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como si fuera una A o una E.

      El dibujo imaginario que se formaría con la emisión de esta vocal con un tono medio es parecida a una E, pero formando un tubo muy fino que ocupa toda la cabeza, más que una elipse. Cuando se emite, da la sensación de que atraviesa el cuerpo de arriba abajo.

      Si las vocales producen el sonido, las consonantes hacen inteligibles las palabras, sin interferir demasiado en la línea del sonido. Sin embargo, es cierto que en todos los idiomas hay algunas consonantes difíciles de pronunciar, entorpeciendo la rapidez y fluidez del fraseo.

      Las consonantes se articulan correctamente cuando se coloca la lengua lo más adelante posible de la boca, proyectando más la voz y mejorando la dicción. Como dice Madeleine Mansion (1947, pág. 69), las consonantes son «las bisagras de la articulación», además de hacer de trampolín para las vocales, al dar solidez a las palabras.

      Desde el punto de vista de la articulación, las consonantes se clasifican en:

      – Labiales: P, B, M, F, V.

      – Dentales: R, L, N, Ñ, D, T, C, S, Z.

      – Palatales: J, K, G, X.

      Además, algunas consonantes son clasificadas como «sonoras» en el sentido de que pueden ser «cantadas» en una nota particular. Son la B, D, G, L, M, N, Ñ, R, V e Y. De todas ellas, la que más problemas plantea para su emisión es la R, y eso que en la lengua española se pronuncia de una manera muy clara, a diferencia de en otras lenguas, como la francesa o la alemana.

      La B, la P y la T ayudan a ensanchar el espacio interno de la boca, unido a las vocales A, O.

      La F y la V sensibilizan los músculos faciales. En especial la F es empleada por los logopedas para resolver problemas de hipercinesia, es decir, de movimientos involuntarios del cuerpo (véase el capítulo 8). Al poder prolongarse esta consonante más de lo habitual, los pacientes pueden tener conciencia de que son ellos quienes envían el aire. La vocal que le sigue debe ser la más fácil para la ocasión, como la U, o bien la O.

      La G y la K evitan la nasalización del sonido por el juego palatal que implican.

      La L es eficaz para dar soltura a la lengua y para la articulación.

      La M y la N facilitan la resonancia frontal.

      La R es muy eficaz para encontrar el vibrato, y para concentrar la energía respiratoria en el momento de emitir el sonido.

      La S sirve para hallar el equilibrio sonoro en las voces carentes de enfoque. Es utilizada por los foniatras para pacientes con trastornos hipocinéticos, es decir, con problemas de movimiento (véase el capítulo 8), en este caso concreto en el aparato vocal. A la S le suele seguir la vocal I, o la E, que son más claras que otras.

      La Y aporta brillo a los sonidos al convertirse en diptongo.

      Los siguientes ejercicios de este capítulo están ordenados teniendo en cuenta su utilidad y dificultad. Los tres primeros están dirigidos explícitamente a la voz hablada, y tienen como finalidad poner en práctica una buena pronunciación de las vocales y las consonantes. Por tanto, estos primeros ejercicios son apropiados para quienes vayan a hablar en público poco después, y para aquellos que no pronuncian del todo correctamente, por la razón que sea, y quieran corregir esa dificultad, sobre todo a la hora de impartir clases o dirigirse a un auditorio. También se pueden practicar estos primeros ejercicios con un alumnado de corta edad, para que los niños sean conscientes de la pronunciación apropiada, independientemente de los acentos locales que tengan arraigados por su región o su familia.

      Los demás ejercicios están destinados a mejorar o preparar la voz cantada, y requieren unos conocimientos básicos de lectura musical, o al menos por parte de la persona que los dirija. Estos ejercicios están pensados en particular para preparar un calentamiento vocal intensivo y amplio, sea cual sea la finalidad (previo a un ensayo con un coro, un concierto coral, una clase práctica...). De todas formas, para disponer bien la voz cantada es adecuado iniciar la sesión con algunos de los ejercicios diseñados solo para la voz hablada.

      Ejercicio 1. Sonidos onomatopéyicos

      Con los labios inicialmente juntos, deje escapar el aire y hágalos vibrar, notando un cosquilleo o vibración como una imitación del sonido de un avión.

      Después, emitir el sonido de R de manera continua, con la lengua vibrando con el paladar duro, como imitando el sonido de una moto de alta potencia. Con estos movimientos se ponen en funcionamiento algunos músculos que participan habitualmente en la emisión vocal.

      Ejercicio 2. Práctica de las vocales

      Para agilizar las vocales es bueno repetir varias veces una frase, cambiando las vocales por una sola. Es decir, permutar la frase «ayer estaba lloviendo mucho toda la tarde» por «ayar astaba llavanda macha tada la tarda», y así sucesivamente con las otras vocales.

      Ejercicio 3. Práctica de las consonantes y las vocales

      En la siguiente lista de palabras de dos sílabas se pretende dar una correcta y clara pronunciación de las consonantes. Para ello no hay que «golpearlas», pero tampoco alargarlas.

      Ejercicio 4. Intención de lanzar algo

      Para un calentamiento de la voz cantada es recomendable comenzar con la emisión de una I o una A desde una imprecisa nota aguda. El sonido ha de hacerse mediante un enérgico impulso o golpe glótico. Este ataque se caracteriza por la ausencia de un escape de aire previo a la fonación, y por eso se debe notar cómo las cuerdas vocales se despegan entre sí de repente. De todas formas, no hay que olvidar que el origen de ese impulso debe partir del diafragma, no directamente de la garganta.

      Este sonido agudo se mantiene un breve tiempo mientras desciende con un glissando hasta un registro muy grave, donde muere el sonido.

      Para toda esta acción sonora ayuda mucho acompañarse con un impulso corporal, haciendo como si se lanzara una piedra o algo con fuerza, mientras se «dispara» ese sonido agudo que después decae.

      Ejercicio 5. La sirena

      A partir de un sonido grave, imite la sonoridad de una sirena, con el desplazamiento en glissando hacia arriba y hacia abajo. El intervalo entre las notas extremas debe ser aproximadamente de una octava. Después, modifique esta secuencia subiendo progresivamente la nota de inicio, y por tanto haciéndola cada vez más aguda. La lengua debe estar fuera, para evitar así la tensión muscular en la zona de la laringe a la hora de emitir los registros agudos.

      Para facilitar el movimiento ascendente, es mejor utilizar la vocal I para voces femeninas y la E para voces masculinas. La intensidad ha de ser suave, y el timbre ni oscuro ni nasal.

      Ejercicio 6. Sobre un mismo sonido

      En los siguientes ejercicios de este capítulo, las secuencias musicales que aparezcan han de repetirse cambiando de tonalidad, primero subiendo gradualmente por semitonos, y una vez llegado a un punto muy agudo, descendiendo en cada fragmento de tono en tono.

      Comenzar con tres vocales (U-I-E), manteniendo un mismo sonido. Sostener un mismo tono durante un tiempo es a veces más difícil que hacer ciertas florituras vocales. Un poco más abajo, en el ejercicio de la izquierda, la boca se abre lentamente, mientras se sube algo la intensidad sonora. Hay que ser consciente de cómo se colocan bien las vocales, como se explicó en la parte teórica de este capítulo.

      En el ejercicio de la derecha, se comienza con la boca cerrada aunque emitiendo el fonema /m/, aumentando progresivamente la posición de bostezo, hasta que los labios no tengan más remedio que separarse y emitir la sílaba /mu/, /mo/ o /ma/:

      Ejercicio

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