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se moldea y consolida en la experiencia de estar con otros, cuya función básica es regular la activación de la experiencia del sí mismo. Así mismo la intensidad de los afectos, la vivencia de seguridad derivada del apego, la categoría de afecto que vivencia el infante, la atención, la curiosidad, la exploración, las experiencias del estado somático son todas ellas experiencias que son reguladas por los progenitores y cuidadores del infante.

      En cuanto al tercer dominio del sí mismo, el del relacionamiento intersubjetivo, su adquisición implica la capacidad de compartir la atención en un foco común, la atribución de intenciones y motivaciones a los otros y hacerlo adecuadamente de acuerdo al contexto y la atribución de motivaciones y estados mentales relacionados coherentemente con los propios. El infante descubre que tiene una mente y también la tienen los demás.

      La adquisición del lenguaje amplía los modos de comunicación y por lo tanto de compartir estados mentales con otros. Aparecen los signos y los símbolos y el niño logra tener una visión más objetiva de sí mismo. Aparecen los nombres, los pronombres y la empatía. La interacción con los otros puede incluir recuerdos del pasado, experiencias del presente y expectativas del futuro. Estas interacciones pueden darse a partir del lenguaje o al menos ser pasibles de ser enunciados verbalmente, para sí mismo y para los otros. El acceso al lenguaje permite adquirir la capacidad de hacer relatos.

      A medida que el niño va creciendo y logrando mayor autonomía en la regulación de sus estados, el papel de los adultos va adquiriendo otro compromiso y otra intensidad. La carencia de alguna de estas experiencias sólo aparecería en psicosis graves. La constitución del sentido del sí mismo nuclear es la base de otros sentidos del sí mismo que aparecerán más adelante en el desarrollo.

      2.2.2 El espacio transicional

      El espacio transicional es un concepto desarrollado por Winnicott. Designa un espacio mental, que se establece virtualmente entre la parte de la mente que detenta una subjetividad radical, es decir que las experiencias que allí se generan son incomunicables y pertenecientes al espacio de la intimidad del self, y otra parte del espacio mental que se relaciona con la realidad externa y fundamentalmente con los otros.

      Entre esos dos espacios, se ubica una zona intermedia, de transición entre la intimidad del self y el reconocimiento de la realidad externa. A este espacio, Winnicott (2000, p. 17-32) lo denominó espacio transicional. Allí radican los valores, las creencias y todas aquellas experiencias que constituyen el mundo personal. En el niño, el espacio transicional corresponde al estado mental en el que se produce el juego. El juego es el heredero del espacio transicional. Ambos se proyectan y amplían en la experiencia cultural.

      2.2.3 Apego

      La teoría del apego formulada por Bowlby, quien perteneció al grupo de los independientes, estableció puentes entre la psicología del desarrollo y el psicoanálisis. Sus integrantes estaban comprometidos con el psicoanálisis pero desarrollaron sus propios modelos teóricos y técnicos. La mayoría de ellos participaban de la idea de que los orígenes de la psicopatología se encontraban en las interrelaciones tempranas del bebé con sus cuidadores.

      La conducta de apego es reconocible. Se activa por motivos específicos y cesa cuando su finalidad se cumple. Las fuentes para su activación pueden ser externas tales como la aparición de algo extraño, la separación brusca del cuidador, la oscuridad o internas, fatiga, hambre, miedo, enfermedad o dolor. Su finalidad es lograr la proximidad física, propósito interno es recobrar el sentimiento de seguridad.

      El modelo de interacción entre el niño y los progenitores tiende a convertirse en una estructura interna o sistema representacional. El curso de las experiencias vinculares genera en el niño pequeño representaciones mentales, es decir modelos operativos internos, correspondientes a la calidad del apego. Estas representaciones se transforman en organizadoras del mundo intrapsíquico individual e influencian el desarrollo de la personalidad de un modo que podrá conducir a un estado patológico o normal.

      Desde el punto de vista de la teoría del apego, las tareas del análisis son las siguientes: crear una base segura durante un período prolongado, basado en la estabilidad del encuadre; favorecer la exploración de los motivos de su conducta, en especial con el analista; ayudar al paciente a establecer conexiones entre los modelos operativos internos con los padres y aquellos que se actualizan en la relación con la analista, aunque también se consideran aquellos modelos que se gestan en la experiencia compartida de la sesión; para sostener el proceso terapéutico prolongado, es esencial que el analista responda de manera sensible a las demandas, propuestas y juegos del niño.

      Partiendo del modelo teórico de Bowlby, P. Fonagy considera que el apego es una subcategoría de los vínculos afectivos en los cuales el individuo busca seguridad y confort en la relación. (Fonagy, 2004, p. 11-17). El apego desplegado por un infante hacia su madre es un fenómeno primario seleccionado en el curso de la evolución. El ser humano necesita de la relación con los demás para saber quién es. Existe una tendencia primaria, pulsional, no aprendida, a buscar la relación con el otro y esta necesidad se expresa mediante diversos patrones de comportamiento (succionar, asir objetos, llanto, sonrisa, seguimiento de objetos).

      El niño con apego seguro puede mostrar un grado óptimo de iniciativa a la hora de mantener contacto físico y proximidad con el cuidador. La inseguridad en el vínculo se manifiesta cuando demuestra enojo, conductas de oposición y rechazo, manifiesta dificultad en responder a los gestos de consuelo, evita el contacto, muestra conductas desconectadas.

      La teoría del apego se centra en la idea de que el individuo vive, desde que nace hasta que muere, en un campo interpersonal e intersubjetivo. La personalidad humana es entendida como una entidad que se desarrolla incesantemente a lo largo de una u otra vía, entre varias posibles. Estos caminos vitales pueden conducir al desarrollo pleno de las posibilidades que cada individuo trae consigo al nacer en interacción con el ambiente que lo rodea.

      Para Bowlby, la psicopatología se origina en el encaminamiento por una vía de desarrollo potencial incompatible con el desarrollo normal, desde el comienzo de la vida o en algún período crítico de la niñez o la adolescencia, como consecuencia de la privación, el maltrato, la exposición a un trauma o la pérdida. Cuanto más tiempo se haya llevado un camino desviado, existen menos posibilidades de cambio hacia una vía de desarrollo compatible con la salud mental, a pesar de que aparezcan condiciones favorables para producir un cambio.

      Disponer de una base segura permite que el niño desarrolle conductas exploratorias, esenciales para el desarrollo cognitivo y de adaptación a la realidad. Los adultos sensibles, ofrecen esa base segura y al mismo tiempo permiten el desarrollo de la propia iniciativa para concretar conductas exploratorias.

      2.2.4 Transferencia

      Si bien el concepto original de transferencia pertenece a la teoría freudiana, para este trabajo se eligió utilizar este concepto desde las contribuciones de los autores del Middle Group. Para Freud el concepto de transferencia consistió en una repetición de deseos inconscientes, que se actualizaban en la relación con el analista. Se trataba de un desplazamiento afectivo, desde representaciones infantiles eran proyectadas hacia la figura del analista. En el caso de las neurosis, estas representaciones infantiles serían mociones edípicas que no cedieron ante la represión primaria.

      La transferencia, tanto puede revestir afectos del orden libidinal como agresivos. En este sentido la transferencia puede ser positiva o negativa. La transferencia positiva a su vez, puede ser sublimada o erótica. La transferencia sublimada implica la movilización de sentimientos de ternura. La erótica, la movilización de aspiraciones sexuales infantiles depositadas en el analista o en otros objetos externos. La transferencia negativa está animada por sentimientos hostiles. Las dos últimas formas están al servicio de las resistencias.

      Melanie Klein, creadora de la técnica de análisis infantil consideraba que la transferencia no sólo se manifestaba con la analista sino además con todos los objetos presentados en la sesión. Prestó especial atención a la transferencia negativa y consideró que esta debía ser

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