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el mundo, y México no es la excepción, una creciente influencia oriental: las tradiciones budistas, hinduistas o taoístas tienen cada vez más adeptos. Se advierte la presencia de musulmanes inmigrados y también de algunos conversos en el país. En las grandes ciudades, donde más se nota el multiculturalismo, es en los espacios de producción y consumo de alimentos, pero también en la música popular, aunque sigue predominando con fuerza lo anglosajón.

      Todorov señala que nuestra identidad cultural se compone de varios aspectos. En un Estado nacional europeo se pueden sentir los habitantes como parte de diferentes culturas. Un habitante de Barcelona puede mostrar lealtad a Cataluña o España al mismo tiempo que a los valores europeos. Lo mismo sucede con un vasco francés o un bávaro. Surge la visión de la Europa de las regiones, donde vascos, catalanes, escoceses, bávaros, valones o flamencos tienen los mismos derechos que españoles, ingleses, alemanes o belgas. Esto está provocando que se modifiquen los conceptos de Estado y Nación. Lo importante para él sería determinar con cuáles de estos elementos se identifica más el ciudadano, y pregunta de manera irónica por cuál de ellos la gente estaría dispuesta a morir. Obviamente, no por la nación, porque nadie se muere hoy día por la patria. Los suicidas musulmanes dan la vida por su religión, y eso, para el europeo moderno, es difícil de entender. Para el mundo musulmán, y sobre todo para el árabe, el nacionalismo no significa lo mismo que para Europa y el continente americano.

      Globalización e identidad nacional. Amin Maalouf

      La identidad de Maalouf es compleja; no faltan contradicciones que marcan su personalidad y causan confusión, como sucede con muchas personas y comunidades que se desenvuelven en ambientes culturales plurirreligiosos y pluriétnicos. El caso ilustrativo es la antigua Yugoslavia, cuyos habitantes actualmente, habiéndose desintegrado el país, buscan recuperar su identidad afianzando su religión y su lengua: son croatas católicos, serbios ortodoxos, o bosnios musulmanes. Para un bosnio, en época del mariscal Tito, la religión era un factor de menor importancia porque se sentía yugoslavo; pero hoy el islam le da identidad y lo aleja de los serbios ortodoxos aunque hablen la misma lengua. El comunismo era la ideología unificadora y hoy viven separados en países diferentes.

      Existen muchos factores que determinan nuestra identidad. Para un negro en Francia o Estados Unidos el color de la piel lo diferencia de los demás; sin embargo, para un yoruba de África occidental el color de su piel tiene mucho menos importancia que su pertenencia a la tribu yoruba y que tenga como lengua vehicular el inglés o francés. Su religión puede ser cristiana o musulmana. Así se unen en una persona varias identidades culturales. Lo mismo pasa en Argelia o Marruecos, donde la minoría étnica berebere habla en casa su lengua materna, pero en la mezquita y la escuela utilizan el árabe, el cual es considerado, junto con el francés, lengua oficial. El novelista israelí Abraham Yehoshua describe los problemas lingüísticos y culturales de los bereberes, en cuya vida cotidiana se usan cuatro idiomas y muy pocos de ellos los dominan: En la escuela coránica aprenden el árabe clásico, que es muy diferente del árabe dialectal que se habla ahora en Argelia; en las universidades y en la prensa predomina el francés, y en la casa se comunican en berebere.

      Muchos de los indígenas de México o Perú son bilingües; igual que los flamencos de Bruselas, quienes hablan con la misma facilidad el francés y neerlandés. En Barcelona, la capital catalana, se usa tanto el castellano como el catalán. La mayoría de sus habitantes son bilingües; pero otros, sobre todo los obreros de origen andaluz, no lo hablan y se sienten españoles. Los catalanes no saben si se sienten más catalanes o españoles. Si se les preguntara, contestarían seguramente como Maalouf: “las dos cosas”.

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