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árabes son sunnitas; en Irán son chiitas y en Siria el gobierno está en manos de alauitas, una minoría religiosa cercana a los chiitas. La guerra civil en este país se explica en gran parte porque los sunnitas quisieron conquistar el poder. Los cristianos (católicos y ortodoxos), también minoría, apoyan al gobierno porque les permite ejercer libremente su religión.

      La democracia es prácticamente inexistente en los países árabes, y la tan anhelada “Primavera árabe” fue un fracaso. Arabia Saudita, los Emiratos y Marruecos siguen siendo gobernados por monarquías; en Líbano y Túnez hay estructuras democráticas frágiles, igual que en Irak, pero predominan los rasgos dictatoriales en monarquías y repúblicas. Para los reyes sauditas, la democracia occidental es incompatible con el islam, mientras la monarquía marroquí organiza elecciones democráticas sin darles demasiada autonomía a los políticos elegidos. La dictadura militar de Egipto es laica, pero no enemiga del islam. E n otros países como Irán, cuyos presidentes son chiitas, los gobernantes se identifican con la religión, en tanto que en Líbano alternan presidentes cristianos y musulmanes.

      La religión, la raza y la lengua dan unidad a los países árabes; aunque hay que tomar en cuenta a las minorías étnicas como los bereberes y kurdos. Los primeros tienen fuerte presencia en el Magreb, utilizan su lengua en la vida familiar, y en las mezquitas y la calle, el árabe; la enseñanza en las escuelas se realiza en árabe y francés. Los kurdos son un pueblo sin estado propio y viven mayoritariamente en las zonas fronterizas de Siria, Irak, Turquía e Irán. Son musulmanes que se identifican mucho más con su etnia que con su religión. Para un occidental es difícil diferenciar un texto de lengua kurda de otro en árabe, porque en ambos se utiliza la escritura árabe. Los kurdos consiguieron cierta autonomía en el norte de Irak porque el poder central es débil; es diferente en el sur de Turquía, donde su lucha de independencia encuentra una fuerte resistencia por parte del gobierno. En Siria, los kurdos son los enemigos más feroces del Estado Islámico.

      Los nacionalismos turco y kurdo son muy marcados porque en ambos casos la mayoría de sus líderes políticos dan más importancia a la cultura laica que a la religión. El nacionalismo árabe surgió en países con gobiernos laicos como Egipto e Irak. El presidente más conocido de Egipto durante la segunda mitad del siglo xx fue Gama Abdel Nasser, quien propagó el socialismo y la unidad de los pueblos árabes, el panarabismo. Durante algunos años Egipto y Siria formaron un solo país con el nombre de República Árabe Unida. Pero hoy los ideales políticos de Nasser ya no son aceptados. La actual dictadura militar trata de reprimir el movimiento religioso de los Hermanos Musulmanes que ya habían conquistado el poder por la vía electoral.

      Muy diferente es la situación en Turquía que, al igual que Irán, no es árabe. Durante la Edad Media un pueblo del interior de Asia se convirtió al islam y comenzó a dominar a los árabes cuya cultura asimiló. Sin embargo, los turcos conservaron su lengua y aprendieron el árabe solo para leer el Corán. El Imperio turco fue extenso y poderoso hasta principios del siglo xx, pero ya entraba en decadencia. Como consecuencia de los desastres de la Primera Guerra Mundial, un grupo de jóvenes oficiales nacionalistas destituyó al sultán y creó, en lugar de un imperio cosmopolita que albergaba a muchos pueblos, un estado nacionalista laico. Kemal Attatürk se convirtió en el primer presidente turco y modernizador de su país. Los niños ya no aprendieron en las escuelas públicas la letra árabe sino la latina. El nuevo nacionalismo turco oprimió cada vez más a las minorías étnicas como griegos, armenios y kurdos. Al principio solo una élite compartía las visiones de Attatürk sobre la nación turca, pero poco a poco el nuevo Estado se ha ido consolidando.

      En la antigua Persia, hoy Irán, país vecino de Turquía, desde la revolución de 1979, cuando se derroca el régimen del sha, la religión se convierte en un factor primordial. Ni los iranís ni los turcos son árabes; tampoco sunitas, como la mayoría de los musulmanes, sino chiitas. Eso enfrenta al gobierno clerical de Teherán con algunos países sunnitas, entre ellos la monarquía de Arabia Saudita. El nacionalismo, en este caso, no tiene importancia. Eso lo notamos en el conflicto sirio, donde tropas iraníes y soldados chiitas de Líbano apoyan al gobierno alauita de Bachar al Asad; mientras los sauditas ayudan a sus opositores sunitas. En Irak, donde hay importantes santuarios chiitas, el 60% de la población pertenece a esta corriente. Con la guerra de Irak, el presidente Bush quitó el poder al dictador laico Sadam Hussein e hizo posible que los chiitas tomaran el poder. Y aunque de nuevo participa el clero en la política, para los imanes el nacionalismo no es atractivo. Solo usan al Estado y sus instituciones como bases de su poder.

      El islam está tan dividido como el cristianismo. Los conflictos actuales en Medio Oriente recuerdan las guerras religiosas en la Europa de los siglos xvi y xvii. Lo que complica más la situación es el Estado judío de Israel fundado en 1947, un enemigo para los musulmanes. Allí el conflicto no es solo religioso, sino además étnico. Se enfrentan judíos israelíes y musulmanes árabes. De nacionalismo se habla poco en este contexto; nadie se interesa por la nacionalidad de los suicidas que cometen atentados en Israel o Europa; son simplemente terroristas musulmanes o árabes. A veces tienen pasaporte de un país occidental con el cual no se identifican. Para ellos, la religión es más importante que la nación. Se enfrentan formas de vida tradicional del Oriente con la modernidad de Occidente.

      Aunque hemos concentrado nuestra atención en los países árabes, Turquía e Irán para el Occidente también tienen importancia Paquistán y Afganistán. El primero formaba parte de India, pero se separó para crear un estado musulmán en 1947, cuando India dejó de ser colonia británica. La razón por la cual se funda Pakistán es religiosa. En India existe una minoría musulmana, conocida por la fatua que amenaza de muerte al escritor indio-británico Salman Rushdie.

      El país con mayor número de musulmanes es Indonesia. El islam se extiende por todo el sur de Asia y llega hasta el sur de Filipinas; pero los países que más contacto tienen con el mundo occidental son los árabes, Turquía e Irán.

      También el islam se asienta en África negra, como en Mali o Somalia. Se trata de países afectados por el radicalismo islamista que no se interesa por los Estados nacionales, sino por crear comunidades basadas en la rígida moral de la sharia, que no puede funcionar en nuestra sociedad moderna. En muchos países africanos conviven musulmanes y cristianos; en el sur de Nigeria o Costa de Marfil viven mayoritariamente cristianos, en tanto que en el norte, musulmanes. En estos casos, el peligro de enfrentamientos religiosos está latente. Nigeria sufre por el terrorismo de los Boko Haram, islamistas famosos por el secuestro de niñas en las escuelas. En Mali intervinieron tropas francesas para destruir al Estado Islámico atrincherados en el norte. La extrema

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