 volvía a estar en guerra contra los mexicas. Estos perdieron 1200 hombres en un ataque contra sus antiguos aliados. Además, en palabras de Conrad y Demarest, citados por Lameiras:
Las reformas políticas y sociales erosionaron las motivaciones militares, empeorando la actuación de los ejércitos aztecas en su lucha contra los enclaves independientes. El resquemor causado por los decretos de Moctezuma II, las decepciones de las campañas militares mexicas y las periódicas escaseces y hambrunas se combinaron para crear una atmósfera de malestar social.68
La descripción que del personaje nos hizo Bernal Díaz del Castillo es bien conocida:
[Moctezuma era] de buena estatura y bien proporcionado, e cenceño e pocas carnes, y la color no muy moreno, sino propia color y matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas y bien puestas e ralas, y el rostro algo largo e alegre, e los ojos de buena manera, e mostraba en su persona en el mirar por un cabo amor, e cuando era menester gravedad.
Y a Francisco de Aguilar le mereció la consideración de «asaz astuto, sagaz y prudente, sabio, experto, áspero en el hablar, muy determinado». En su juventud, como cualquier otro líder mexica, hubo de participar en diversas campañas militares, mientras perfeccionaba su formación merced a las enseñanzas de los veteranos, aunque algunos testimonios concretan que llegó a obtener el prestigioso título de cuáchic, o «rapado», el cual se otorgaba a quienes habían capturado varios enemigos, particularmente a valientes guerreros del valle de Puebla. De nuevo Díaz del Castillo nos informa de que Moctezuma II había sido vencedor en tres enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Cervantes de Salazar nos ofrece un cuadro más completo del personaje. Era Moctezuma II:
[…] hombre de buenas fuerzas, suelto y ligero; tiraba bien el arco, nadaba y hacía bien todos los exercicios de guerra; era bien acosdiscionado, aunque muy justiciero […] Era bien hablado y gracioso cuando se ofrecía tiempo para ello; pero, junto con esto, muy cuerdo; era muy dado a mujeres y tomaba cosas con que se hacer más potente; tratábalas bien; regocijábase con ellas bien en secreto; era dado a fiestas y placeres, aunque por su gravedad lo usaba pocas veces.69
Así que, al menos, tenía un rasgo en común con Hernán Cortés: ambos eran mujeriegos.
Para los austeros compañeros de armas y fatigas de Hernán Cortes, sin duda era más admirable el boato de palacio de Moctezuma II que algunas de sus costumbres guerreras. Por ejemplo, mientras los gobernantes mexicas se vestían como dioses a la hora de ser representados en sus momentos de gloria, al conquistar otros señoríos, el primer cautivo de una campaña era sacrificado y desollado para que su piel fuera, literalmente, vestida por el tlatoani. En cambio, Díaz del Castillo se deleita al describir la comida de un día cualquiera en la corte de Moctezuma II, quizá rememorando escaseces vividas por él:
[…] cotidianamente le guisaban más de trescientos platos, gallinas, gallos de papada, faisanes, perdices de la tierra, codornices, patos mansos y bravos, venado, puerco de la tierra, pajaritos de caña y palomas y liebres y conejos, y muchas maneras de aves e cosas de las que se crían en esta tierra, que son tantas, que no las acabaré de nombrar tan presto.70
EL ARTE DE LA GUERRA EN EL MUNDO MEXICA
En el caso del mundo mexica, cabría diferenciar entre las guerras convencionales, o de conquista (ocoltic yaoyotl), y las guerras rituales o ceremoniales, denominadas guerras floridas. Y, dentro del primer caso, quiénes participaban, pues eran tres los señoríos, como ya hemos visto, que conformaban la Triple Alianza, por ello así denominada. Tanto Tenochtitlan, como Tetzcoco y Tlacopan –que también era conocida como Tacuba– dominaban sobre diez o más reinos cada una, aunque la cabeza de la alianza, y siempre lo fue Tenochtitlan, comandaba las campañas militares. Los hombres de Tenochtitlan podían luchar en solitario o ayudados por sus aliados, pero cuando se trataba de una guerra de conquista sus enormes ejércitos buscaban el dominio de un territorio y la obtención de tributos.
Si no se había producido una entrega voluntaria del territorio, con el consiguiente pacto, los mexicas podían declarar la guerra cuando se daban los siguientes supuestos, según siempre Cervera Obregón: se había dado muerte a mercaderes mexica, es decir, se había atacado a una caravana de los mismos; en segundo lugar, cuando se ofendía o asesinaba a los embajadores del tlatoani; y, en tercer lugar, cuando se denegaba el pago de los tributos apalabrados. Cada 80 días se recaudaban los tributos establecidos, labor, como se ha señalado, de los calpixque y de aquellos que los supervisaban en un determinado territorio, es decir,