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vivo sobre la realidad humana, o incluso social, del oriental como habitante contemporáneo del mundo moderno”.92

      Said casi no habla en su libro de América, pero podemos observar un gran paralelismo entre los estudios orientales europeos y las investigaciones antropológicas de América. También aquí se suele admirar el grandioso pasado de la época prehispánica, pero los indios actuales son menospreciados e interesan solo como mero folclor. Con excepción de algunas pocas figuras, como la Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchú, y el presidente boliviano recientemente depuesto por un golpe de Estado, Evo Morales, los indígenas ya no destacan en la vida política y cultural. Con la conquista perdieron el poder y tuvieron que someterse a la cultura occidental. Algo parecido ocurrió con los países árabes que se convirtieron en colonias inglesas y francesas. Sin embargo, ahora, después de haber conseguido su independencia, pueden manifestar cierta autonomía cultural e incluso enfrentarse al Occidente.

      Y así como lo orientales aprendieron mucho de los occidentales, pueden hoy enriquecer de manera sustancial la cultura de los segundos. Lo que critica Said es el carácter dominante de la civilización occidental que impide un verdadero intercambio de ideas entre iguales. Tampoco cierra los ojos frente a los defectos de los intelectuales árabes incapaces de autocrítica que se encierran en su propia cultura, y para quienes el pasado es “su refugio suicida”, como expresa Goytisolo en la presentación de la obra. Orientalismo es un libro que nos permite comprender a fondo muchos problemas del mundo actual.

      La ruptura con el islam. Hamed Abdel-Samad y Adonis

      ¿Es el islam una religión que incita a la violencia e invita a la guerra, o una religión pacífica? Los salafistas del Estado Islámico preparan la yihad, la guerra santa, pero la mayoría de los musulmanes piensa que su religión es pacífica. Ambos grupos reafirman su postura citando versículos del Corán, que, igual que en la Biblia, contiene frases para defender cada idea. Los cristianos que optan por la violencia suelen citar el pasaje “ojo por ojo, diente por diente”. Los salafistas se refieren a numerosos versículos que incitan a la guerra santa. De manera que, se puede argumentar, todo es un asunto de interpretación. Si leemos los libros sagrados en su contexto histórico, podemos entenderlos de otra manera y encontrar explicaciones que tienen sentido en nuestra época. La yihad, entonces, sería una lucha interior por el bien y no una guerra con armas. Pero las palabras que reveló el arcángel Gabriel a Mahoma son divinas, y según los salafistas hay que tomarlas al pie de la letra y tratar de vivir como lo hacían Mahoma y sus seguidores en el siglo vii: lapidar a las mujeres adúlteras y cortar las manos a los ladrones. Este castigo existía también en la Edad Media cristiana. Un candidato presidencial mexicano lo recomendó todavía en el siglo xxi.

      Los cristianos fundamentalistas, entre ellos los protestantes radicales, se oponen a una lectura histórica crítica de la Biblia, que interpretan de manera literal argumentando que cada palabra es divina y su significado no cambia con el tiempo. No les importa el contexto histórico ni están conscientes de las transformaciones del mundo. Tampoco consideran las dificultades de interpretar un libro sagrado que tiene muchos autores y en el cual hay afirmaciones que se contradicen. Según ellos, Dios dictó cada palabra. Es famoso el caso del teólogo medieval Abelardo, conocido por su amor imposible a Eloísa, quien escribió un libro donde enlista todas las contradicciones de la Biblia.

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